13/08/2020, 20:36
El Ryūto hablaba. Hablaba mucho. Demasiado, incluso para su propio gusto. Umikiba Kaido sentía que aquella batalla, la de atosigar a su oponente con verborrea, la había ganado. Ahora tenía que concentrarse sólo en una cosa: en ganar el combate. Pero para hacerlo, debía fingir. Fingir que las palabras del Dragón hacían mella en él, cuando en realidad no le afectaban en lo absoluto.
Su rostro mostraba enojo cuando no lo había. Sus músculos yacían tensados, cuando por dentro estaba tan calmo como el océano en una bonita mañana de verano. Sus dientes se apretaban los unos a los otros, aunque éstos lo que hubiesen querido era sonreír. Kaido interpretó el engaño. Su volatilidad era simplemente una ilusión.
Mientras tanto, su interior estaba calmo y concentrado. Sus ojos miraban y calculaban los movimientos de su oponente, de formas que nunca antes había probado. Para vencerme a mí mismo no debo ser un hombre impulsivo como solía serlo antes; se dijo a sí mismo. Tengo que diferenciarme de él a toda costa; se advirtió.
Kaido siguió a su oscuridad con la mirada, mientras su actuación seguía en marcha. Parecía un perro rabioso que estaba a punto de atacar en cualquier momento, pero que sólo ladraba. Cuando entendió lo que su oponente quería —acercarse a su Uchigatana—. supo inmediatamente cómo responder, sin la necesidad empírica de saber cuál iba a ser la treta de su oponente. Porque, daba igual. No lo iba a dejar. No le iba a permitir hacer nada.
¿El cómo?
Simple. Cinco metros les distanciaba. Eso bien lo sabían. Kaido esperó pacientemente a ese ínfimo instante en el que su yo oscuro miró la katana en el suelo y tuvo la intención de cogerla. Pero, súbitamente, la espada se alzó por sí sola y le empaló el corazón marchito que tenía. O no, no por sí sola. Se alzó sujeta por la mano de un Kaido que nació también de las mismas aguas sobre las que yacía la espada —un remanente distinto al usado anteriormente, siendo éste proveniente del Suika usado por ambos Kaido, en la primera colisión del combate—. un Mizu Bunshin, vamos.
¿Sería capaz el Dragón de licuar su cuerpo ante tan sorpresivo y repentino ataque?
¿Sería capaz de...
Kaido no iba a esperar averiguarlo.
Lanzó un kunai que sacó de su portaobjetos, a la espalda de su propio clon, que tapaba la visión de su oponente. ¿El destino del arma? incierto, todavía.
Su rostro mostraba enojo cuando no lo había. Sus músculos yacían tensados, cuando por dentro estaba tan calmo como el océano en una bonita mañana de verano. Sus dientes se apretaban los unos a los otros, aunque éstos lo que hubiesen querido era sonreír. Kaido interpretó el engaño. Su volatilidad era simplemente una ilusión.
Mientras tanto, su interior estaba calmo y concentrado. Sus ojos miraban y calculaban los movimientos de su oponente, de formas que nunca antes había probado. Para vencerme a mí mismo no debo ser un hombre impulsivo como solía serlo antes; se dijo a sí mismo. Tengo que diferenciarme de él a toda costa; se advirtió.
Kaido siguió a su oscuridad con la mirada, mientras su actuación seguía en marcha. Parecía un perro rabioso que estaba a punto de atacar en cualquier momento, pero que sólo ladraba. Cuando entendió lo que su oponente quería —acercarse a su Uchigatana—. supo inmediatamente cómo responder, sin la necesidad empírica de saber cuál iba a ser la treta de su oponente. Porque, daba igual. No lo iba a dejar. No le iba a permitir hacer nada.
¿El cómo?
Simple. Cinco metros les distanciaba. Eso bien lo sabían. Kaido esperó pacientemente a ese ínfimo instante en el que su yo oscuro miró la katana en el suelo y tuvo la intención de cogerla. Pero, súbitamente, la espada se alzó por sí sola y le empaló el corazón marchito que tenía. O no, no por sí sola. Se alzó sujeta por la mano de un Kaido que nació también de las mismas aguas sobre las que yacía la espada —un remanente distinto al usado anteriormente, siendo éste proveniente del Suika usado por ambos Kaido, en la primera colisión del combate—. un Mizu Bunshin, vamos.
¿Sería capaz el Dragón de licuar su cuerpo ante tan sorpresivo y repentino ataque?
¿Sería capaz de...
Kaido no iba a esperar averiguarlo.
Lanzó un kunai que sacó de su portaobjetos, a la espalda de su propio clon, que tapaba la visión de su oponente. ¿El destino del arma? incierto, todavía.