23/07/2020, 20:48
Corrieron por sus vidas y esquivaron cualquier fragmento que se precipitaba sobre sus cabezas para, por fin, salir del Estadio. Pero lo que venía no era algo agradable, el olor a carne calcinada inundó las fosas nasales del joven de gafas, sólo se escuchaban gritos y llantos, lo único que había era caos. «¿Todo esto lo ha hecho aquella bestia?» Ahora le quedaba claro que de haberle plantado cara en el pasillo él mismo sería uno de los tantos cadáveres que ahora descansaban bajo el hormigón.
El peliverde parecía contento por haber rescatado al amejin, al cual dejó en el suelo para que pudiera descansar o recibir los cuidados médicos pertinentes. Entonces Takumi lo vio, vio al kusajin girarse hacia el estadio y vio la misma mirada que este tenía cuando salió a buscar a Rōga. «No se le ocurrirá, ¿no?»
Y el marionetista se quedó atónito viendo como sí que se le había ocurrido, el muy zote comenzó a avanzar hacia el edificio. El kazejin no dudó ni medio segundo y ejecutó rápidamente una cadena de tres sellos, acto seguido de sus manos brotaron veloces descargas eléctricas que impactaron en la espalda del taijutsero, el cual caería a plomo sin poder adentrarse en lo que a este paso acabaría por ser su tumba.
—Lo siento mucho Daigo-san... —Dijo acercándose a él. —Pero le prometí a Morikage-dono que no morirías hoy. —Buscó justificarse mientras arrastraba al inconsciente, en varios sentidos, Daigo.
No se la iba a jugar, le prometió a la máxima autoridad de la Aldea enemistada con la suya que sacaría a aquel shinobi de ahí con vida, no podía fallar ni romper su palabra.
El peliverde parecía contento por haber rescatado al amejin, al cual dejó en el suelo para que pudiera descansar o recibir los cuidados médicos pertinentes. Entonces Takumi lo vio, vio al kusajin girarse hacia el estadio y vio la misma mirada que este tenía cuando salió a buscar a Rōga. «No se le ocurrirá, ¿no?»
Y el marionetista se quedó atónito viendo como sí que se le había ocurrido, el muy zote comenzó a avanzar hacia el edificio. El kazejin no dudó ni medio segundo y ejecutó rápidamente una cadena de tres sellos, acto seguido de sus manos brotaron veloces descargas eléctricas que impactaron en la espalda del taijutsero, el cual caería a plomo sin poder adentrarse en lo que a este paso acabaría por ser su tumba.
—Lo siento mucho Daigo-san... —Dijo acercándose a él. —Pero le prometí a Morikage-dono que no morirías hoy. —Buscó justificarse mientras arrastraba al inconsciente, en varios sentidos, Daigo.
No se la iba a jugar, le prometió a la máxima autoridad de la Aldea enemistada con la suya que sacaría a aquel shinobi de ahí con vida, no podía fallar ni romper su palabra.