13/01/2022, 20:17
Como todo el mundo, Yakiniku, y todas las personas del orfanato, habían sido convocadas para el nombramiento de un tal Uchiha Datsue como nuevo Uzukage. A Yakiniku todo aquello de la política le parecia un verdadero tostón y, ni le interesaba el nuevo Uzukage, ni le interesaba ir a un sitio con mucha gente. Principalmente, por que, cuanta mas gente fuera, menos sitio había para alguien como ella.
Y fue tal y como se lo imaginó. Terminó sola, sentada en su tabla de surf, en el tejado de un edificio. Con su "pequeño problemilla" no podia estar rodeada de gente. Y que no se le ocurriera bajar y acercase. Terminarían echándola, por que claro, aunque era algo que no podía controlar, la culpable era ella.
Desde allí, observó como las primera palabras del nuevo uzukage causaban conmoción en la gente. No se le ocurrió otra cosa que soltar que nosequien tormenta habia muerto luchando contra Kurama. La verdad es que desde allí no se escuchaba muy bien, pero a Yakiniku le daba igual. Solo queria largarse de allí e ir a la playa a subirse a unas olas.
—¡Mis kunoichis! ¡Mis shinobis!
Aquello fue lo primero que Yakiniku escucho con claridad. Y no le gustó esa frase. "Mis". A Yakiniku el posesivo le habia recordado a cuando era mas pequeña y vivía con sus padres. A cuando solo la trataban como "algo" a lo que golpear para calmar sus frustraciones.
—Yo no soy de nadie...
Por supuesto, Yakiniku no se callaba ni una sola cosa, pero por lo menos, allí, no había nadie para escucharla y reprocharselo.
—. ¡Dejad de poner vuestros ojos en mí! ¡Todos vosotros! ¡Los que confiáis en mí! ¡Los que pensáis que no estoy preparado! ¡Lo que pensáis que no me lo merezco! ¡Todos vosotros, dejad de poner vuestros ojos en mí! ¡No soy yo el que importa, sino la persona que tenéis a vuestro lado! ¡Miradlos a ellos! —Y Yakiniku miró a su alrededor. Nadie a quién a mirar. Nadie a su lado, por que nadie queria estarlo. —¡A vuestra familia! ¡Hermanos, padres, hijos! —Nunca había tenido una, y nunca la tendría. Los chicos del orfanato ni siquiera podian considerarse sus amigos, si no querian ni tenerla cerca. —¡A vuestros amigos! ¡Al amor de vuestra vida! ¡Miradlos a ellos…!
Lo único que habia despertado en ella aquel discurso, que para algunos estaba siendo épico, eran recuerdos amargos y verdades dolorosas que hacía tiempo que pensaba que podia ignorar. Si no se evoporasen nada mas salir de sus ojos, quizas en ese momento, Yakiniku tendria lágrimas recorriendo sus mejillas.
—¡…porque eso es lo que está en juego!
—Debería haber ido directamente a la playa, por lo visto, este discurso es solo para aquellos que tienen alguien a quien perder.
El discurso continuó, pero Yakiniku ya no estaba prestándole atención, solo quería que terminase para largarse de allí cuanto antes y solo cuando el nuevo uzakage alzó la voz más de lo normal, le dirigió la mirada de nuevo.
—Yo paso.
Ni siquiera se esforzó en levantar la voz, en lo que si puso empeño, fue en levantar su trasero de la tabla para, de un salto, bajar del edificio y largarse de allí.
—Me muero de ganas de pillar una buena ola.
Y fue tal y como se lo imaginó. Terminó sola, sentada en su tabla de surf, en el tejado de un edificio. Con su "pequeño problemilla" no podia estar rodeada de gente. Y que no se le ocurriera bajar y acercase. Terminarían echándola, por que claro, aunque era algo que no podía controlar, la culpable era ella.
Desde allí, observó como las primera palabras del nuevo uzukage causaban conmoción en la gente. No se le ocurrió otra cosa que soltar que nosequien tormenta habia muerto luchando contra Kurama. La verdad es que desde allí no se escuchaba muy bien, pero a Yakiniku le daba igual. Solo queria largarse de allí e ir a la playa a subirse a unas olas.
—¡Mis kunoichis! ¡Mis shinobis!
Aquello fue lo primero que Yakiniku escucho con claridad. Y no le gustó esa frase. "Mis". A Yakiniku el posesivo le habia recordado a cuando era mas pequeña y vivía con sus padres. A cuando solo la trataban como "algo" a lo que golpear para calmar sus frustraciones.
—Yo no soy de nadie...
Por supuesto, Yakiniku no se callaba ni una sola cosa, pero por lo menos, allí, no había nadie para escucharla y reprocharselo.
—. ¡Dejad de poner vuestros ojos en mí! ¡Todos vosotros! ¡Los que confiáis en mí! ¡Los que pensáis que no estoy preparado! ¡Lo que pensáis que no me lo merezco! ¡Todos vosotros, dejad de poner vuestros ojos en mí! ¡No soy yo el que importa, sino la persona que tenéis a vuestro lado! ¡Miradlos a ellos! —Y Yakiniku miró a su alrededor. Nadie a quién a mirar. Nadie a su lado, por que nadie queria estarlo. —¡A vuestra familia! ¡Hermanos, padres, hijos! —Nunca había tenido una, y nunca la tendría. Los chicos del orfanato ni siquiera podian considerarse sus amigos, si no querian ni tenerla cerca. —¡A vuestros amigos! ¡Al amor de vuestra vida! ¡Miradlos a ellos…!
Lo único que habia despertado en ella aquel discurso, que para algunos estaba siendo épico, eran recuerdos amargos y verdades dolorosas que hacía tiempo que pensaba que podia ignorar. Si no se evoporasen nada mas salir de sus ojos, quizas en ese momento, Yakiniku tendria lágrimas recorriendo sus mejillas.
—¡…porque eso es lo que está en juego!
—Debería haber ido directamente a la playa, por lo visto, este discurso es solo para aquellos que tienen alguien a quien perder.
El discurso continuó, pero Yakiniku ya no estaba prestándole atención, solo quería que terminase para largarse de allí cuanto antes y solo cuando el nuevo uzakage alzó la voz más de lo normal, le dirigió la mirada de nuevo.
¿¡SERÉIS MI ESPADA!?
—Yo paso.
Ni siquiera se esforzó en levantar la voz, en lo que si puso empeño, fue en levantar su trasero de la tabla para, de un salto, bajar del edificio y largarse de allí.
—Me muero de ganas de pillar una buena ola.