7/01/2022, 13:37
Uchiha Datsue avanzó, presentándose ante el público que le esperaba allí abajo. La gente de Uzushiogakure, la que a partir de ahora depositaría todas sus esperanzas y sus anhelos sobre sus hombros. El puesto de Uzukage era demandante, exigente y Hanabi entendía aquella apabullante sensación de vértigo que debía estar sufriendo el Uchiha en aquellos momentos. Él mismo había pasado por un trance similar; y, por esa misma razón, después de ponerle el sombrero sobre la cabeza posó una mano sobre su hombro y le dio un suave pero firme apretón. Los fuegos artificiales estallaron en el cielo. Espirales rojas de fuego estallaron por encima de sus cabezas.
Y entonces, comenzó a hablar. Titubeaba, y Hanabi frunció ligeramente el ceño, extrañado. ¡Datsue era un charlatán de pura cepa! ¡Jamás había dudado ni un solo instante en dar rienda suelta a su pico de oro a la mínima ocasión! ¿De verdad se veía ahora abrumado por la gente? No. Algo más debía estar rondándole por la cabeza. Y eso sólo le preocupó más. ¿Qué era capaz de robarle las palabras a Uchiha Datsue, El Intrépido?
Fue entonces cuando soltó tres palabras. Tres únicas palabras que cayeron sobre todos los presentes como un pesado aguacero:
—¡Yui ha muerto!
La gente enmudeció de golpe. Hanabi abrió los ojos como platos, con una garra helada retorciéndole las entrañas. Seguramente, como al resto, le costó varios largos segundos digerir aquel simple mensaje: Amekoro Yui había muerto. A mano de Kurama y sus Generales. Pero el mensaje fue calando. Y la gente empezó a murmurar. Con el corazón latiéndole con fuerza, Hanabi tomó a Datsue por los hombros y lo arrastró hacia el interior del edificio.
—¡Katsudon, calma a la gente! —ordenó, y una enorme sombra pasó junto a él para tomarle el relevo. Hanabi abandonó la balaustrada y se llevó a Datsue detrás de la puerta, donde le cogió por ambos hombros y le zarandeó—. Datsue, qué... ¿Qué significa esto? —le cuestionó, atropelladamente. Sus ojos, encendidos como carbones ardiendo, se clavaban en los del Uchiha, como si intentara ver más allá de ellos—. Joder, no se me ocurre un peor momento para una broma así, ¡pero dime que es una broma de las tuyas!
Y entonces, comenzó a hablar. Titubeaba, y Hanabi frunció ligeramente el ceño, extrañado. ¡Datsue era un charlatán de pura cepa! ¡Jamás había dudado ni un solo instante en dar rienda suelta a su pico de oro a la mínima ocasión! ¿De verdad se veía ahora abrumado por la gente? No. Algo más debía estar rondándole por la cabeza. Y eso sólo le preocupó más. ¿Qué era capaz de robarle las palabras a Uchiha Datsue, El Intrépido?
Fue entonces cuando soltó tres palabras. Tres únicas palabras que cayeron sobre todos los presentes como un pesado aguacero:
—¡Yui ha muerto!
La gente enmudeció de golpe. Hanabi abrió los ojos como platos, con una garra helada retorciéndole las entrañas. Seguramente, como al resto, le costó varios largos segundos digerir aquel simple mensaje: Amekoro Yui había muerto. A mano de Kurama y sus Generales. Pero el mensaje fue calando. Y la gente empezó a murmurar. Con el corazón latiéndole con fuerza, Hanabi tomó a Datsue por los hombros y lo arrastró hacia el interior del edificio.
—¡Katsudon, calma a la gente! —ordenó, y una enorme sombra pasó junto a él para tomarle el relevo. Hanabi abandonó la balaustrada y se llevó a Datsue detrás de la puerta, donde le cogió por ambos hombros y le zarandeó—. Datsue, qué... ¿Qué significa esto? —le cuestionó, atropelladamente. Sus ojos, encendidos como carbones ardiendo, se clavaban en los del Uchiha, como si intentara ver más allá de ellos—. Joder, no se me ocurre un peor momento para una broma así, ¡pero dime que es una broma de las tuyas!
