3/07/2020, 22:31
Con el camino despejado, Ryūnosuke caminó hasta el cruce y observó que los tres críos se arremolinaban ahora junto a la enfermería. ¿Se atreverían a volver? ¿O eran lo suficientemente inteligentes como para no meter la cabeza entre los dientes del dragón? No podía asegurarlo con certeza. Eso no era de su agrado. A Ryūnosuke no le gustaban las dudas ni la incertidumbre. Por eso lanzó una canica al suelo que cubrió el cruce de una amplia nube de humo gris. La incertidumbre de qué habría dentro —o al otro lado— quedaba ahora para ellos.
Mientras tanto, el Heraldo del Dragón se dirigió a los camerinos. No entró a ninguno, sino que pasó junto a ellos hasta encontrarse con una pared. Tomó de nuevo el objeto esférico de antes. Un reloj de bolsillo. Se concentró.
Mientras tanto, el Heraldo del Dragón se dirigió a los camerinos. No entró a ninguno, sino que pasó junto a ellos hasta encontrarse con una pared. Tomó de nuevo el objeto esférico de antes. Un reloj de bolsillo. Se concentró.
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac...