30/06/2020, 20:17
—Yo lo haré.
El Heraldo del Dragón no respondió; su mandoble sí. Allí, en medio de la penumbra, las llamas centellearon emocionadas sobre el acero, acariciando con su luz anaranjada el torso de Ryūnosuke. Cada tendón que sobresalía de las escamas. Cada centímetro de una máquina concebida, forjada y pulida a golpes para un brutal y singular propósito.
Solo uno.
Ryū levantó el mandoble y…
—YOU MORON!
… y alguien hizo el trabajo por él. El segundo enemigo del día caía sin necesidad de hacer nada. No supo si sentirse satisfecho o decepcionado.
—Oeh, musculitos. Si no te importa, me voy a llevar a este imbécil y a ese cuatro ojos. Imagino que estará bien que nos vayamos en paz mientras no querramos cruzar esa puerta, ¿verdad?
En realidad, si quería cruzar la puerta también iría en paz. Una eterna.
Tomó algo del bolsillo del pantalón, un pequeño objeto redondo que no ocupaba ni la tercera parte de su manaza. Lo miró.
Volvió a guardarlo.
Se dio cuenta que aquellos tres todavía seguían ahí.
—Hmm. —respondió, tarde. Luego hizo un ademán con la mano, como si quisiese espantar una mosca molesta.
Si no captaba el mensaje ya se lo dejaría más claro.
El Heraldo del Dragón no respondió; su mandoble sí. Allí, en medio de la penumbra, las llamas centellearon emocionadas sobre el acero, acariciando con su luz anaranjada el torso de Ryūnosuke. Cada tendón que sobresalía de las escamas. Cada centímetro de una máquina concebida, forjada y pulida a golpes para un brutal y singular propósito.
Solo uno.
Ryū levantó el mandoble y…
—YOU MORON!
… y alguien hizo el trabajo por él. El segundo enemigo del día caía sin necesidad de hacer nada. No supo si sentirse satisfecho o decepcionado.
—Oeh, musculitos. Si no te importa, me voy a llevar a este imbécil y a ese cuatro ojos. Imagino que estará bien que nos vayamos en paz mientras no querramos cruzar esa puerta, ¿verdad?
En realidad, si quería cruzar la puerta también iría en paz. Una eterna.
Tomó algo del bolsillo del pantalón, un pequeño objeto redondo que no ocupaba ni la tercera parte de su manaza. Lo miró.
Volvió a guardarlo.
Se dio cuenta que aquellos tres todavía seguían ahí.
—Hmm. —respondió, tarde. Luego hizo un ademán con la mano, como si quisiese espantar una mosca molesta.
Si no captaba el mensaje ya se lo dejaría más claro.