13/10/2020, 21:57
—¡Falsa alarma, falsa alarma! —exclamó Katsudon con su tremendo vozarrón, algo tarde.
—Dioses, Don. ¡No nos des estos sustos! —exclamó Hanabi, apartándose unos mechones sueltos con la mano. La mala suerte hizo que algunos pelos se enganchasen entre los engranajes de acero y madera que constituían las nuevas articulaciones de sus dedos y tuviese que dar un tirón para desenredarlo, como cuando se te engancha un montón de cabello en un peine de púas. «Ay… ¡Ay, ay, ay!»—. Tsk... Siempre se me olvida —farfulló, mirándose la mano de madera con algún pelo suelto enganchado.
Definitivamente era algo a mejorar en futuras versiones. Ya no era la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que le pasaba en la semana.
—Ehm… ¿Kokuō? —dijo, con duda, mirando a Ayame. A él también le había sobresaltado que hablase de pronto a través de la kunoichi—. Respecto a la bandana que pidió su hermano… Pues sí, a mí también me dejó a cuadros. Aunque, según sus palabras, no es que quisiera convertirse en un shinobi al uso. No técnicamente, vaya. Sino más bien en espíritu.
—Vamos a tener que inventarnos un nuevo rango para él —bromeó Katsudon.
—Pues igual sí —respondió Hanabi, no tan de broma—. El caso es que tomó su decisión. Podría haberse quedado escondido en el océano, sí. Pero él quiere ayudar, y desde allí poco podría hacer. Además, si Kurama viene a la Villa a por él…
Fue apenas un momento, un breve chispazo en el que el aire se volvió tan asfixiante como la cima de un volcán en erupción.
—… antes tendrá que pasar por encima de todos nosotros.
—Dioses, Don. ¡No nos des estos sustos! —exclamó Hanabi, apartándose unos mechones sueltos con la mano. La mala suerte hizo que algunos pelos se enganchasen entre los engranajes de acero y madera que constituían las nuevas articulaciones de sus dedos y tuviese que dar un tirón para desenredarlo, como cuando se te engancha un montón de cabello en un peine de púas. «Ay… ¡Ay, ay, ay!»—. Tsk... Siempre se me olvida —farfulló, mirándose la mano de madera con algún pelo suelto enganchado.
Definitivamente era algo a mejorar en futuras versiones. Ya no era la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que le pasaba en la semana.
—Ehm… ¿Kokuō? —dijo, con duda, mirando a Ayame. A él también le había sobresaltado que hablase de pronto a través de la kunoichi—. Respecto a la bandana que pidió su hermano… Pues sí, a mí también me dejó a cuadros. Aunque, según sus palabras, no es que quisiera convertirse en un shinobi al uso. No técnicamente, vaya. Sino más bien en espíritu.
—Vamos a tener que inventarnos un nuevo rango para él —bromeó Katsudon.
—Pues igual sí —respondió Hanabi, no tan de broma—. El caso es que tomó su decisión. Podría haberse quedado escondido en el océano, sí. Pero él quiere ayudar, y desde allí poco podría hacer. Además, si Kurama viene a la Villa a por él…
Fue apenas un momento, un breve chispazo en el que el aire se volvió tan asfixiante como la cima de un volcán en erupción.
—… antes tendrá que pasar por encima de todos nosotros.