8/09/2020, 15:34
Tal y como afirmaba Shanise, las cosas habían cambiado mucho en Tanzaku Gai. La capital del País del Fuego estaba prácticamente irreconocible después del ascenso al poder del Jūchin del Valle de los Dojos, tras el ataque de Dragón Rojo y el asesinato del anterior Daimyō. Aunque, a opinión de Ayame, el cambio desde luego había sido a mejor: en la Gran Avenida Central ya no se veían casinos ni lugares de ocio dedicados a las apuestas, ni mucho menos locales dedicados a la explotación sexual. En su lugar, mercados de especias a pleno rendimiento, por la calzada carromatos cargados hasta los topes de mercancías iban de aquí para allá, y en las calles los samurais velaban por guardar el honor, el orden y la paz recién instaurados.
Y no era la única que lo había notado:
—Dioses... esto ha cambiado muchísimo —comentó Shanise, junto a ella.
—A mejor —opinió Ayame, asintiendo.
«Espero que la Cafetería Tété siga abierta...» Meditaba Ayame para sus adentros.
En algún momento de la travesía, los ojos de Ayame se vieron inevitablemente atraídos por una serie de carteles colgados en cualquier superficie vertical: "¡Música maestro!", rezaban. Y Ayame desvió la mirada automáticamente, con las mejillas encendidas.
Comenzaron a ascender una serie de escalones tallados en la piedra. Al final, el Templo del Diálogo se alzaba frente a sus ojos, pero los de Ayame se desviaron hacia el enorme arco torii de brillante color rojo que tuvieron que atravesar para acceder a él. El templo tenía un total de cuatro puertas, una por cada punto cardinal, y dentro de él había varias mesas de madera.
—¿Nerviosa? —le preguntó Shanise.
Y Ayame no pudo sino torcer el gesto ligeramente.
—Te mentiría si te respondiera que no —admitió, con una risilla nerviosa. Tuvo que contener las ganas de abrazarse el estómago, revuelto por aquel enredo de nervios.
Era la primera vez que se iba a alzar frente a los tres Kage. Era la primera vez que iba a verlos al mismo tiempo, tan de cerca. Era la primera vez que iba a escucharlos discutir: la Tormenta, contra el Bosque y contra los Remolinos. Pero, sobre todo, era la primera vez que iba a tener que soportar el escrutinio de Aburame Kintsugi.
Y no era la única que lo había notado:
—Dioses... esto ha cambiado muchísimo —comentó Shanise, junto a ella.
—A mejor —opinió Ayame, asintiendo.
«Espero que la Cafetería Tété siga abierta...» Meditaba Ayame para sus adentros.
En algún momento de la travesía, los ojos de Ayame se vieron inevitablemente atraídos por una serie de carteles colgados en cualquier superficie vertical: "¡Música maestro!", rezaban. Y Ayame desvió la mirada automáticamente, con las mejillas encendidas.
Comenzaron a ascender una serie de escalones tallados en la piedra. Al final, el Templo del Diálogo se alzaba frente a sus ojos, pero los de Ayame se desviaron hacia el enorme arco torii de brillante color rojo que tuvieron que atravesar para acceder a él. El templo tenía un total de cuatro puertas, una por cada punto cardinal, y dentro de él había varias mesas de madera.
—¿Nerviosa? —le preguntó Shanise.
Y Ayame no pudo sino torcer el gesto ligeramente.
—Te mentiría si te respondiera que no —admitió, con una risilla nerviosa. Tuvo que contener las ganas de abrazarse el estómago, revuelto por aquel enredo de nervios.
Era la primera vez que se iba a alzar frente a los tres Kage. Era la primera vez que iba a verlos al mismo tiempo, tan de cerca. Era la primera vez que iba a escucharlos discutir: la Tormenta, contra el Bosque y contra los Remolinos. Pero, sobre todo, era la primera vez que iba a tener que soportar el escrutinio de Aburame Kintsugi.