31/12/2021, 17:48
Unos minutos antes…
«Todo irá bien, todo irá bien, todo irá bien...» Datsue no paraba de dar vueltas en el despacho de Hanabi. No, en su despacho. Joder, había estado allí cientos de veces, pero incluso eso ahora se le hacía extraño. La mesa. El sillón. La estantería con los libros. Todo tenía un matiz distinto, un olor diferente, ahora que le pertenecían.
«¿Qué tenemos aquí? ¿Datsue nervioso por dar un discurso? ¡Eso sí que es nuevo! Oye, si ves que es demasiado para ti tomo el relevo, ¿eh? ¡JIA JIA JIA!»
«¡Ni de coña! ¡Y no me pongas más nervioso todavía! ¡Por favor te lo pido!» Dioses, sentía que se le iba a salir el corazón del pecho. Con la temperatura agradable que hacía, ¡y estaba sudando como un cerdo! Intentó recordar el día en que Hanabi fue elegido como Uzukage. Había dado un discurso corto, pero directo al corazón. Sin florituras.
Miró la hoja que tenía entre las manos, con su discurso escrito. Joder, le había pasado la tijera por todos lados, pero comparándolo con el de Hanabi se le hacía jodidamente largo. No creía que tuviese tiempo a retocarlo más, no obstante. El barullo de cientos de personas amontonadas en el puente atravesaba las paredes del edificio, y ya llevaban esperando un buen rato.
Tomó aire. Una, dos veces. Y entonces…
… Entonces escuchó un sonido estridente y terrible saliendo de algún lado de la habitación. Pegó tal respingo que cayó al suelo de culo.
—¡¿Q-qué demonios es eso?!
«Un teléfono. Suele sonar cuando alguien quiere hablar contigo».
Menos mal que la voz de Shukaku solo resonaba en el interior de su cabeza, o su carcajada se hubiese escuchado en toda la villa. Farfullando por lo bajo, Datsue se acercó a la mesa. En ella reposaba un teléfono rojo, que servía para comunicarse con cualquiera de la villa; un teléfono verde, que tenía conexión directa con la Morikage; y un teléfono azul, conectado únicamente con el edificio de la Arashikage.
Descolgó el azul. Escuchó un mensaje que empezó con tres palabras y se diluyó en una docena más. Colgó. Alguien llamó a la puerta del despacho. No supo quién exactamente. Tampoco supo exactamente qué le dijeron. En algún punto, se dio cuenta que estaba subiendo por las escaleras que daban a la azotea. Apenas era consciente de lo que ocurría a su alrededor, o de sí mismo, como si su cuerpo estuviese siendo manejado por Shukaku.
Unas pocas personas le esperaban allá arriba. Hanabi uno de ellos, que empezó su discurso. Datsue, en la sombra, trató de escucharle. Sabía que se arrepentiría en el futuro de lo contrario, pero le costó. Le costó mucho, después del rayo informativo que le acababa de caer encima. Cuando Hanabi terminó, vio su sonrisa dirigida hacia él y trató de devolvérsela. Caminó hacia el Godaime como un barco en plena noche buscando la luz de un faro. Cuando llegó al borde de la azotea, los vio. A ellos, su pueblo. Los que habían llegado primero se aglomeraban a lo largo del puente. El resto, llenaba la gran planicie que había detrás. Muchos de los ninjas venían con su indumentaria oficial, reluciente. Otros —especialmente los civiles—, parecían vestir sus mejores galas.
Cuando el sombrero se posó en su cabeza, los fuegos artificiales iluminaron el cielo azul de espirales rojas y estrellas fugaces.
—Ehm… Yo… Ehm... —Dioses, se había quedado en blanco. ¿Qué cojones iba a…? Ah, sí, ¡los papeles! Se aferró a ellos como si fuesen un fajo de billetes y empezó a leer la primera línea—. Hoy es un día muy feliz para… Ehmm...
Oh, por Susano’o, no tenía sentido. Si es que no tenía sentido con lo que acababa de escuchar. Hacía tan solo unos minutos, lo que más le preocupaba era la reacción inicial de la mayoría al ver su rostro bajo aquel sombrero. ¿Era de asombro? ¿De inquietud? ¿De alegría? ¿De enfado? Después de lo que le habían dicho, en cambio, eso había pasado a un discreto segundo plano. Seguía siendo importante para él, pero no era lo prioritario. Dejó caer su discurso escrito al suelo y, simple y llanamente, repitió las tres primeras palabras del mensaje por teléfono. Las únicas que importaban.
—¡Yui ha muerto!
Quizá la noticia no entristeciese a mucha de aquella gente. No la conocían, después de todo. No existía un vínculo. A Datsue, en lo personal, tan solo le apenaba por sus amigos. Pero si algo podían compartir con Datsue era la conmoción. Por lo que significaba. No ya por la persona, sino por lo que representaba. Y su primer acto como Kage sería informarles de la cruda realidad.
—Me acaban de informar hace tan solo unos minutos. Enfrentándose a Kurama y sus Generales, Yui, la Primera Tormenta… ha muerto.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado