14/07/2020, 22:14
Ayame se dejó arrastrar, sumida en un completo silencio. Sabía que Daruu tenía razón sobre sus familias, sabía que era una completa locura volver al estadio si de verdad estaban detrás de ella, y también sabía que aquella era una hipótesis que ninguno de ellos quería comprobar si era cierta. Pero no podía dejar de preocuparse por ello. Estaba en su naturaleza. Y por eso, una y otra vez, echaba la vista atrás temiendo ver una nueva explosión u otro mortífero rayo.
Afortunadamente, ninguno de ellos llegó por el momento.
Al principio, Daruu casi había tenido que cargarla para que comenzara a moverse, pero ahora que su cuerpo había recuperado prácticamente la normalidad, Ayame podía avanzar casi por su cuenta. Aunque de forma lenta y renqueante. Era una sensación muy extraña y frustrante al mismo tiempo.
—¿Ya puedes caminar?
—Más... o menos... —Ayame apoyó la espalda en el tronco de un árbol, siseando entre dientes. Perder el control de su cuerpo de esa manera era una sensación muy frustrante. Era como volver a ser un bebé. Un bebé que se agita en el suelo como un pobre muñeco.
Daruu entonces se acercó a la orilla del lago y se inclinó sobre un cuerpo en el que Ayame, concentrada en sus propios pasos como estaba, no había reparado hasta ahora.
—¡Datsue! —exclamó, prácticamente arrojándose de rodillas sobre el Uzujin.
—Eh. Oye, Datsue. ¿Estás bien? ¡Datsue! Despierta —exclamaba Daruu, sacudiéndole por los hombros.
—Daruu, ¿qué ha pasado? —preguntó Ayame, aterrada.
—Kaido, Akame y otro tipo aparecieron delante de nosotros —explicó, y Ayame sintió que el bosque daba vueltas a su alrededor—. Yui y Hanabi bajaron a luchar contra ellos, y yo sólo pude pensar en poneros a salvo. A él, porque sabía que lo primero que haría sería tirarse encima de Akame. Y en su estado... bueno —Daruu se encogió de hombros—. En cuanto vi quien estaba atacándote, la reconocí. Por el poder de su chakra, y por el pelo negro. ¿Esa era la tal Kuroyuki?
Ayame, por toda respuesta, agachó la cabeza con un estremecimiento. No hizo falta decir nada al respecto, y Daruu negó con la cabeza.
—Tenía que sacarte de allí a ti también. ¡Maldita sea! ¿Acaso los Generales y Dragón Rojo están colaborando?
—Ahora hablaremos sobre ello, primero tenemos que asegurarnos de que Datsue esté bien —respondió Ayame, más seria y sombría que nunca.
Afortunadamente, ninguno de ellos llegó por el momento.
Al principio, Daruu casi había tenido que cargarla para que comenzara a moverse, pero ahora que su cuerpo había recuperado prácticamente la normalidad, Ayame podía avanzar casi por su cuenta. Aunque de forma lenta y renqueante. Era una sensación muy extraña y frustrante al mismo tiempo.
—¿Ya puedes caminar?
—Más... o menos... —Ayame apoyó la espalda en el tronco de un árbol, siseando entre dientes. Perder el control de su cuerpo de esa manera era una sensación muy frustrante. Era como volver a ser un bebé. Un bebé que se agita en el suelo como un pobre muñeco.
Daruu entonces se acercó a la orilla del lago y se inclinó sobre un cuerpo en el que Ayame, concentrada en sus propios pasos como estaba, no había reparado hasta ahora.
—¡Datsue! —exclamó, prácticamente arrojándose de rodillas sobre el Uzujin.
—Eh. Oye, Datsue. ¿Estás bien? ¡Datsue! Despierta —exclamaba Daruu, sacudiéndole por los hombros.
—Daruu, ¿qué ha pasado? —preguntó Ayame, aterrada.
—Kaido, Akame y otro tipo aparecieron delante de nosotros —explicó, y Ayame sintió que el bosque daba vueltas a su alrededor—. Yui y Hanabi bajaron a luchar contra ellos, y yo sólo pude pensar en poneros a salvo. A él, porque sabía que lo primero que haría sería tirarse encima de Akame. Y en su estado... bueno —Daruu se encogió de hombros—. En cuanto vi quien estaba atacándote, la reconocí. Por el poder de su chakra, y por el pelo negro. ¿Esa era la tal Kuroyuki?
Ayame, por toda respuesta, agachó la cabeza con un estremecimiento. No hizo falta decir nada al respecto, y Daruu negó con la cabeza.
—Tenía que sacarte de allí a ti también. ¡Maldita sea! ¿Acaso los Generales y Dragón Rojo están colaborando?
—Ahora hablaremos sobre ello, primero tenemos que asegurarnos de que Datsue esté bien —respondió Ayame, más seria y sombría que nunca.