9/07/2020, 21:32
El cansancio le golpeó el pecho con la fuerza de un tsunami. Su único pulmón trataba de conseguir oxígeno a toda costa, pero era como si una gran montaña hubiese caído sobre sus costillas y las presionase tanto que no pudiese abrir el pulmón para coger aire. El fuego de Kioku perdió fuerza, como si también se estuviese ahogando. El fūton del ricasso desapareció.
Necesitaba descansar. Necesitaba recuperar el aliento.
Entonces un gran trozo de hormigón cayó a su lado, con un hombre encima que chillaba de auténtico dolor. Tenía una pierna doblada en una posición antinatural y un hueso le sobresalía de la rótula. Puso fin a la miseria de aquel pobre diablo y abrazó la roca con ambos brazos.
Solo necesitaba un último esfuerzo. Solo necesitaba un último empujón.
—¡¡¡GRROOOOOOOOAAAAARRRR!!!
Lo dio. Con su último aliento. Con cada célula de su cuerpo rugiendo de dolor. Alzó la roca sobre su cabeza y la usó de paraguas contra escombros. Las piedras caían sobre ella. Él avanzaba un paso. Más piedras. Otro paso. La cabeza cedía ante el peso; tenía que agacharla. Ahora el hormigón reposaba sobre su nuca y sus hombros. Otro paso. Sudaba a mares. Sentía que iba a desfallecer. Otro paso.
Un último esfuerzo. Solo un paso más.
Entonces, lo vio venir. Él no era Ryū, sino Ryūnosuke, y por eso cuando llegó al cruce lo supo. Conocía su propia debilidad. Conocía sus limitaciones. Iba a desfallecer bajo todo aquel peso. Solo había una opción, entonces. Inclinarse y…
… lanzar la jodida roca contra las puertas del estadio que daban al ring. Las puertas salieron volando junto al hormigón, y el Heraldo del Dragón continuó avanzando, ahora libre. Le cayó una roca encima. La Armadura resistió. Cuando llegó al umbral, las vivencias del otro clon llegaron a su ser. También su chakra. También su cansancio.
Casi se cae allí mismo. Tuvo que apoyar la espalda contra la esquina y usar el mandoble de bastón. Las piernas le temblaban. La visión se le oscureció. Bufaba como un maldito pez fuera del agua. Pero lo vio. Algo que no debería estar allí.
Necesitaba descansar. Necesitaba recuperar el aliento.
Entonces un gran trozo de hormigón cayó a su lado, con un hombre encima que chillaba de auténtico dolor. Tenía una pierna doblada en una posición antinatural y un hueso le sobresalía de la rótula. Puso fin a la miseria de aquel pobre diablo y abrazó la roca con ambos brazos.
Solo necesitaba un último esfuerzo. Solo necesitaba un último empujón.
—¡¡¡GRROOOOOOOOAAAAARRRR!!!
Lo dio. Con su último aliento. Con cada célula de su cuerpo rugiendo de dolor. Alzó la roca sobre su cabeza y la usó de paraguas contra escombros. Las piedras caían sobre ella. Él avanzaba un paso. Más piedras. Otro paso. La cabeza cedía ante el peso; tenía que agacharla. Ahora el hormigón reposaba sobre su nuca y sus hombros. Otro paso. Sudaba a mares. Sentía que iba a desfallecer. Otro paso.
Un último esfuerzo. Solo un paso más.
Entonces, lo vio venir. Él no era Ryū, sino Ryūnosuke, y por eso cuando llegó al cruce lo supo. Conocía su propia debilidad. Conocía sus limitaciones. Iba a desfallecer bajo todo aquel peso. Solo había una opción, entonces. Inclinarse y…
… lanzar la jodida roca contra las puertas del estadio que daban al ring. Las puertas salieron volando junto al hormigón, y el Heraldo del Dragón continuó avanzando, ahora libre. Le cayó una roca encima. La Armadura resistió. Cuando llegó al umbral, las vivencias del otro clon llegaron a su ser. También su chakra. También su cansancio.
Casi se cae allí mismo. Tuvo que apoyar la espalda contra la esquina y usar el mandoble de bastón. Las piernas le temblaban. La visión se le oscureció. Bufaba como un maldito pez fuera del agua. Pero lo vio. Algo que no debería estar allí.