1/01/2022, 21:28
En el borde, a un paso del agua, una chica de largos y ondulados cabellos rojos observaba cómo la efigie arde. La chica estaba cubierta de un enorme abrigo negro, con pelusa blanca en el cuello. Sostiene una enorme sombrilla, luchando constantemente contra los vientos de la tormenta y contra su propio temblor. Sólo un par de personas cercanas reconocieron su perfil y su larga cabellera roja, y cuchicheaban si era la cantante de creciente carrera, Murakisho Suzume, mas un par más no creían que fuese ella. Escuchó la voz de Yui en silencio, sintiendo cada palabra rugir por encima de Amenokami. Sintió el mundo temblar.
Sintió a todos llorar, gritar, sufrir. Sintió ser una de ellos, pero sintió que no era lo suficiente. Sus manos apretaron la sombrilla, y sintió un alivio enorme cuando la apartó. El viento y la lluvia la cubrió al instante, empapándola por completo. No supo si sentía más tristeza por el frío de la tormenta, o si sentía que el agua la tranquilizaba. Se sintió una con ella, con la tormenta, y algo dentro de la chica le dijo que tenía que hacer más para devolver ese sentimiento. Tenía que hacer más para volverse una digna Hija de la Tormenta.
Así que cantó, no a todo volumen, como en sus conciertos, sino en voz baja, para ella, para la lluvia, para la Tormenta. Al terminar, lloró en silencio, aunque sus lágrimas se perdieron entre la lluvia.
—Recuesta
tu cansada cabeza.
La noche cae,
has llegado hasta el fin.
Duerme
Y sueña con aquellos de antaño ya.
Ellos llaman
desde la costa lejana.
¿Por qué lloráis?
¿Qué hace a tus lágrimas caer?
Pronto verás
Todo el temor va a ceder.
Segura ya estás,
tú solo duermes.
¿Qué puedes ver
al horizonte?
¿Oyes las aves cantar?
En ultramar
la luna se alza,
navíos a casa te llevarán
Todo será
plata y cristal,
y luz en el agua,
almas pasarán.
Desesperáis,
en la noche entráis.
Las sombras caen
del tiempo y el recordar.
No digáis
que hemos llegado al fin.
Costas blancas llaman,
nos encontraremos allí.
Y estarás allí, en brazos.
Sólo durmiendo.
¿Qué puedes ver
al horizonte?
¿Oyes las aves cantar?
En ultramar
la luna se alza,
navíos a casa te llevarán
Todo será
plata y cristal,
y luz en el agua,
gris navío va
hacia el Oeste.
Sintió a todos llorar, gritar, sufrir. Sintió ser una de ellos, pero sintió que no era lo suficiente. Sus manos apretaron la sombrilla, y sintió un alivio enorme cuando la apartó. El viento y la lluvia la cubrió al instante, empapándola por completo. No supo si sentía más tristeza por el frío de la tormenta, o si sentía que el agua la tranquilizaba. Se sintió una con ella, con la tormenta, y algo dentro de la chica le dijo que tenía que hacer más para devolver ese sentimiento. Tenía que hacer más para volverse una digna Hija de la Tormenta.
Así que cantó, no a todo volumen, como en sus conciertos, sino en voz baja, para ella, para la lluvia, para la Tormenta. Al terminar, lloró en silencio, aunque sus lágrimas se perdieron entre la lluvia.
—Recuesta
tu cansada cabeza.
La noche cae,
has llegado hasta el fin.
Duerme
Y sueña con aquellos de antaño ya.
Ellos llaman
desde la costa lejana.
¿Por qué lloráis?
¿Qué hace a tus lágrimas caer?
Pronto verás
Todo el temor va a ceder.
Segura ya estás,
tú solo duermes.
¿Qué puedes ver
al horizonte?
¿Oyes las aves cantar?
En ultramar
la luna se alza,
navíos a casa te llevarán
Todo será
plata y cristal,
y luz en el agua,
almas pasarán.
Desesperáis,
en la noche entráis.
Las sombras caen
del tiempo y el recordar.
No digáis
que hemos llegado al fin.
Costas blancas llaman,
nos encontraremos allí.
Y estarás allí, en brazos.
Sólo durmiendo.
¿Qué puedes ver
al horizonte?
¿Oyes las aves cantar?
En ultramar
la luna se alza,
navíos a casa te llevarán
Todo será
plata y cristal,
y luz en el agua,
gris navío va
hacia el Oeste.