5/10/2020, 19:08
Hanabi suspiró cuando Kintsugi insistió en su veto a Reiji, al argumentar que pese a no ser jinchūriki sí poseía el poder destructivo de uno. ¿Qué pasaba con el propio Hanabi, entonces? ¿Acaso no poseía él también un poder destructivo similar? No eran pocas las veces que le habían comparado con un bijū, después de todo. Pero prefirió no entrar a debatir. En todo lo relacionado con los bijūs, se veía que no había nada que hacer con Kintsugi.
«Ojalá algún día veas la luz, Kintsugi. Por difícil que sea».
Acto seguido, Shanise entró al debate. Hanabi comprobó, no sin cierto asombro, que había cierta tormenta en ella. No como la de Yui, más fiera y alocada, pero sí precisa y contundente. Fue tal la tensión que por un momento hasta creyó que todo derivaría en un confrontamiento, pero Kintsugi se mantuvo impasible tras su antifaz.
Las palabras de hacía apenas unos días de Gyūki resonaron en su cabeza como el tañido de una campana en el interior de un templo. Por un momento, lo que sintió por Kintsugi no fue frustración, ni siquiera rabia, sino lástima. ¿De qué estaría hecho el antifaz de Kintsugi? Gyūki aseguraba que era su deber terminar con aquel ciclo de orgullo y egolatría. Hanabi le apoyaba…
… pero era consciente de lo condenadamente difícil que iba a ser enfrentarse a un enemigo así. Uno que ante la fuerza y el poder no se resentía, sino que crecía. ¿Cuáles debían ser las herramientas para derrocarle entonces? ¿Diálogo y paciencia, únicamente?
Sintió el codazo de Don en su brazo, sacándole de su ensimismamiento. Se había perdido tanto en sus pensamientos que casi no se había dado cuenta que Kintsugi se había levantado.
—Le deseo un buen viaje de vuelta —dijo, a modo de despedida—. Y… gracias por su ayuda en el estadio —quiso terminar, intentando que el cierre de aquella reunión a tres fuese en un tono algo más positivo.
«Ojalá algún día veas la luz, Kintsugi. Por difícil que sea».
Acto seguido, Shanise entró al debate. Hanabi comprobó, no sin cierto asombro, que había cierta tormenta en ella. No como la de Yui, más fiera y alocada, pero sí precisa y contundente. Fue tal la tensión que por un momento hasta creyó que todo derivaría en un confrontamiento, pero Kintsugi se mantuvo impasible tras su antifaz.
«Hagane-kun me habló una vez sobre Moyashi Kenzou, en una de sus visitas. Según Hagane, su sonrisa era tan sólo una máscara.»
«¿Qué máscara viste la nueva Morikage, debo preguntar? ¿Qué hay detrás, odio, venganza, justicia o una profunda tristeza? ¿Es quizás su resentimiento un producto del de mi hermano Chōmei? ¿No es también el de Chōmei un producto del de los humanos de antaño?»
«¿Qué máscara viste la nueva Morikage, debo preguntar? ¿Qué hay detrás, odio, venganza, justicia o una profunda tristeza? ¿Es quizás su resentimiento un producto del de mi hermano Chōmei? ¿No es también el de Chōmei un producto del de los humanos de antaño?»
Las palabras de hacía apenas unos días de Gyūki resonaron en su cabeza como el tañido de una campana en el interior de un templo. Por un momento, lo que sintió por Kintsugi no fue frustración, ni siquiera rabia, sino lástima. ¿De qué estaría hecho el antifaz de Kintsugi? Gyūki aseguraba que era su deber terminar con aquel ciclo de orgullo y egolatría. Hanabi le apoyaba…
… pero era consciente de lo condenadamente difícil que iba a ser enfrentarse a un enemigo así. Uno que ante la fuerza y el poder no se resentía, sino que crecía. ¿Cuáles debían ser las herramientas para derrocarle entonces? ¿Diálogo y paciencia, únicamente?
Sintió el codazo de Don en su brazo, sacándole de su ensimismamiento. Se había perdido tanto en sus pensamientos que casi no se había dado cuenta que Kintsugi se había levantado.
—Le deseo un buen viaje de vuelta —dijo, a modo de despedida—. Y… gracias por su ayuda en el estadio —quiso terminar, intentando que el cierre de aquella reunión a tres fuese en un tono algo más positivo.