14/10/2020, 19:33
—Dice que... no quiere salir.
«Ah, claro, la siempe orgullosa Kokuō ahora no quiere salir», refunfuñó Shanise para sus adentros, «no quiere salir ahora, pero el susto ya nos lo ha dado a todos la muy...»
Se cruzó de brazos y resopló, bajando la mirada y escuchando la conversación. Gyūki se había refugiado tras los shinobi de Uzushiogakure, les había prometido ayuda si era necesario, y plantaba un estandarte de guerra contra Kurama.
—¿También le mandarán misiones?
«Ayame...»
—Vamos a tener que inventarnos un nuevo rango para él —bromeó Katsudon.
—¡Bijūnin!
—¡PFFFFFFFF! —Aunque la muchacha probablemente lo decía en serio, y aunque hacía muy poco estaba a punto Shanise estaba a punto de decirle que se callase, aquél no-chiste le pilló mal y casi tuvo que sujetarse el respirador para que no se le cayese de la boca—. ¡Ayame, por favor!
El buen humor les duró poco. Hanabi solía tener aquellos momentos, en ocasiones desafortunados. A veces intencionados, pero Shanise sospechaba que aquella vez no había podido contener la fuerza de su chakra. Y la había impregnado en sus palabras. La Arashikage desvió la mirada hacia Ayame; no: más allá de Ayame. Tratando de vislumbrar en sus ojos qué le parecía a Kokuō que los humanos estuvieran hablando de defender a un bijū con su vida. Cerró los ojos.
—Me parece curioso, creo que sin quererlo hemos entrado en una guerra a dos bandos entre bijū —dijo—. Y el principal instigador contra Kurama ha sido desde el principio ese tal Gyūki.
»Tened cuidado, Hanabi. Kurama se enterará de que quien ha puesto a todos en su contra es el Hachibi, tarde o temprano. Y por lo poco que sabemos de él, se tomará muy en serio el desafío. No me cabe duda, sin preguntarle siquiera a Kokuō ni a Shukaku al respecto.
«Ah, claro, la siempe orgullosa Kokuō ahora no quiere salir», refunfuñó Shanise para sus adentros, «no quiere salir ahora, pero el susto ya nos lo ha dado a todos la muy...»
Se cruzó de brazos y resopló, bajando la mirada y escuchando la conversación. Gyūki se había refugiado tras los shinobi de Uzushiogakure, les había prometido ayuda si era necesario, y plantaba un estandarte de guerra contra Kurama.
—¿También le mandarán misiones?
«Ayame...»
—Vamos a tener que inventarnos un nuevo rango para él —bromeó Katsudon.
—¡Bijūnin!
—¡PFFFFFFFF! —Aunque la muchacha probablemente lo decía en serio, y aunque hacía muy poco estaba a punto Shanise estaba a punto de decirle que se callase, aquél no-chiste le pilló mal y casi tuvo que sujetarse el respirador para que no se le cayese de la boca—. ¡Ayame, por favor!
El buen humor les duró poco. Hanabi solía tener aquellos momentos, en ocasiones desafortunados. A veces intencionados, pero Shanise sospechaba que aquella vez no había podido contener la fuerza de su chakra. Y la había impregnado en sus palabras. La Arashikage desvió la mirada hacia Ayame; no: más allá de Ayame. Tratando de vislumbrar en sus ojos qué le parecía a Kokuō que los humanos estuvieran hablando de defender a un bijū con su vida. Cerró los ojos.
—Me parece curioso, creo que sin quererlo hemos entrado en una guerra a dos bandos entre bijū —dijo—. Y el principal instigador contra Kurama ha sido desde el principio ese tal Gyūki.
»Tened cuidado, Hanabi. Kurama se enterará de que quien ha puesto a todos en su contra es el Hachibi, tarde o temprano. Y por lo poco que sabemos de él, se tomará muy en serio el desafío. No me cabe duda, sin preguntarle siquiera a Kokuō ni a Shukaku al respecto.