14/01/2022, 17:22
Si bien el día había comenzado con buenas noticias sobre su negocio por parte de Tres, el Senju no esperaba que el día fuese demasiado espectacular. Al menos no desde el punto de vista de un buen previsor. Todo buen estratega conoce que si te levantas de buenas, te acuestas de malas. Era obvio que en algún momento del día, su surte tendería a bajar, como sucedía en todo.
La noticia, una reunión obligatoria por parte de todo Uzushiogakure. Una reunión a la que debe acudir todo dios, nunca suele traer consigo buenas nuevas: Muerte, misión urgente de gran gravedad, amenazas globales, guerras...
¿Las posibilidades de encontrar un poco de todo en un mismo día? Pues seguramente en torno a una entre cientos de millones. Un buen apostador no habría hecho por mover las ganancias al rojo.
Para cuando Siete llegó al sitio, la muchedumbre ya cubría la gran mayoría de la zona. Hayato caminó sin demasiado ánimo por la periferia de los coros principales, hasta incluso encontrarse con algunas de sus malas junteras. El culebra, el Chato y la Koko entre otros, animaron al de orbes rojos a quedarse con ellos para atender a las palabras del Uzukage. Los malos hábitos son difíciles de evadir, y mucho más cuando tampoco quieres evitarlos. Ya sabían cómo era, y lo señalaban personas que ni conocía... ¿Para qué iba a molestarse por aparentar ser lo que tampoco era?.
«Bueno, veamos lo que nos tienen que decir...»
El dueño y señor de Uzu, comenzó llamando la atención de todos, y el silencio se hizo. Poco tiempo le faltó al hombre para señalar lo que ya era cada día más evidente, las amenazas de Kurama, Dragón rojo, y los Generales estaban cada vez más afianzadas. La guerra era una realidad muy próxima, y la manera en que él pretendía que todos estuviesen preparados era postularse como presidente. Siete arqueó una ceja, incrédulo.
«¿¡PERO QUÉ COÑO DICE ÉSTE!? ¡ESTÁ CHOCHEANDO QUE LO FLIPAS!»
Las palabras del Uzukage hicieron estallar la cabeza del genin. No podía concebir en su cabeza la idea de que la mejor manera de combatir un problema fuese dejando el puesto de kage, y dedicarse a la política en un despacho. Es más, dejaba el puesto a otro, que a saber quién iba a ser. El rubio dio pie al presentado, el futuro Rokudaime Uzukage.
La gente, en su gran mayoría, alabó o rechazó la silueta que poco a poco tomó color apareciendo desde la penumbra. Éste conocido shinobi de Uzu pasó de un plano secundario del escenario a uno primario, mas en su rostro la incertidumbre estaba más que plasmada. Uchiha Datsue, ése era su nombre.
«¿¡ÉL!?»
Posiblemente era de los shinobis más fuertes de Uzushiogakure, pero su experiencia como tal tampoco era tanta como para un puesto que requiere de eso mismo... años de experiencia. Era un prodigio, un Uchiha fuera de serie, el puto amo de los jutsus de sellado. Al menos eso había escuchado Hayato, pero... ¿Eso lo certificaba para un puesto como estratega principal de una villa?
Como si los pensamientos del Senju no estuviesen dando al máximo de esas tres o cuatro neuronas buscando razones a todo, las palabras del Uchiha no fueron de lo mejorcito. Al menos no las primeras, ni las segundas. Las terceras tampoco, la verdad.
«YUI HA MUERTO. Hostiaputajoder. Hostia-puta-joder.»
No, la verdad es que no solo había dejado sin palabras a Siete, el tipo había dejado sin palabras a todo Uzushiogakure. Fue quizás Hanabi el primero en hablar, dando la orden a Katsudon de "calmar" a la gente. Entre tanto, arrastró a Datsue hacia dentro del edificio.
—La madre que me parió... —escupió sin pudor, incapaz de comprender la situación.
Datsue no tardó demasiado en salir de nuevo a la azotea, y puso una mano sobre Katsudon en lo que buscó con su mirada a la villa. Llamó la atención de todos, un par de veces de hecho. Y en ésta ocasión, el shinobi sí que pareció un líder. Un líder que parecía querer librar un combate a gran escala, una batalla... bueno, en realidad una guerra. Quería librar una guerra, y le puso muchas y bonitas palabras. Pero no era más que eso, una guerra. Ya sabían todos lo que se cernía sobre ellos, lo podían sentir, lo podían saborear. Pero nunca es de buen gusto, ni para el más diestro de los militantes.
El Rokudaime Uzukage quiso hacer un llamamiento a su milicia, pero incluso tras tan bonitas palabras, no todos coincidían con ese propósito. Una loca incluso se atrevió a gritarlo a los cuatro vientos, para luego irse iracunda. Quizás no era de las mejores ideas, declarar la guerra al nuevo Uzukage y darse a la fuga. Pero si que es cierto que otros muchos ahogaron esa negativa con positivas...
HASTA EL CULEBRA BRAMÓ QUE SERÍA SU ESPADA.
El Culebra, el tipo que hubo de hacer el examen de genin siete veces y repitió otras siete la instrucción.
Hayato se echó la mano al rostro. A él le importaba una mierda todo ésto. Si había de luchar, obviamente lucharía, pero no era su guerra. Su prioridad era mantener a salvo a su madre, y la guerra que tenía contra su padrastro. Hasta su negocio tenía prioridad ahí. Su cabeza no hacía más que maquinar qué o porqué debía actuar. Sinceramente, el día se había vuelto gris. Muy gris.
La noticia, una reunión obligatoria por parte de todo Uzushiogakure. Una reunión a la que debe acudir todo dios, nunca suele traer consigo buenas nuevas: Muerte, misión urgente de gran gravedad, amenazas globales, guerras...
¿Las posibilidades de encontrar un poco de todo en un mismo día? Pues seguramente en torno a una entre cientos de millones. Un buen apostador no habría hecho por mover las ganancias al rojo.
Para cuando Siete llegó al sitio, la muchedumbre ya cubría la gran mayoría de la zona. Hayato caminó sin demasiado ánimo por la periferia de los coros principales, hasta incluso encontrarse con algunas de sus malas junteras. El culebra, el Chato y la Koko entre otros, animaron al de orbes rojos a quedarse con ellos para atender a las palabras del Uzukage. Los malos hábitos son difíciles de evadir, y mucho más cuando tampoco quieres evitarlos. Ya sabían cómo era, y lo señalaban personas que ni conocía... ¿Para qué iba a molestarse por aparentar ser lo que tampoco era?.
«Bueno, veamos lo que nos tienen que decir...»
El dueño y señor de Uzu, comenzó llamando la atención de todos, y el silencio se hizo. Poco tiempo le faltó al hombre para señalar lo que ya era cada día más evidente, las amenazas de Kurama, Dragón rojo, y los Generales estaban cada vez más afianzadas. La guerra era una realidad muy próxima, y la manera en que él pretendía que todos estuviesen preparados era postularse como presidente. Siete arqueó una ceja, incrédulo.
«¿¡PERO QUÉ COÑO DICE ÉSTE!? ¡ESTÁ CHOCHEANDO QUE LO FLIPAS!»
Las palabras del Uzukage hicieron estallar la cabeza del genin. No podía concebir en su cabeza la idea de que la mejor manera de combatir un problema fuese dejando el puesto de kage, y dedicarse a la política en un despacho. Es más, dejaba el puesto a otro, que a saber quién iba a ser. El rubio dio pie al presentado, el futuro Rokudaime Uzukage.
La gente, en su gran mayoría, alabó o rechazó la silueta que poco a poco tomó color apareciendo desde la penumbra. Éste conocido shinobi de Uzu pasó de un plano secundario del escenario a uno primario, mas en su rostro la incertidumbre estaba más que plasmada. Uchiha Datsue, ése era su nombre.
«¿¡ÉL!?»
Posiblemente era de los shinobis más fuertes de Uzushiogakure, pero su experiencia como tal tampoco era tanta como para un puesto que requiere de eso mismo... años de experiencia. Era un prodigio, un Uchiha fuera de serie, el puto amo de los jutsus de sellado. Al menos eso había escuchado Hayato, pero... ¿Eso lo certificaba para un puesto como estratega principal de una villa?
Como si los pensamientos del Senju no estuviesen dando al máximo de esas tres o cuatro neuronas buscando razones a todo, las palabras del Uchiha no fueron de lo mejorcito. Al menos no las primeras, ni las segundas. Las terceras tampoco, la verdad.
«YUI HA MUERTO. Hostiaputajoder. Hostia-puta-joder.»
No, la verdad es que no solo había dejado sin palabras a Siete, el tipo había dejado sin palabras a todo Uzushiogakure. Fue quizás Hanabi el primero en hablar, dando la orden a Katsudon de "calmar" a la gente. Entre tanto, arrastró a Datsue hacia dentro del edificio.
—La madre que me parió... —escupió sin pudor, incapaz de comprender la situación.
Datsue no tardó demasiado en salir de nuevo a la azotea, y puso una mano sobre Katsudon en lo que buscó con su mirada a la villa. Llamó la atención de todos, un par de veces de hecho. Y en ésta ocasión, el shinobi sí que pareció un líder. Un líder que parecía querer librar un combate a gran escala, una batalla... bueno, en realidad una guerra. Quería librar una guerra, y le puso muchas y bonitas palabras. Pero no era más que eso, una guerra. Ya sabían todos lo que se cernía sobre ellos, lo podían sentir, lo podían saborear. Pero nunca es de buen gusto, ni para el más diestro de los militantes.
El Rokudaime Uzukage quiso hacer un llamamiento a su milicia, pero incluso tras tan bonitas palabras, no todos coincidían con ese propósito. Una loca incluso se atrevió a gritarlo a los cuatro vientos, para luego irse iracunda. Quizás no era de las mejores ideas, declarar la guerra al nuevo Uzukage y darse a la fuga. Pero si que es cierto que otros muchos ahogaron esa negativa con positivas...
HASTA EL CULEBRA BRAMÓ QUE SERÍA SU ESPADA.
El Culebra, el tipo que hubo de hacer el examen de genin siete veces y repitió otras siete la instrucción.
Hayato se echó la mano al rostro. A él le importaba una mierda todo ésto. Si había de luchar, obviamente lucharía, pero no era su guerra. Su prioridad era mantener a salvo a su madre, y la guerra que tenía contra su padrastro. Hasta su negocio tenía prioridad ahí. Su cabeza no hacía más que maquinar qué o porqué debía actuar. Sinceramente, el día se había vuelto gris. Muy gris.