Nuestra vida

[Aotsuki Ayame]

—¡Oh! —exclamó Daruu, súbitamente interesado en las heridas de Ayame. Aunque saltaba a la vista que era más curiosidad por ver con qué se las había hecho que preocupación sobre cómo se las había hecho. Tanto era su interés, de hecho, que las venas alrededor de sus ojos se hincharon activando el Byakugan y Ayame se estremeció inconscientemente. ¿Cuánto podrían ver esos iris perlados? No tardó en regresar a la normalidad, y no debía haber averiguado mucho porque preguntó—: ¿Qué elemento es?

Y Ayame sonrió con cierta malicia.

—Aaaaahhh... Quién sabe... —divagó a propósito, volviendo a bajar las manos.

Pero su pareja no iba a darse por vencida. Eso era algo que sabía Ayame bien. Y entonces se arrepintió de haber dicho nada.

—Veamos... cuando es Raiton, el papel se arruga. Cuando es Doton, el papel se convierte en tierra y luego se deshace. Suiton ya sabes usarlo... de modo que quedan dos. Katon, o Fūton.

«Eres demasiado listo, maldito...» Maldijo Ayame, entrecerrando los ojos.

Y Daruu sonrió con picardía.

—Con Katon, el papel se prende y luego se reduce a cenizas. Y no puedes quemarte con tu propio chakra, igual que no puedes electrocutarte con un jutsu de Raiton que salga de tu mano. Eso sólo deja una opción... con Fūton, el papel se corta. Y una vez cortado... ya no tiene nada que ver con tu chakra. Así que te cortaste con el papel —Y, concluida su deducción, Daruu se inclinó aún más hacia ella, con la malicia iluminando sus rasgos—: ¿Me equivoco...?

Ayame, que se había echado aún más hacia atrás en un gesto defensivo, infló los carrillos, se cruzó de brazos y apartó la mirada.

Esa fue su única respuesta.