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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#23
Entonces el veto de Amegakure también se extenderá a Uzushiogakure —contraatacó Hanabi—. Ningún ninja de Kusagakure no Sato accederá a mis tierras sin previa llamada suya y consentimiento mío. No pondré vigilancia, pero cada ninja deberá firmar su entrada en los puestos fronterizos que tengo colocados en el Puente Kannabi, el Valle del Fin o las estaciones de tren, así como su salida, que deberá ser en el plazo que yo estime oportuno según la tarea que venga a realizar. De sobrepasar dicho plazo, me lo pensaré mejor la próxima vez que me llame para solicitar el paso de uno de sus ninjas, además de pedir explicaciones al ninja en cuestión por el retraso.

Bien. Así se hará. Tendréis noticias de antemano si alguno de mis shinobi tiene intenciones de adentrarse en cualquiera de vuestros dos países.

Espero que algún día cambie su idea, Kintsugi-dono. Y que lo haga cuando aún se esté a tiempo.

Con el debido respeto, Uzukage-dono, si hubiese estado en mi pellejo, si hubiese visto lo que yo vi aquel día, comprendería lo difícil que es para mí cambiar de opinión con respecto a esto —sentenció, son sombría amargura.

Antes de nada, aclarar que Reiji-kun no es ningún jinchūriki —continuó el Uzukage, y Kintsugi le miró con cierta confusión—. En el pasado reciente, no obstante, se encontró con Gyūki. El Ocho Colas. Recordarán que les conté de ese encuentro. De cómo pidió a Reiji comunicar al resto de sus hermanos, a través de Datsue, Ayame y Juro, que Kurama era el gran mal que asolaría Ōnindo. Pero se produjo algo más en dicho encuentro. Gyūki regaló a Reiji una pequeña parte de su poder. Una porción de su chakra, que podría usar para demostrar tanto a Kokuō como Shukaku que realmente se había encontrado con él, y, llegado el caso, para alguna situación crítica. Situación que se dio en el torneo.

¿Un monstruo como el Ocho Colas cediéndole poder a un humano? ¿Sin más? Según Hanabi, la finalidad era que Reiji pudiera comunicarse con el resto de bijū, pero para Kintsugi no estaba tan claro. ¿Qué les aseguraba que ese chakra no terminara actuando como un arma de doble filo? ¿Qué les aseguraba que ese shinobi no se hubiese convertido en una especie de bomba andante? No. No iba a fiarse. No podía permitir que campara a sus anchas por el bosque y terminara detonando de un momento a otro sin que pudieran hacer nada por impedirlo.

Puede que no sea un jinchūriki como tal, pero tiene el mismo poder destructivo que uno —argumentó Kintsugi, firme—. Todos lo vimos en el estadio. Es por eso que me veo obligada a extender el veto hacia él.

Y hay algo más. Ese al que usted llama monstruo se presentó en mi puerto hace unos días. Y ese monstruo no solo no nos atacó, sino que se prestó para ayudarnos con nuestra lucha contra Kurama y nos pidió refugio. Ahora Gyūki vive en el puerto de Uzu y viste una placa metálica en uno de sus cuernos con el símbolo de la espiral grabado.

«¡Y hablando de bombas!» La Morikage se llevó una mano a la frente con un sonoro resoplido. ¡Un bijū en el mismo puerto de su aldea y no hacían nada por contenerlo! ¡Más bien al contrario: lo tenían como si de una mascota exótica se tratase y jugaban a vestirlo de shinobi! ¿Es que habían terminado de perder el juicio? «Cualquier día nos aparece uno de esos bichos con un sombrero de Kage...» Se le pusieron los pelos de punta de sólo pensarlo.

Espero que sepáis lo que estáis haciendo. Es vuestra aldea, y yo no tengo ningún derecho a meterme en vuestros asuntos mientras no pongan en peligro nuestra seguridad.

Entonces Shanise se aclaró la garganta.

En fin, ahora hablaré contigo de eso, Hanabi. Por lo que respecta a tu perogrullada habitual llena de odio, Kintsugi, no me sorprende, pero desde luego, me decepciona. Esperaba que con esta reunión buscaras convertirte en algo más que en una colaboradora ocasional, pero veo que esto no va a ser así.

Kintsugi ladeó la cabeza.

No sé a lo que te refieres, Shanise-dono. Os estoy tendiendo la mano de forma completamente abierta. Sólo he puesto una única condición. Y creo que es una condición asumible.

Déjame advertirte algo: has repetido ya varias veces tu mierda de discurso, así que no es necesario que escupas más bilis hacia mi jinchūriki y mi compañera Kokuō. Todos aquí sabemos lo que piensas al respecto, y nadie te ha preguntado cómo te apetece llamarles ahora, qué nuevo insulto ingenioso se te ha ocurrido para definirlos. Aotsuki Ayame está aquí, Morikage. Presente. En representación del gobierno de Amegakure y en la mía propia, y por tanto, en representación de mi País. Cualquier calificativo despectivo hacia ella es un insulto y una afrenta a mi propio país, y por tanto un conflicto diplomático.

»De modo que ahora, limítate a imponer tus términos y recibir los nuestros de vuelta. El resto de comentarios te los vas ahorrando, pues no los toleraremos. Quédatelos en la cabeza. Sin duda todos aquí pensamos muchas cosas de ti que no te estamos diciendo. Y las que te hemos dicho en anteriores reuniones no te las repetimos como si fueras una cría. No estamos para eso.

Kintsugi volvió a suspirar.

Lamento si os he ofendido de alguna manera. De verdad, no era mi intención. Pero dejadme aclarar algo al respecto: odio a los bijū, con todas mis fuerzas, pero no odio a los jinchūriki. Sólo me dan... pena. Muchísima pena —agregó, mirando directamente a Ayame—. Después de todo, ellos no han decidido cargar con algo así.

Pero por supuesto un detalle que se me ha olvidado mencionar, ya que has dejado caer que en tu país tus shinobi levantarán la mano contra los jinchūriki de nuevo: los míos batirán a cualquier shinobi de tu aldea para el que no hayas solicitado autorización, o se exceda en sus funciones previamente anunciadas, o husmee más de la cuenta. No habrán preguntas, no habrá avisos. ¿Han quedado claros mis términos o debo repetirlos?

Externamente, el rostro de la Morikage continuaba tan plácido como siempre, pero detrás de aquel antifaz, había entrecerrado los ojos y ahora fulminaba con la mirada a la Arashikage.

Cristalinos.

Bien. Hanabi, no creo que a Kusagakure le interese la historia de un bijū con bandana. Así que si a dicha aldea sólo la movía el interés por Dragón Rojo, y no hay nada más que tratar, creo que Kintsugi no tendría, en principio, nada más que hacer aquí. O si lo prefiere, nos vamos nosotros a un lugar más relajado a charlar sobre ello.

Por Dragón Rojo y por los Generales del Nueve Colas —la corrigió, con lengua afilada. Pero terminó por suspirar con profundo pesar y, apoyando sendas manos sobre el tablero, comenzó a reincorporarse con lentitud—. Es una verdadera lástima, esto no tenía por qué terminar de esta forma tan violenta. De verdad que veníamos con la mejor de las intenciones, pero parece que mi presencia molesta aquí —Aunque tampoco le faltaba razón a Shanise: no le apetecía escuchar la historia del bijū mascota—. Así que, si no necesitan nada más de mí, nos marchamos.


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RE: Reunión para una nueva era - por Aburame Kintsugi - 4/10/2020, 16:37


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