16/05/2021, 18:01
(Última modificación: 16/05/2021, 18:01 por Aotsuki Ayame.)
La sorpresa se manifestó en el rostro de Juro. Y no era para menos: Ayame había trasgredido muchas de las nociones que los seres humanos tenían sobre los bijū, y había ido un paso más allá. Promulgaba la rotura de sus cadenas, ya lo había hecho con Kokuō. Como también había hecho todo lo que estaba en su mano para engañar al sello que las mantenía permanentemente unidas y hacerle sentir un poco de la libertad que tanto ansiaba. Una tímida sonrisa asomó a los labios del Kusajin. Sin embargo, cuando se dispuso a saludar, un extraño y ensordecedor sonido los sorprendió a todos: La ventosidad más grande que jamás podrían haber escuchado.
¡¡¡PRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRROO!!!
Mientras Juro rodaba por el suelo en una extraña pirueta, Ayame y Kokuō se quedaron paralizadas en el sitio con un gesto en sus caras que mediaba entre la sorpresa, la alarma y... el asco.
—¿QUÉ HA SIDO ESO? ¿QUIÉN HA SIDO? —clamaba el muchacho. ¿De verdad era sorpresa o estaba intentando disimular lo evidente?
—Eh... —murmuró Ayame, no muy segura de cómo afrontar el problema.
—Eso podríais explicárnoslo vos —atajó Kokuō, tan directa como siempre.
¡¡¡PRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRROO!!!
Mientras Juro rodaba por el suelo en una extraña pirueta, Ayame y Kokuō se quedaron paralizadas en el sitio con un gesto en sus caras que mediaba entre la sorpresa, la alarma y... el asco.
—¿QUÉ HA SIDO ESO? ¿QUIÉN HA SIDO? —clamaba el muchacho. ¿De verdad era sorpresa o estaba intentando disimular lo evidente?
—Eh... —murmuró Ayame, no muy segura de cómo afrontar el problema.
—Eso podríais explicárnoslo vos —atajó Kokuō, tan directa como siempre.