Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Ojalá pudiera disculparme por todos los errores que Kusagakure está cometiendo con el resto de aldeas y los bijū. Pero unas palabras no arreglarán nada. —Se lamentó Juro—. Puedo comprender el motivo de su odio, pero eso la está cegando y temo por las consecuencias que pueda provocar su mandato. Aunque me gustaría poder mitigarlo, lo único que lograría ahora mismo sería mi muerte, y eso tampoco cambiaría nada.
Ayame hundió los hombros. Era justo lo que pensaba ella, pero ni siquiera Juro podía hacer mucho para solucionar aquel entuerto. Y ella mucho menos. Era terriblemente frustrante sentirse tan impotente ante la situación.
—De acuerdo. ¿Tienes algún lugar en mente? Apenas conozco estos lugares y en cuanto pongo un pie en ellos, me suelo perder —admitió, con una sonrisa nerviosa mientras se rascaba la nuca.
Ayame le devolvió una suave sonrisa.
—Creo que he visto la entrada de una caverna en la pared de la montaña un poco más abajo. Hay que saltar sobre un par de pilares de roca como estos, pero creo que estaremos bien allí.
Comenzó a descender, deshaciendo el camino que tanto le había costado recorrer. Una parte de ella, su parte curiosa, se lamentaba por no poder llegar a ver lo que había en la cima de aquellas escaleras sin fin, pero su parte racional quería hablar con Juro. Y también quería que Kokuō pudiese hablar con su hermano. Además, tenía algo más en mente.
«¿Está pensando la Señorita en...?»
«Puede ser. Puede ser.»
Varias decenas de metros más abajo, Ayame se detuvo y miró hacia su derecha. Tal y como había dicho, tras un par de pilares de roca peligrosamente afilados, la pared de roca se abría hacia el corazón de la montaña. Podría haber saltado y utilizar el chakra para apoyarse en los pilares y volver a impulsarse, pero en lugar de eso prefirió entrelazar las manos y un par de alas de agua surgieron tras su espalda. Con un par de aleteos, Ayame terminó aterrizando en la boca de la caverna y, con cierto titubeo, se adentró en ella. Era una entrada bastante ancha, pero la cueva se oscurecía rápidamente conforme se adentraba en el núcleo de la montaña. El ambiente estaba cargado de humedad y, de vez en cuando, un ligero goteo hacía eco entre las paredes. Con un escalofrío ante la visión de aquel oscuro agujero sin fin, Ayame decidió quedarse prácticamente en la entrada.
—Creo que aquí estaremos bien —meditó en voz alta, con una risilla nerviosa. Y su voz reverberó entre las rocas—. ¿No, Juro? —preguntó, volviéndose hacia el desdichado exiliado.
El marionetista sintió como un escalofrío recorría su columna vertebral al escuchar a Ayame. Pero reafirmó su decisión y asintió a lo dicho por Ayame. Era una decisión lógica y estarían mucho más seguros. Ignoró el creciente brote de nerviosismo que estaba haciéndose con el control de su cuerpo por momentos.
Hicieron el descenso. A pesar de haber estado subiendo la montaña poco antes y estar agotado, se sorprendió por las renovadas fuerzas que ahora su cuerpo manifestaba. No se sentía perfecto, pero podría caminar durante un rato. Puede que fuera porque ahora tenía un motivo mucho mayor por el que andar. Necesitaba continuar hablando con Ayame, y, de alguna manera, sentía la urgente necesidad de Chōmei de hablar con su hermana también. Era como una mano empujando su espalda constantemente, hacia delante.
Cuando pudieron atisbar la caverna, Juro vio lo que Ayame le había descrito antes: entre medio, unos pilares afilados les separaban de su objetivo. Pero hacía tiempo ya que esos obstáculos no le preocupaban lo más mínimo.
Sin casi pensarlo, dos colas brotaron de su espalda y se transformaron en alas, que pronto, permitieron que se impulsara a través del aire, pudiendo sobrevolar sin mucho problema el terreno. En su interior, sintió a Chōmei disfrutar, y, por qué no decirlo, él también lo hizo. Aunque estuviera utilizando el poder de un bijū, era un fragmento tan pequeño que supuso que no habría problemas por esta vez.
Mientras estaba en el aire, solo un pensamiento invadió su mente.
« ¿Qué clase de técnica está usando? » — No le pasó desapercibido la técnica de Ayame, con la que creó dos alas hechas de agua. No solo le sirvieron para sobrevolar con la misma eficacia que las suyas, sino que además, Juro notó que era rápida, mucho más rápida que él, incluso en el aire. ¿Cómo era posible? Para sus adentros, pensó que Ayame debía de ser una shinobi excelente.
Con una mayor lentitud, aterrizó en el mismo lugar que Ayame, y, como ella, decidió asomarse para ver el interior de la cueva. No pudo pasar de la entrada. La oscuridad sin fin atenazó su corazón y le trajo recuerdos que no quería revivir.
Ayame habló, y cuando se volvió hacia Juro, se lo encontraría mucho más pálido que antes, con la mirada fija en el lugar donde la oscuridad reinaba y ocultaba el interior de la caverna. Las manos le temblaban ligeramente. Se cruzó de brazos acto seguido, para que no se notara tanto.
— S-si. Es un buen lugar — asintió, como pudo. Ruborizado, no tuvo más opción que contar la verdad, puesto que se dio cuenta al instante de que la chica también lo notaría, incluso si no veía su rostro, por su voz temblorosa —. Lo siento, no puedo evitarlo. Las cuevas me traen malos recuerdos.
Se aclaró la garganta y decidió explicarse. Quizá Ayame ya hubiera visto algo así, y sino, merecía la pena pasar la información.
— Hace relativamente poco tiempo, mientras estaba de paso, encontré un pueblo aterrorizado por la presencia de una bestia. Decían que era un monstruo gigante que rondaba el bosque y devoraba personas. Pero cada cual lo describía de una manera distinta. Justo a mi llegada el monstruo secuestró a la hija de uno de sus habitantes, y me ofrecí para ir a buscarla — relató, reteniendo otro escalofrío —. Bajé a las profundidades de su madriguera, en una cueva oscura como esta, y me encontré a... esa cosa. Era una aberración. El cuerpo de un gorila unido a tres cabezas distintas: la de un gorila, la de una serpiente y la de un tigre. A su espalda, había siete enormes colas.
» Era una especie de pseudobijuu creado artificialmente. Y tenía el chakra de Kurama en él.
Pero Ayame se quedó de piedra cuando se giró hacia él y le vio surcando los cielos con una suerte de alas de insecto. Se dio cuenta enseguida de que se había quedado boquiabierta, y sacudió la cabeza para salir de su ensimismamiento.
«¿Qué tipo de técnica era esa?» Se preguntó, llena de curiosidad. «¿Tiene algún tipo de conexión con los insectos?»
«Creo, Señorita, que tiene más que ver con mi Hermano.» Respondió la voz de Kokuō en su mente.
«¡¿Cómo?!»
Pero no obtuvo ninguna respuesta más. Ayame no había llegado a ver a Chōmei nunca, por lo que no conocía ni su aspecto ni las posibles habilidades que podría tener. Por conocer, apenas conocía a Shukaku, pero pese a lo escalofriante y sádico que era, sí podía decir que le debía una. Literalmente, le había salvado la vida.
—S-si. Es un buen lugar —tartamudeó Juro. A Ayame no le pasó desapercibido que se había puesto más pálido de lo habitual y que sus ojos recorrían nerviosos la cueva como si estuviera esperando que surgiera algún monstruo de su interior. El exiliado debió darse cuenta de que Ayame estaba pendiente de él, porque añadió—: Lo siento, no puedo evitarlo. Las cuevas me traen malos recuerdos.
—Oh... Lo siento, no lo sab... —comenzó a disculparse, pero Juro la interrumpió para explicarse.
—Hace relativamente poco tiempo, mientras estaba de paso, encontré un pueblo aterrorizado por la presencia de una bestia. Decían que era un monstruo gigante que rondaba el bosque y devoraba personas. Pero cada cual lo describía de una manera distinta. Justo a mi llegada el monstruo secuestró a la hija de uno de sus habitantes, y me ofrecí para ir a buscarla —relató—. Bajé a las profundidades de su madriguera, en una cueva oscura como esta, y me encontré a... esa cosa. Era una aberración. El cuerpo de un gorila unido a tres cabezas distintas: la de un gorila, la de una serpiente y la de un tigre. A su espalda, había siete enormes colas. Era una especie de pseudobijuu creado artificialmente. Y tenía el chakra de Kurama en él.
—E... ¿Estás bromeando, no? —murmuró Ayame. Ahora era ella la que se había quedado pálida como la cera—. ¿Cómo puede existir alg...? Oh, espera —Cruzó los dedos índice y corazón como cuando realizaba el Kage Bunshin, pero justo antes le dirigió una breve mirada a Juro—. Por favor, no te asustes.
¡Puff!
Una densa nube de humo estalló justo junto a ella. La escasa brisa de la cueva removió los jirones del humo, dispersándolos y dejando a la vista una criatura del tamaño y el cuerpo de un caballo blanco, la cabeza de un cetáceo y cinco ondulantes colas tras el final de su espalda. Sobre su cabeza, lucía orgullosa cuatro cuernos.
—Juro, ella es Kokuō. Kokuō, él es Juro.
—Ya nos conocemos —respondió Kokuō, clavando una solemne mirada de sus ojos aguamarina bañados de rojo en el muchacho. Con cierta elegancia, el bijū flexionó una de sus patas delanteras e inclinó el cuello en una sonada reverencia.
10/05/2021, 22:40 (Última modificación: 10/05/2021, 22:45 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
—Ya nos conocemos —respondió Kokuō, con una solemne mirada de sus ojos aguamarina y una elegante y sonada reverencia, tan solo eclipsada por un todavía más sonado y todavía más solemne…
… y gran…
…y enorme…
… y ensordecedor…
… y mastodóntico…
… Y DESCOMUNAL…
¡¡¡PRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRROO!!!
… PEDO.
· · ·
A cientos y cientos de kilómetros, en una confortable casa con jacuzzi y vistas al mar uzujin, un joven chico de cabellos negros recuperaba el control de su cuerpo.
—¿S-shukaku? Shukaku, ¿qué…? ¿¡Qué sello de comunicación has activado cuando…!?
—¡JAAAAA JIA JIA JIA JIA JIA! No-no, no activé ningún sello, ¡te lo juro! —replicó él, tomando momentáneamente de nuevo el control.
—¡Shukaku no me jodas! ¡Que nos conocemos! —exclamó. Su cuerpo pasaba de llorar de la risa a la indignación máxima en cuestión de segundos, dependiendo de quién mandase sobre él, como si estuviese sufriendo un ataque de demencia y esquizofrenia severa.
—¡JIA JIA JIA! Que de verdad que no…
—¡Shukaku! —se desgañitó, antes de perder la paciencia y pasar a estrangularle.
Bueno, estrangularse a sí mismo. Con la otra mano libre Shukaku le lanzó un puñetazo a la barbilla y acabó haciéndose daño él mismo también.
—¡Me cago en…!
Tropezaron, cayeron de espaldas contra la ventana y el cristal cedió. Cuando se dieron cuenta, estaban en el aire, y al instante después su espalda colisionaba contra el césped del jardín, arrancándoles la respiración y cientos de cristales hechos añicos cayéndoles a su alrededor.
—¡Puag! ¡Mira la que has liado! Vale, sí, sí. ¡Activé el sello de Juro! ¿Qué más te da? El cabrón nunca te responde, ¿no? ¡Pues que se joda!
Datsue se llevó una mano al rostro y se detuvo a medio camino al darse cuenta que un cristalito se le había introducido en la palma y un hilo de sangre corría por él.
—Te juro, Shukaku… Te juro, que a veces me entran ganas de matarte.
—¡JIA JIA JIA! Mejor que no sepas cuántas veces me entraron a mí.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Por la reacción de Ayame, el marionetista pudo saber que nunca se había encontrado con una cosa semejante a la que él. Eso era bueno. Con suerte, la información llegaría y las aldeas podrían estar más preparadas contra la amenaza que Kurama suponía. Una bestia suelta ya era mala de por sí, pero un ejército entrenado de esas bestias podría arrasar una aldea en muy poco tiempo.
Estaba preparado para dar los detalles necesarios, pero antes, Ayame le advirtió.
— Por favor, no te asustes. — Juro hizo el esfuerzo de mantenerse quieto. Por mucho que estuviera viendo los sellos que tenía delante, había decidido confiar en Ayame. Frunció el ceño cuando se dio cuenta de que reconocía el inicio de esa secuencia, pero no entendió por qué.
Entonces, en lugar del Kage Bunshin que ya daba por hecho que aparecería, Juro vio la figura de un caballo blanco, pero era más que eso. Su cabeza era la de un cetáceo, a su espalda, había cinco colas. Sobre su cabeza, cuatro cuernos. Juro no necesitó ninguna indicación. En cuanto la criatura clavó sus elegantes ojos en él, supo quien era.
Y esta vez, fue él quien estuvo genuinamente sorprendido.
«¿Qué...demonios?» — La presencia de Kokuō, ahí, delante suyo, se cargaba todas las reglas en las que había creído hasta ese momento. Chōmei tampoco tenía palabras. Ni si quiera para hablar de la suerte que tanto le gustaba.
Observó nuevamente a Ayame, atónito. ¿De verdad había encontrado una forma de trucar el sello que contenía al bijuu en su interior? ¿Tenía tanto poder y conocimiento?
A pesar de todo lo que había pasado hasta ese lugar, Juro no pudo evitar sentirse impresionado ante la visión del bijuu. La tenía delante. En unas condiciones mucho más amables que la última vez, claro esta. Pero sus ojos transmitían la misma paz y serenidad. No se sentía amenazado. Simplemente, se estaba recuperando del shock.
— Ho... — Comenzó a decir, con una sonrisa. Aquella educación que parecía caracterizar al bijuu que tenía delante era bastante encantadora. Se sintió hasta obligado a contestarle de igual manera.
Hasta que sonó aquello.
¡¡¡PRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRROO!!!
El sonido salió de la oreja de Juro. Pero, ¿cómo iba a imaginarse él aquello? Después de haber olvidado e ignorado completamente el sello, no esperaba que fuera a relucir en un momento así. De aquella manera.
No solo fue un pedo extremadamente sonoro. A sus oídos, sonó como el más gordo de los petardos. Una explosión. Un terremoto. Mil bombas sonoras. Durante unos segundos, hasta la tierra pareció moverse de su sitio. Juro había esperado muchas cosas en aquella cueva, pero no aquel ruido. No después de haber contado esa historia. Y desde luego, de haber visto lo que acababa de ver. Demasiadas emociones.
Sus piernas cedieron y se dio de bruces contra el suelo. El corazón le empezó a latir a mil por hora. Sintió que alguien le atacaba. Rodó desesperadamente para los lados, tratando de alejarse del enemigo invisible.
— ¿QUÉ HA SIDO ESO? ¿QUIÉN HA SIDO? — Pronto se daría cuenta de la situación. Pero en ese momento, lo que le llevó fue el pánico, no el sentido común.
Sí, desde luego, en algún lugar, el autor tenía derecho a reírse. Menuda manera de joder el momento.
16/05/2021, 18:01 (Última modificación: 16/05/2021, 18:01 por Aotsuki Ayame.)
La sorpresa se manifestó en el rostro de Juro. Y no era para menos: Ayame había trasgredido muchas de las nociones que los seres humanos tenían sobre los bijū, y había ido un paso más allá. Promulgaba la rotura de sus cadenas, ya lo había hecho con Kokuō. Como también había hecho todo lo que estaba en su mano para engañar al sello que las mantenía permanentemente unidas y hacerle sentir un poco de la libertad que tanto ansiaba. Una tímida sonrisa asomó a los labios del Kusajin. Sin embargo, cuando se dispuso a saludar, un extraño y ensordecedor sonido los sorprendió a todos: La ventosidad más grande que jamás podrían haber escuchado.
¡¡¡PRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRROO!!!
Mientras Juro rodaba por el suelo en una extraña pirueta, Ayame y Kokuō se quedaron paralizadas en el sitio con un gesto en sus caras que mediaba entre la sorpresa, la alarma y... el asco.
—¿QUÉ HA SIDO ESO? ¿QUIÉN HA SIDO? —clamaba el muchacho. ¿De verdad era sorpresa o estaba intentando disimular lo evidente?
—Eh... —murmuró Ayame, no muy segura de cómo afrontar el problema.
—Eso podríais explicárnoslo vos —atajó Kokuō, tan directa como siempre.
Tardó un poco de tiempo en procesar la situación. No solo se dio cuenta de que no les estaban atacando, sino que vio el rostro de las personas que tenía delante. Cuando percibió el asco, el estímulo conectó con su cerebro y finalmente comprendió lo que había escuchado.
Un pedo. El más enorme que había escuchado nunca. Y por alguna razón, había venido de él. Qué cojones.
Se levantó, lentamente, mientras la vergüenza iba dominandole. La rojez ascendió por sus mejillas y su rostro, acusandole de un crimen del que era inocente.
— Ni si quiera me había dado cuenta de lo que era hasta ahora. ¡Eso no ha venido de mí! — protestó, al sentir las miradas acusadoras —. Y dudo mucho que un bijuu pueda tirarse un pedo a través del cuerpo de su jinchūriki. Somos totalmente inocentes. ¡Ni si quiera huele!
Cuanto más hablaba, más rojo se ponía. La situación era bastante ridícula. ¿De verdad les acababa de confesar la verdad sobre el asesinato del Morikage y creían que les iba a mentir sobre una ventosidad? ¡Eso sí que no tenía sentido!
Pero lo cierto era que ese ruido había salido de el. Más concretamente...
«Mira que eres tonto, chico,
¿No se te ha ocurrido pensar en lo que tan estúpidamente hiciste en tu oreja?
Esta vez tú te has ganado tu propia suerte»
Se sorprendió de escuchar a Chōmei, igual de bromista, pero, quizá, un poco molesto. Al fin y al cabo, lo que quiera que hubiera pasado se había cargado un momento muy importante.
— ¿Qué? — Juro se llevó una mano a la parte donde residía el sello comunicador, detrás de su oreja. Entonces, su mente sumó dos y dos —. ¿No creerás que ha sido...?
Había pasado mucho tiempo, pero el sello permanecía en él. Casi lo había olvidado por completo. Durante su exilio, se había negado a contestar cualquier llamada o intento de conversación por parte de Datsue. ¿Por qué? Pues la razón era evidente. No podía fiarse de nadie. Hasta ese mismo momento donde Ayame y Yota habían decidido creerle, ni si quiera había imaginado que alguien le escucharía. Poder hablar con Datsue le habría venido genial para trabajar juntos, por supuesto. Pero la cosa nunca era tan fácil. Uzushiogakure estaba de por medio y, con ellos, Kusagakure.
Datsue era un buen tío y habían luchado juntos en días pasados, pero él era un exiliado y no sabía hasta que punto esas posibles conversaciones podrían haber sido escuchadas o utilizadas en su contra. Si hubiera sabido antes que la situación estaba tan mal entre las aldeas, quizá, solo quizá, se lo habría pensado mejor. Pero ya era tarde, ¿no?
Juro se levantó lentamente, con el rostro cubierto por la más absoluta vergüenza. No era para menos, pero después de tanto tiempo alejado de la civilización, Ayame no había esperado que el chico olvidara las reglas básicas de convivencia con otros seres humanos.
—Ni si quiera me había dado cuenta de lo que era hasta ahora. ¡Eso no ha venido de mí! —protestó, y Ayame y Kokuō intercambiaron una breve mirada cargada de incredulidad—. Y dudo mucho que un bijuu pueda tirarse un pedo a través del cuerpo de su jinchūriki. Somos totalmente inocentes. ¡Ni si quiera huele!
—Ya... —murmuró Ayame, para nada convencida con las explicaciones de Juro.
—Por favor. Nosotros, los Bijū, no sufrimos esas... necesidades de los humanos —resopló Kokuō, con un profundo desdén.
—¿Qué? —dijo Juro entonces, llevándose una mano a la oreja—. ¿No creerás que ha sido...?
—¿Qué? ¿Cómo voy a pensar que ha sido tu oreja? —Ayame ladeó la cabeza, profundamente extrañada.
—Los humanos hacen cosas muy extrañas con su cuerpo...
26/05/2021, 22:02 (Última modificación: 26/05/2021, 22:03 por Eikyuu Juro. Editado 1 vez en total.)
Juro exhaló un suspiro. Los comentarios agresivos de Kokuō y la repentina desconfianza de Ayame pasaron a segundo plano cuando comenzó a valorar las repercusiones de aquella situación. El hecho de que el sello se hubiera activado le preocupó momentáneamente, pero solo le hizo falta escuchar durante unos segundos para ver que estaba desconectado otra vez. Hacía mucho que no sentía que Datsue lo utilizara, y a decir verdad, había sido por un periodo tan corto de tiempo que dudó que hubiera escuchado nada de la conversación que estaban manteniendo.
Tendría que contárselo a Ayame, pero miles de preguntas se acumulaban en su mente. Necesitaba información, y tenía miedo de que fuera a negarse a seguir hablando tras entender lo que ocurría. Pero era lo justo. Al fin y al cabo, se estaban jugando los dos el pellejo. Llegados al caso, no quería que la chica se acabara dando cuenta por otras razones y creyera que le estaban espiando.
— Tengo muchas preguntas que hacerte, pero ahora que me ha dado cuenta de esto, no creo que podamos seguir esta conversación sin enseñártelo. No te asustes, ¿vale? — Y repitiendo el mismo mantra, Juro se acercó ligeramente a Ayame y le enseñó el sello que tenía, justo detrás de la oreja —. Es un sello de comunicación ligado a Datsue. Lo hicimos hace un tiempo, cuando aún no era un exiliado. Pero sigue ahí y por mucho que lo intente, soy incapaz de eliminarlo por mi cuenta.
» El sello permite que podamos hablar entre nosotros cuando uno de los dos lo activa. En teoría. En la práctica, aunque habría sido una gran oportunidad para explicarle lo ocurrido, no me sentí capaz de usarlo desde que abandoné Kusagakure — explicó, desviando ligeramente la mirada, quizá algo avergonzado —. De cualquier manera, el sello lleva mucho tiempo inactivo. Hasta este momento. Lo que sí os puedo asegurar es que no nos ha escuchado. Solo ha podido ser durante el instante que ha aparecido ese ruido, porque de otra manera, me habría dado cuenta enseguida. Chōmei también lo cree. Pero es la primera vez que hace... algo así.
¿Datsue utilizando el sello para tirarse pedos? ¿Qué sentido tenía eso? ¿Era una nueva técnica de interrogación patentada por Uzushiogakure? ¿O es que del esfuerzo había activado el sello sin darse cuenta?
—Tengo muchas preguntas que hacerte, pero ahora que me ha dado cuenta de esto, no creo que podamos seguir esta conversación sin enseñártelo. No te asustes, ¿vale?
Kokuō alzó sendas cejas, pero Ayame había comenzado a gesticular violentamente al aire. ¡Estaban hablando de ventosidades y faltas de protocolo sociales y ahora decía que le quería enseñar algo!
—¡Espera! ¡¿Qué me vas a ens...?! —exclamó una alarmada Ayame, que se apresuró a taparse los ojos con ambas manos. Por la abertura que había dejado entre los dedos vio, sin embargo, que se estaba señalando la oreja. Debajo de la cual tenía un pequeño tatuaje con el número 7 inscrito.
—Es un sello de comunicación ligado a Datsue —explicó Juro. Aquello pilló desprevenida a Ayame, quien, sumamente sorprendida ante la revelación, volvió a bajar las manos—. Lo hicimos hace un tiempo, cuando aún no era un exiliado. Pero sigue ahí y por mucho que lo intente, soy incapaz de eliminarlo por mi cuenta. El sello permite que podamos hablar entre nosotros cuando uno de los dos lo activa. En teoría. En la práctica, aunque habría sido una gran oportunidad para explicarle lo ocurrido, no me sentí capaz de usarlo desde que abandoné Kusagakure. De cualquier manera, el sello lleva mucho tiempo inactivo. Hasta este momento. Lo que sí os puedo asegurar es que no nos ha escuchado. Solo ha podido ser durante el instante que ha aparecido ese ruido, porque de otra manera, me habría dado cuenta enseguida. Chōmei también lo cree. Pero es la primera vez que hace... algo así.
—¡Oh, yo tuve uno de esos con él también! —exclamó, llevándose una mano a la oreja derecha, allí donde una vez había lucido el número nueve. Pero Llueve Nueve hacía tiempo que había desaparecido...—. [color]Pero el mío desapareció al tiempo, así que supongo que al tuyo le pasará lo mismo...[/color]
—¿Eso quiere decir que ha sido el Uchiha el que ha hecho... eso? —intervino Kokuō, cruzándose de brazos en un gesto de absoluto desprecio.
Pero Ayame se encogió de hombros, sin saber qué pensar al respecto. Terminó por suspirar, y se volvió de nuevo a Juro:
—Entiendo que te diera miedo hablar con nadie de lo que ocurrió en Kusagakure... Pero quizás alguien podría haberte ayudado. Sobre todo siendo ajeno a la aldea... —opinó—. No me importa si nos ha escuchado o no. De hecho, quizás nos beneficiaría que él también se enterara. Es jinchūriki también, después de todo. Deberíamos estar unidos... Sobre todo si tenemos que defendernos de la amenaza de Kurama... —agregó, súbitamente sombría.
La reacción de la amejin habría sido bastante cómica de haber estado en otra situación, pero lo cierto es que Juro estaba demasiado harto de los malentendidos como para dejar que otro se interpusiera en su camino. Cuando la chica se atrevió por fin a mirar (el marionetista se preguntó, brevemente, qué diablos se había imaginado), la lucidez apareció en sus ojos y le respondió con unas palabras que nunca habría imaginado salir de su boca.
—¡Oh, yo tuve uno de esos con él también!
Esta vez fue su turno de alzar ambas cejas. ¿Qué significaba aquello? La única persona que él supiera que pudiera usarlos era Datsue, y Ayame y él no estaban precisamente en buenos términos la última vez que se habían visto los tres.
Pero la chica fue incluso más allá y afirmó que debían de estar unidos para enfrentar la amenaza que se cernía sobre ellos.
« Ha pasado mucho tiempo. El mundo está cambiando.» — comprendió para sí. Las cosas avanzaban. Aquella peculiar unión le dio algo de esperanza. Igual que Kusagakure parecía estar hundiéndose, otros también progresaban fuera de aquel patético escenario que Kurama parecía estar preparando para la humanidad.
— Tienes razón. El miedo y la pena hicieron que no jugara bien mis cartas durante este tiempo. Pero ya estoy preparado para seguir adelante — afirmó, con convicción. Puede que ya fuera tarde para recorrer otros caminos, pero al menos tenía uno delante y pensaba seguirlo. Le llevara a donde le llevara. Chōmei también pensaba lo mismo —. Sé que la situación no es la mejor, pero podéis contar conmigo y con Chōmei para enfrentar a Kurama o lo que necesitéis. Yo también creo que debemos de estar unidos.
Tras esa afirmación, volvió a observar a Kokuō. Su apariencia era real, pero la mente del chico era incapaz de concebir que verdaderamente estuviera ahí. Sintió ganas de acariciar su pelaje para comprobarlo, pero supo que era una mala idea.
«No te lo recomiendo, Kokuō es mucho más seria y aburrida que yo.
Con lo orgullosa que es, ese "pequeño inconveniente" la habrá reventado por dentro.
Menuda suerte la tuya, jejeje »
Chōmei no ayudaba precisamente, pero ya estaba acostumbrado a sus bromas. Además, en el fondo, sabía que no pensaba mal de su hermana. Podía sentir el cariño que le tenía en su interior. Si Kokuō entendía que Juro no había intentado humillarla, entonces todo iría bien.
— No sé que está pasando exactamente, pero me alegro de verte así, Kokuō. Te sienta mucho mejor que la situación en la que os dejó Kurama la última vez... Me sentí aterrado en nuestro último encuentro, pero, pensándolo detenidamente, creo que fuiste bastante amable conmigo dadas las circunstancias. Debería darte las gracias — afirmó Juro. Todo había cambiado, desde luego. Puede que Kokuō siguiera siendo una criatura capaz de asesinarle, pero ahora que conocía a Chōmei, había aprendido mucho más de los bijuu. Ya no sentía ese miedo irracional ante sus ojos aguamarina, aunque continuaba teniéndole gran respeto —. ¿Cómo es posible? ¿Existe una forma de liberar el sello, aunque sea temporal?
Puede que el tema de Datsue fuera importante, pero la pregunta le reconcomía desde que habían comenzado a hablar y ya no podía guardarla ya. Necesitaba saberlo, igual que Chōmei ardía en deseos, en su interior, de averiguar cómo hacer algo así.
—Tienes razón. El miedo y la pena hicieron que no jugara bien mis cartas durante este tiempo. Pero ya estoy preparado para seguir adelante —afirmó Juro, lleno de convicción.
—Tampoco deberías echarte la culpa de todo —Ayame hundió los hombros, apenada—. Tu situación es muy compleja, quién sabe cómo habríamos actuado los demás en tu lugar...
Porque, por mucho que se estaba esforzando, era realmente difícil imaginarse a sí misma en los mismos zapatos que Juro. ¿Qué habría hecho ella si se hubiese visto acorralada entre su Arashikage y el calabozo? ¿Qué habría hecho ella si se hubiese visto obligada a exiliarse de su aldea, a alejarse de su hogar, de su familia, de sus seres queridos, de sus amigos? ¿Qué habría hecho ella tantos meses sola ahí fuera...?
No podía siquiera imaginarlo. Pero la sola idea le ponía los pelos de punta.
—Sé que la situación no es la mejor, pero podéis contar conmigo y con Chōmei para enfrentar a Kurama o lo que necesitéis. Yo también creo que debemos de estar unidos.
—Lo mismo digo, Juro —sonrió ella—. Podéis contar con nosotras para lo que sea que necesitéis.
Juro entonces se volvió hacia Kokuō, sus ojos observándola con cuidado y respeto. El Bijū, más relajada que antes, había flexionado las patas y se había tumbado en el suelo, tal y como lo haría un caballo real, con sus cinco colas barriendo el suelo por detrás de su cuerpo con suavidad.
—No sé que está pasando exactamente, pero me alegro de verte así, Kokuō. Te sienta mucho mejor que la situación en la que os dejó Kurama la última vez... Me sentí aterrado en nuestro último encuentro, pero, pensándolo detenidamente, creo que fuiste bastante amable conmigo dadas las circunstancias. Debería darte las gracias.
—No me las deis —Repuso ella, entrecerrando ligeramente los ojos—. En aquel entonces habría matado a cualquier humano que intentara arrebatarme mi libertad sin ningún tipo de remordimiento. Y ese Uchiha no me puso las cosas fáciles, la verdad. Pero al final... las aguas volvieron a su cauce.
Los labios de Ayame temblaron, en una sonrisa nerviosa. Por aquel entonces, ella había estado encerrada dentro de su propio cuerpo y experimentaba todo lo que sentía Kokuō. Por eso sabía que sus palabras eran mucho más literales de lo que podían parecer en un principio.
—¿Cómo es posible? ¿Existe una forma de liberar el sello, aunque sea temporal? —preguntó Juro.
—No sé en qué términos estarás con Chōmei —intervino Ayame—, pero después de que me devolvieran a la normalidad, decidí liberar a Kokuō de su prisión y compartir mi cuerpo con ella. Podía hablar a través de mí, e incluso tomar el control si así lo deseaba. Pero siempre con unos límites que ambas respetamos. —Ayame sonrió entonces. Y en aquella ocasión fue una sonrisa llena de sinceridad y felicidad—. Pero no era suficiente para mí. Yo quería algo más para ella, pero lamentablemente no era posible romper el sello que nos unía sin que yo muriera en el proceso. ¡Así que ideé otra forma! Estuve meses trabajando en esta técnica: una técnica que permitiera a Kokuō salir al mundo exterior siempre que quisiera hacerlo.
Juro sonrió ante los ánimos de Ayame. Desde luego, era una chica comprensiva y amable, eso se notaba. Y era justo lo que necesitaba. El incidente de la ventosidad se desvaneció pronto y pudieron retomar por fin la conversación. Puede que solo fuera una sensación suya, pero creía que lo que iban a hablar en aquella caverna aquel día podría cambiar el curso de los acontecimientos futuros.
—Lo mismo digo, Juro. Podéis contar con nosotras para lo que sea que necesitéis.
— Gracias — Ensanchó aún más su sonrisa, de pura gratitud. Era un alivio saber que, en alguna parte, contaba con el apoyo de alguien, aunque residiera en Amegakure y no tuviera acceso a Kusagakure de ninguna manera. Una persona más en el mundo estaba de su lado y eso era una sensación increíblemente satisfactoria después de tanto tiempo huyendo.
Por su parte, las palabras de Kokuō fueron tal y como Chōmei le había descrito. Sencillas, fuertes y con convicción. Juro ya suponía que iba a rechazar cualquier agradecimiento, aunque la rotunda sinceridad de aquel ser le dejó, nuevamente, sin saber qué contestar.
Afortunadamente, Ayame tomó el relevo de la conversación y continuó explicando al marionetista la situación. Juro sintió un escalofrió al recordar las palabras que Uchiha Zaide le dedicó al descubrir que había liberado a Chōmei, afirmando que Ayame había hecho lo mismo. Tal y como había supuesto desde el momento en que había logrado invocar a Kokuō, Juro pudo confirmar que esto era cierto. Aun así, cuando la muchacha le habló acerca de su acuerdo con el bijuu, no pudo evitar sorprenderse.
« ¿Eso es posible? Tú nunca has tomado el control de mi cuerpo » — preguntó para sus adentros.
« Te has pasado un año lloriqueando en mitad de la arena del desierto, chico,
por mucho que quisiera salir a estirar las alas, no quería que tu mala suerte se me contagiara »
«...bueno, supongo que no ha surgido el momento »
Cuando Ayame terminó la explicación, Juro se atrevió a abrir la boca.
— Liberé a Chōmei para enfrentarnos juntos a Kurama, y no me arrepiento de la decisión. Nos llevamos bien, aunque tengamos ciertos...encontronazos, en ocasiones. Sin él, probablemente me habría vuelto loco por la soledad. Le debo mucho — suspiró el marionetista —. Yo también querría que pudiera ser libre, pero lo di por imposible. Nunca se me habría ocurrido algo así.
» Entonces, si el sello no está roto, eso quiere decir que es una proyección. ¿Algo así como un clon de Kokuō? — se atrevió a sugerir Juro, guiado por la similitud del nombre con otras técnicas que conocía.
—Liberé a Chōmei para enfrentarnos juntos a Kurama, y no me arrepiento de la decisión. Nos llevamos bien, aunque tengamos ciertos...encontronazos, en ocasiones. Sin él, probablemente me habría vuelto loco por la soledad. Le debo mucho —confesó Juro, con un quedo suspiro, y Ayame no pudo sino ensanchar su sonrisa. Que el Kusajin también hubiese decidido liberar a su bijū de sus cadenas era una magnífica noticia. Y aunque Kokuō seguía igual de imperturbable, sabía bien que también se alegraba profundamente—. Yo también querría que pudiera ser libre, pero lo di por imposible. Nunca se me habría ocurrido algo así. Entonces, si el sello no está roto, eso quiere decir que es una proyección. ¿Algo así como un clon de Kokuō?
Ayame se llevó un dedo al mentón, pensativa.
—Aaaaaalgo así... —dudó, buscando las maneras adecuadas para expresarse—. Conoces el Kage Bunshin, ¿no? Normalmente, cuando creas un clon de este tipo, divides tu propio chakra en partes iguales para cada copia. Con el Bijū Bunshin, lo que hago es extraer el chakra de Kokuō. O todo lo que puedo extraer, al menos: siempre quedará una fracción de su chakra dentro de mí, su parte vinculada a mi cuerpo. Sería algo así como un clon poseído por el chakra del bijū, para que nos entendamos. Ah, y puede adoptar tanto forma humana como su forma bijū, que es la que estás viendo ahora.
18/06/2021, 21:17 (Última modificación: 18/06/2021, 21:21 por Eikyuu Juro. Editado 4 veces en total.)
Juro no hizo más que asentir conforme Ayame iba añadiendo más y más información para describir aquella curiosa técnica que había imaginado. Al finalizar, el marionetista abrió los ojos como platos, al comprender un poco más su funcionamiento. Diablos. Se habría inclinado ante ella por aquella genialidad, pero prefería no volver a generar situaciones que dieran a malentendidos.
— Entonces ella puede moverse a voluntad en una forma u otra y... ¿Incluso conserva sus recuerdos después de la técnica? — apuntó Juro, aún sin poder creerlo —. ¡Es increíble, Ayame! Puede que no sea la libertad, pero es mucho más de lo que habría imaginado que pudiera ser posible.
Sintió una punzada de remordimiento, en algún lugar de su conciencia. Sí, puede que Chōmei no se pronunciara al respecto, pero se sintió un Jinchūriki horrible. ¿Cómo no había pensado en tratar de inventar alguna técnica así? En el exilio había tenido tiempo para pensar. Mucho, de hecho. Le debía mucho al bijuu y sin embargo, no había pensado en tratar de alcanzar su libertad por medio del ninjutsu.
En fin, simplemente había gente mucho más talentosa que otra. Eso era un hecho.
— Si estas compartiendo el secreto de esta técnica conmigo, eso significa que... ¿estas dispuesta a enseñarme a utilizarla? — dijo Juro, casi con algo de vergüenza. Nunca imaginó que se encontraría pidiéndole técnicas a una ninja de una aldea ajena. Su orgullo nunca se lo habría permitido. Pero ahora... la cosa era diferente. Juro juntó ambas manos en una petición —. Normalmente nunca pediría algo así a alguien ni querría abusar de tu bondad, pero... bueno, Chōmei merece volar libre. Libro de verdad, aunque sea algo momentáneo.