22/01/2016, 15:40
(Última modificación: 22/01/2016, 15:59 por Hanamura Kazuma.)
Espero durante cerca de un minuto hasta que Eri apareció en el pilar frente a él. El estadio comenzaba a cubrirse con el murmullo de la gente y la tensión de sus expectativas. Kazuma comenzaba a tener dudas, pero no permitiría que su rostro lo demostrara. Un ninja jamás debe mostrar debilidad, ese era una de las lecciones más valiosas que le habían dado en la vida.
«Qué curioso —pensó al ver la expresión de la kunoichi—. Me la imagine un poco mas turbada por todo el asunto de combatir.»
—Vaya, Kazuma-san, ¡qué suerte encontrarme contigo! Espero que lo pasemos bien. —Dijo para luego hacer una reverencia.
—Esto… Yo no diría que suerte —dijo un poco extrañado por las palabras de su compañera de villa—. En realidad me sorprendió saber que te enlistaste en un evento como este, pero debes tener tus motivos igual que yo.
El Ishimura lo recordaba; no solo estaba en aquel lugar por diversión, por patriotismo o por la opinión de nadie. Estaba para ponerse a prueba así mismo, para ver qué tan lejos podía llegar. En cuanto vio a tantos conocidos supo que también tendría que poner a prueba sus lazos, pero no se esperaba que una sensación tan amarga.
—Jejeje —rió por lo bajo, un poco nervioso—. Para serte sincero, si hubiéramos tenido este combate antes de aquel día en el jardín de los cerezos, habría peleado encantando. Pero ahora… —se sacó las manos de los bolsillos y al mirarlas recordó cuando la chica se las había vendado—. La sola idea me aflige.
Solía ser malo expresándose ya que siempre buscaba rodeos para no mostrarse blando, pero puede que en aquel momento, en aquella circunstancia, pudiera permitírselo.
—¡Gracias por darme tu amistad, Eri-san! —gritó mientras hacía una marcada reverencia, con tal ímpetu que en lo más lejos de las gradas y los palcos pudieron verle y escucharle.
El público clavó la mirada en las ojos verdes, como esperando su reacción. De igual forma no le habían quitado los ojos de encima desde que hizo acto de presencia. Seguramente a muchos le parecía sorprendente que una bella flor pudiera combatir en un lugar como aquel. Una chica linda, un chico que parece "malo", un combate y mucho drama, de más está decir que el público se encontraba totalmente emocionado y borde de la euforia.
—Ya no dudaré más —aseguro, levantó su mirada enmarcando unos ojos grises llenos de determinación—. Por el respeto que te tengo como camarada y como oponente, por las expectativas de nuestra kage y nuestro país, y por la lealtad a mi camino ninja y a mí mismo —clamó mientras se ajustaba la brillante banda metálica, con el símbolo de la espiral, sobre la frente—. Por todo eso, me enfrentaré a ti con todo lo que tengo, aunque parezca alguien detestable. Luchare, hasta desfallecer, dando lo mejor de mí para no arrepentirme del resultado. —Se colocó en posición de combate, esperando que su oponente hiciera lo mismo.
—Esa es mi resolución, Mizumi Eri.
En aquel momento pudo sentir como se quitaba un peso de encima, quizás fuera el peso de la duda o de la culpa. Lo cierto era que se sentía liberado y listo. Sin embargo, y aun así, le hubiera gustado saber que sentía la chica de cabellos azules que tenía frente a él. ¿le odiaría? ¿le respetaria? ¿le pareceria ridiculo? o ¿quizás estuviera de acuerdo? No lo sabía, pero de todas maneras solo le quedaba un opción. Era consciente de los vínculos que tenía con Eri, pero sabía que esos mismos vínculos son los que le darían fuerza en aquel momento.
«Qué curioso —pensó al ver la expresión de la kunoichi—. Me la imagine un poco mas turbada por todo el asunto de combatir.»
—Vaya, Kazuma-san, ¡qué suerte encontrarme contigo! Espero que lo pasemos bien. —Dijo para luego hacer una reverencia.
—Esto… Yo no diría que suerte —dijo un poco extrañado por las palabras de su compañera de villa—. En realidad me sorprendió saber que te enlistaste en un evento como este, pero debes tener tus motivos igual que yo.
El Ishimura lo recordaba; no solo estaba en aquel lugar por diversión, por patriotismo o por la opinión de nadie. Estaba para ponerse a prueba así mismo, para ver qué tan lejos podía llegar. En cuanto vio a tantos conocidos supo que también tendría que poner a prueba sus lazos, pero no se esperaba que una sensación tan amarga.
—Jejeje —rió por lo bajo, un poco nervioso—. Para serte sincero, si hubiéramos tenido este combate antes de aquel día en el jardín de los cerezos, habría peleado encantando. Pero ahora… —se sacó las manos de los bolsillos y al mirarlas recordó cuando la chica se las había vendado—. La sola idea me aflige.
Solía ser malo expresándose ya que siempre buscaba rodeos para no mostrarse blando, pero puede que en aquel momento, en aquella circunstancia, pudiera permitírselo.
—¡Gracias por darme tu amistad, Eri-san! —gritó mientras hacía una marcada reverencia, con tal ímpetu que en lo más lejos de las gradas y los palcos pudieron verle y escucharle.
El público clavó la mirada en las ojos verdes, como esperando su reacción. De igual forma no le habían quitado los ojos de encima desde que hizo acto de presencia. Seguramente a muchos le parecía sorprendente que una bella flor pudiera combatir en un lugar como aquel. Una chica linda, un chico que parece "malo", un combate y mucho drama, de más está decir que el público se encontraba totalmente emocionado y borde de la euforia.
—Ya no dudaré más —aseguro, levantó su mirada enmarcando unos ojos grises llenos de determinación—. Por el respeto que te tengo como camarada y como oponente, por las expectativas de nuestra kage y nuestro país, y por la lealtad a mi camino ninja y a mí mismo —clamó mientras se ajustaba la brillante banda metálica, con el símbolo de la espiral, sobre la frente—. Por todo eso, me enfrentaré a ti con todo lo que tengo, aunque parezca alguien detestable. Luchare, hasta desfallecer, dando lo mejor de mí para no arrepentirme del resultado. —Se colocó en posición de combate, esperando que su oponente hiciera lo mismo.
—Esa es mi resolución, Mizumi Eri.
En aquel momento pudo sentir como se quitaba un peso de encima, quizás fuera el peso de la duda o de la culpa. Lo cierto era que se sentía liberado y listo. Sin embargo, y aun así, le hubiera gustado saber que sentía la chica de cabellos azules que tenía frente a él. ¿le odiaría? ¿le respetaria? ¿le pareceria ridiculo? o ¿quizás estuviera de acuerdo? No lo sabía, pero de todas maneras solo le quedaba un opción. Era consciente de los vínculos que tenía con Eri, pero sabía que esos mismos vínculos son los que le darían fuerza en aquel momento.
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