26/07/2020, 22:03
Kaido tomó la placa de bambú, un tanto confuso. Quizás en otra ocasión hubiese podido entender de qué se trataba, pero ahora mismo tenía la mente demasiado ocupada en otros menesteres. Cabeceó, aceptando la pieza, y la introdujo en su portaobjetos.
—La parte en la que me come el cerebro, sí —pero Kaido no sonrió. Todavía le perturbaba la idea de haber caído en ese juego. De no haber tenido los huevos para enfrentar sugestiones ajenas—. Ese es el aspecto más complejo de la Marca. Aún desconozco los detalles; entiendan que ni Yui ni yo sabíamos que el sello también suprimía tu voluntad al tal punto de que fueses capaz de traicionar a los tuyos. De todas formas, para poder completar mi infiltración sin que sospechasen que era un agente doble, debía pasar por el proceso. Le llaman el Bautizo del Dragón.
»Lo primero que se me viene a la mente es que requiere de muchísimo chakra. Otohime, la experta en Fūinjutsu del grupo, siempre debía robarle las reservas a alguien más pues el suyo no era suficiente. También que la técnica tenía no menos de quince sellos manuales. Quince putos sellos —y cuidado si no eran más—. el ritual se dividió en dos partes: lo primero fue la preparación —empezó a ver el suelo, y trazó líneas imaginarias con los brazos. Trataba de ser lo más específico posible a medida de que rememoraba ese momento. Los últimos instantes antes de perderse a sí mismo—. Otohime dibujó patrones y fórmulas extrañas en la roca y en mi cuerpo. Símbolos que no había visto en mi vida, vaya, y ni me preguntes por ellos porque no podría explicarlo aún si quisiera. Lo que sí distinguí bien fue que que el símbolo del suelo era un dragón de ocho cabezas. En fin, que cuando acabó de hacer los sellos, todos estos patrones fueron absorbidos por la mancha que tenía yo en el brazo, y en cuanto absorbió todas las escrituras, ya tenía el Dragón tatuado en el brazo. Allí no pasó nada en especial. No sentí una mierda. Lo curioso de todo, vino luego. La segunda etapa del Bautizo era que te echaras a dormir una puta siesta.
Kaido se sentó en el suelo y cruzó las piernas. Su mirada: perdida en la nada, aunque mentalmente, viajaba al instante en el que despertó.
—Acabé despertando una semana después. Una jodida semana echado en cama —y si eso les parecía demasiado—. de todas formas, el tiempo no es una constante para todos. Varía según la persona que esté atravesando el Bautizo. Intuyo que depende mucho de qué tanto te resistas, no lo sé, apenas recuerdo pequeños retazos de esos sueños que se repetían una y otra vez, en bucle. Pero Ryūnosuke, por ejemplo, estuvo un mes dormido. Otro duró apenas unas cuántas horas. Ya me dirás tú si eso te dice algo, Datsue, porque a mí desde luego que no —tomó un respingo de aire y continuó—. en fin, el resto es historia. Nunca fui consciente de lo que pasó. No fue sino hasta el primer quiebre, cuando Ayame me llevó hasta Amegakure, que recordé algo. Pero para mí nada sucedió. Fue como si el Bautizo me hubiese abierto los ojos a una verdad relativa. A una mentira totalmente creíble, y a la que abracé como si fuera mía. Llegué a creer fervientemente que Yui me iba a traicionar. Que no era más que una herramienta para ella. La odié por eso. O el sello me hizo odiarla, supongo. Por eso no volví. Por eso corté comunicación. Por eso participe en toda esta mierda, porque para mí lo importante era el bienestar de Dragón Rojo. Al principio este arraigo era más fuerte. Pero a medida de que cometía más y más atrocidades, creo que me hacía más consciente de todo. Pero el sello es un hijo de puta y no te deja ir por esos derroteros. Cada vez que me preguntaba el porqué, el Dragón siempre tenía una respuesta satisfactoria para justificar tus actos atroces. Siempre.
—La parte en la que me come el cerebro, sí —pero Kaido no sonrió. Todavía le perturbaba la idea de haber caído en ese juego. De no haber tenido los huevos para enfrentar sugestiones ajenas—. Ese es el aspecto más complejo de la Marca. Aún desconozco los detalles; entiendan que ni Yui ni yo sabíamos que el sello también suprimía tu voluntad al tal punto de que fueses capaz de traicionar a los tuyos. De todas formas, para poder completar mi infiltración sin que sospechasen que era un agente doble, debía pasar por el proceso. Le llaman el Bautizo del Dragón.
»Lo primero que se me viene a la mente es que requiere de muchísimo chakra. Otohime, la experta en Fūinjutsu del grupo, siempre debía robarle las reservas a alguien más pues el suyo no era suficiente. También que la técnica tenía no menos de quince sellos manuales. Quince putos sellos —y cuidado si no eran más—. el ritual se dividió en dos partes: lo primero fue la preparación —empezó a ver el suelo, y trazó líneas imaginarias con los brazos. Trataba de ser lo más específico posible a medida de que rememoraba ese momento. Los últimos instantes antes de perderse a sí mismo—. Otohime dibujó patrones y fórmulas extrañas en la roca y en mi cuerpo. Símbolos que no había visto en mi vida, vaya, y ni me preguntes por ellos porque no podría explicarlo aún si quisiera. Lo que sí distinguí bien fue que que el símbolo del suelo era un dragón de ocho cabezas. En fin, que cuando acabó de hacer los sellos, todos estos patrones fueron absorbidos por la mancha que tenía yo en el brazo, y en cuanto absorbió todas las escrituras, ya tenía el Dragón tatuado en el brazo. Allí no pasó nada en especial. No sentí una mierda. Lo curioso de todo, vino luego. La segunda etapa del Bautizo era que te echaras a dormir una puta siesta.
Kaido se sentó en el suelo y cruzó las piernas. Su mirada: perdida en la nada, aunque mentalmente, viajaba al instante en el que despertó.
—Acabé despertando una semana después. Una jodida semana echado en cama —y si eso les parecía demasiado—. de todas formas, el tiempo no es una constante para todos. Varía según la persona que esté atravesando el Bautizo. Intuyo que depende mucho de qué tanto te resistas, no lo sé, apenas recuerdo pequeños retazos de esos sueños que se repetían una y otra vez, en bucle. Pero Ryūnosuke, por ejemplo, estuvo un mes dormido. Otro duró apenas unas cuántas horas. Ya me dirás tú si eso te dice algo, Datsue, porque a mí desde luego que no —tomó un respingo de aire y continuó—. en fin, el resto es historia. Nunca fui consciente de lo que pasó. No fue sino hasta el primer quiebre, cuando Ayame me llevó hasta Amegakure, que recordé algo. Pero para mí nada sucedió. Fue como si el Bautizo me hubiese abierto los ojos a una verdad relativa. A una mentira totalmente creíble, y a la que abracé como si fuera mía. Llegué a creer fervientemente que Yui me iba a traicionar. Que no era más que una herramienta para ella. La odié por eso. O el sello me hizo odiarla, supongo. Por eso no volví. Por eso corté comunicación. Por eso participe en toda esta mierda, porque para mí lo importante era el bienestar de Dragón Rojo. Al principio este arraigo era más fuerte. Pero a medida de que cometía más y más atrocidades, creo que me hacía más consciente de todo. Pero el sello es un hijo de puta y no te deja ir por esos derroteros. Cada vez que me preguntaba el porqué, el Dragón siempre tenía una respuesta satisfactoria para justificar tus actos atroces. Siempre.