18/07/2020, 03:00
(Última modificación: 18/07/2020, 03:17 por Tsukiyama Daigo. Editado 2 veces en total.)
El chico corrió tan rápido como su cuerpo se lo permitió, esquivando las rocas, escombros y cuerpos que había a su paso, pero él sabía que tenía que mantener la vista al frente. No podía detener esto. No podía ayudarlos a todos.
Si salvaba a una persona todo habría valido la pena. Si conseguía salvar aunque sea solo a una todo habría valido la pena.
Los gritos y los llantos eran ensordecedores, pero de alguna manera sus oídos escuchaban mejor que nunca mientras buscaban una voz en concreto.
Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras se esforzaba en continuar hacia adelante, ignorándolo todo para encontrar a solo una persona.
Sus piernas se movían, aunque cansadas, a toda velocidad para encontrar a solo una persona.
«Aunque sea solo una» se repitió. «¡Aunque sea solo él!».
Sus compañeros de aldea tenían que estar bien. No estaban en la misma enfermería que él, así que probablemente estaban juntos en alguna otra. Probablemente se habían ayudado entre ellos. Probablemente ya estaban fuera.
Y si no era así, Daigo se juró que volvería entrar cuantas veces hiciera falta para ayudarlos.
¿Y a los padres de Ranko quién los ayudaba? ¿Y a los de Etsu? ¿Y al resto? Daigo negó con la cabeza mientras avanzaba desesperado. Tenía que salvar a una persona a la vez y luego pensaría en lo que haría después.
Por suerte sus padres estaban a salvo en casa, y Gura, y Koku, y Yota, y Kazuma. Al menos eso lo aliviaba.
—Tienes que estar por aquí... —se dijo cuando llegó a aquel cruce maldito.
Allí fue donde vio a ese malnacido. ¡Todavía seguía vivo! Pero no por mucho. No si el kusajin no hacía nada al respecto.
¿Que qué haría el boxeador?
Pues... lo de siempre.
«No te dejaré morir hoy, Lobo».
En un parpadeo el joven se movió al lado de su rival para proteger su vida, y en un suspiro el fulgor verdoso de su chakra viajó desde la planta de su pies hasta su puño, que destrozó la roca en un instante.
Era curioso como cuando Ryūnosuke fue quien condenó todas aquellas vidas, no fue otro sino Ryū quien salvó la vida de una de ellas.
Aunque sea solo una.
—¡Takumi-san, he encontrado a Rōga! —gritó, mientras levantaba a su compañero.
Si salvaba a una persona todo habría valido la pena. Si conseguía salvar aunque sea solo a una todo habría valido la pena.
Los gritos y los llantos eran ensordecedores, pero de alguna manera sus oídos escuchaban mejor que nunca mientras buscaban una voz en concreto.
Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras se esforzaba en continuar hacia adelante, ignorándolo todo para encontrar a solo una persona.
Sus piernas se movían, aunque cansadas, a toda velocidad para encontrar a solo una persona.
«Aunque sea solo una» se repitió. «¡Aunque sea solo él!».
Sus compañeros de aldea tenían que estar bien. No estaban en la misma enfermería que él, así que probablemente estaban juntos en alguna otra. Probablemente se habían ayudado entre ellos. Probablemente ya estaban fuera.
Y si no era así, Daigo se juró que volvería entrar cuantas veces hiciera falta para ayudarlos.
¿Y a los padres de Ranko quién los ayudaba? ¿Y a los de Etsu? ¿Y al resto? Daigo negó con la cabeza mientras avanzaba desesperado. Tenía que salvar a una persona a la vez y luego pensaría en lo que haría después.
Por suerte sus padres estaban a salvo en casa, y Gura, y Koku, y Yota, y Kazuma. Al menos eso lo aliviaba.
—Tienes que estar por aquí... —se dijo cuando llegó a aquel cruce maldito.
Allí fue donde vio a ese malnacido. ¡Todavía seguía vivo! Pero no por mucho. No si el kusajin no hacía nada al respecto.
¿Que qué haría el boxeador?
Pues... lo de siempre.
«No te dejaré morir hoy, Lobo».
En un parpadeo el joven se movió al lado de su rival para proteger su vida, y en un suspiro el fulgor verdoso de su chakra viajó desde la planta de su pies hasta su puño, que destrozó la roca en un instante.
Era curioso como cuando Ryūnosuke fue quien condenó todas aquellas vidas, no fue otro sino Ryū quien salvó la vida de una de ellas.
Aunque sea solo una.
—¡Takumi-san, he encontrado a Rōga! —gritó, mientras levantaba a su compañero.
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Team pescado.