11/08/2020, 03:33
Con la vista recuperada, Kaido sonrió. Ahora era él quien tenía un kunai en la diestra —lo sujetaba con la mano estirada hacia adelante, a la altura de los ojos y con el largo del filo de lado—. Conocía al cabrón que se abalanzaba ahora sobre él como la palma de su mano. Sabía que no usaba una treta como aquella para nada. Sabía que lo gordo llegaba ahora.
Oh, desde luego que iba a llegar.
Sí, lo gordo llegó ahora. Desde luego que lo hizo. Exactamente como Kaido esperaba, aunque quizá no como el amejin hubiese pensado. Kaido, el auténtico, el Ryūto, sabía perfectamente cómo se las gastaba su lado débil. Lo sabía perfectamente, sí, porque había nacido de él. Porque, en un tiempo, incluso habían sido la misma persona.
¿Cómo sorprender a alguien que usaría exactamente las mismas triquiñuelas que tú?
¿Cegarle para solo arrojarle un kunai? Oh, no. Eso no era propio de ninguno de ellos. Por eso había sonreído. Por eso había empuñado un kunai y lo había colocado a la altura de sus ojos, y en horizontal. Porque Kaido en realidad no tenía enfocada la mirada en el tiburón que se le echaba encima, sino en el filo de su acero. En su reflejo. En el sutil y casi imperceptible movimiento de luces que se produjo en él, indicando que algo estaba ocurriendo detrás de él.
La mano libre, formando el Carnero; la mano que empuñaba el kunai, soltando el acero: sus ojos, mirando de reojo a su espalda justo a tiempo para ver el torbellino. La Bala del Colmillo Acuático embistió con crueldad una espada de dientes serrados y siguió directa a colisionar contra el puñetazo colosal de Kaido el amejin.
Oh, qué belleza, qué espectáculo fue verlo. Tal y como había aprendido de Ryūnosuke aquel día. Tal y como había aprendido de Zaide en la Prisión del Yermo. Había usado la fuerza del enemigo en su propia contra. El Ryūto ensanchó su sonrisa, a varios metros de distancia, allí donde momentos antes había estado Nokomizuchi, y formó el sello de Serpiente.
El sello explosivo que había colocado en Nokomizuchi en el intercambio estalló con fuerza. Con la fuerza de Ryūnosuke al reducir a cenizas medio estadio. Con la fuerza de Zaide al invocar a Kirin. Con la fuerza de Akame al triturar medio brazo del Uzukage. Con la fuerza de Sekiryū. El golpe más certero de su vida. El más importante también. Un golpe que hablaría por sí solo durante generaciones. Porque no era solo él quien luchaba encarnizadamente por sobrevivir. Shaneji, Muñeca, el Heraldo del Dragón… Sentía a todos ellos a su lado, en mente, cuerpo y alma. No estaba solo.
Nunca lo estuvo.
Oh, desde luego que iba a llegar.
Sí, lo gordo llegó ahora. Desde luego que lo hizo. Exactamente como Kaido esperaba, aunque quizá no como el amejin hubiese pensado. Kaido, el auténtico, el Ryūto, sabía perfectamente cómo se las gastaba su lado débil. Lo sabía perfectamente, sí, porque había nacido de él. Porque, en un tiempo, incluso habían sido la misma persona.
¿Cómo sorprender a alguien que usaría exactamente las mismas triquiñuelas que tú?
¿Cegarle para solo arrojarle un kunai? Oh, no. Eso no era propio de ninguno de ellos. Por eso había sonreído. Por eso había empuñado un kunai y lo había colocado a la altura de sus ojos, y en horizontal. Porque Kaido en realidad no tenía enfocada la mirada en el tiburón que se le echaba encima, sino en el filo de su acero. En su reflejo. En el sutil y casi imperceptible movimiento de luces que se produjo en él, indicando que algo estaba ocurriendo detrás de él.
¡¡¡Voy a deshacerme de mi parte débil!!!
La mano libre, formando el Carnero; la mano que empuñaba el kunai, soltando el acero: sus ojos, mirando de reojo a su espalda justo a tiempo para ver el torbellino. La Bala del Colmillo Acuático embistió con crueldad una espada de dientes serrados y siguió directa a colisionar contra el puñetazo colosal de Kaido el amejin.
Oh, qué belleza, qué espectáculo fue verlo. Tal y como había aprendido de Ryūnosuke aquel día. Tal y como había aprendido de Zaide en la Prisión del Yermo. Había usado la fuerza del enemigo en su propia contra. El Ryūto ensanchó su sonrisa, a varios metros de distancia, allí donde momentos antes había estado Nokomizuchi, y formó el sello de Serpiente.
¡¡¡BOOOOOOOOOOOMMMMMMM!!!
El sello explosivo que había colocado en Nokomizuchi en el intercambio estalló con fuerza. Con la fuerza de Ryūnosuke al reducir a cenizas medio estadio. Con la fuerza de Zaide al invocar a Kirin. Con la fuerza de Akame al triturar medio brazo del Uzukage. Con la fuerza de Sekiryū. El golpe más certero de su vida. El más importante también. Un golpe que hablaría por sí solo durante generaciones. Porque no era solo él quien luchaba encarnizadamente por sobrevivir. Shaneji, Muñeca, el Heraldo del Dragón… Sentía a todos ellos a su lado, en mente, cuerpo y alma. No estaba solo.
Nunca lo estuvo.
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