17/01/2022, 13:56
Suzaku miraba a un lado y a otro, buscando cualquier mínimo rastro del brillante pelo azul de su hermana o de la persona que se había atrevido a hacerle daño. Pero a su alrededor sólo veía un auténtico océano de cabezas. Era imposible reconocer a nadie en aquella multitud. Entonces sintió una mano posarse en su hombro. Sobresaltada, Suzaku se giró con los reflejos de la kuncoichi que era y alzó la piedra por encima de su cabeza en actitud absolutamente hostil. Pero se detuvo en seco al reconocer a la persona que había llamado su atención:
—Suzaku-san, ¿te acuerdas de mí? Soy Natsu, nos vimos hace un tiempo en la villa de las aguas termales, ¿qué ha ocurrido aquí? ¿Estás bien?
—Natsu... —murmuró la Uchiha, bajando el brazo lentamente. De golpe y porrazo, se sintió como si alguien hubiese abierto la puerta de un horno gigante cuando una súbita oleada de calor le cortó la respiración—. ¿No hace mucho calor de repente...?
Iba a añadir algo más cuando un alarido cortó sus palabras:
—¡¿PERO QUE COJONES OS CREEIS QUE ESTÁIS HACIENDO?! ¡¿EH?! ¡PANDA DE SUBNORMALES DESGRACIADOS CHUPALOMBRICES!
Se trataba de una kunoichi. Jamás había intercambiado palabra alguna con ella, pero le sonaba haber visto su cara por la academia cuando aún era una estudiante. Era una chica alta, de complexión musculosa y atlética. Su piel bronceada contrastaba con sus cabellos rubios, recogidos coleta alta, y sus brillantes ojos esmeralda.
—¿Que vais a hacer?¿Pegarle entre todos y luego ir a contárselo a vuestras mamás. Mira qué fuerte y valiente soy, mamá, he pegado a alguien junto a mis amigotes, me he ganado que me hagas mi cena favorita —añadió, modulando su voz a un tono más estúpido y fingido.
Suzaku parpadeó varias veces, genuinamente sorprendida y confundida. Ella sólo estaba buscando a su hermana, nadie había acudido a agredirla, por qué había entrado de aquella manera.
—¿Tan rápido vamos a pelearnos entre nosotros, ¡hmm!? —la atronadora voz de Uchiha Datsue volvió a sobresaltarla—. ¡Sé que esta Villa está herida! Pero, o dejamos de tirarnos piedras y nos esforzamos más por curarla, entre todos, ¡o Kurama va a tenerlo muy fácil!
Suzaku se envaró, con las mejillas arreboladas y muerta de la vergüenza. Lo último que había querido era llamar la atención de aquella manera, ¡o estropear el acto de coronación del nuevo Uzukage! Como si le estuviese leyendo el pensamiento, Datsue concentró su atención en ella.
—No tengas miedo —le dijo, con un tono más conciliador—. Dije que iba a ser tu escudo, ¿recuerdas? También el de… ¿Umi? La única misión de un escudo es proteger, sin importar ser gustado o no por el que tiene tras él.
Suzaku se sonrojó con más intensidad.
—No... ¡No tengo miedo, Uzukage-sama! —bramó, volviendo a desenvainar su katana. Su filo silbó con la suavidad de un fuego tomando fuerza—. ¡Me hice kunoichi para proteger a mi hermana, y también al resto de la aldea! ¡Confío en usted y por eso no tengo miedo! Pero Umi... Por favor, no la tome en serio. S... seguro que no siente de verdad lo que ha dicho. E... ella... a veces puede ser un poco... difícil...
—Suzaku-san, ¿te acuerdas de mí? Soy Natsu, nos vimos hace un tiempo en la villa de las aguas termales, ¿qué ha ocurrido aquí? ¿Estás bien?
—Natsu... —murmuró la Uchiha, bajando el brazo lentamente. De golpe y porrazo, se sintió como si alguien hubiese abierto la puerta de un horno gigante cuando una súbita oleada de calor le cortó la respiración—. ¿No hace mucho calor de repente...?
Iba a añadir algo más cuando un alarido cortó sus palabras:
—¡¿PERO QUE COJONES OS CREEIS QUE ESTÁIS HACIENDO?! ¡¿EH?! ¡PANDA DE SUBNORMALES DESGRACIADOS CHUPALOMBRICES!
Se trataba de una kunoichi. Jamás había intercambiado palabra alguna con ella, pero le sonaba haber visto su cara por la academia cuando aún era una estudiante. Era una chica alta, de complexión musculosa y atlética. Su piel bronceada contrastaba con sus cabellos rubios, recogidos coleta alta, y sus brillantes ojos esmeralda.
—¿Que vais a hacer?¿Pegarle entre todos y luego ir a contárselo a vuestras mamás. Mira qué fuerte y valiente soy, mamá, he pegado a alguien junto a mis amigotes, me he ganado que me hagas mi cena favorita —añadió, modulando su voz a un tono más estúpido y fingido.
Suzaku parpadeó varias veces, genuinamente sorprendida y confundida. Ella sólo estaba buscando a su hermana, nadie había acudido a agredirla, por qué había entrado de aquella manera.
—¿Tan rápido vamos a pelearnos entre nosotros, ¡hmm!? —la atronadora voz de Uchiha Datsue volvió a sobresaltarla—. ¡Sé que esta Villa está herida! Pero, o dejamos de tirarnos piedras y nos esforzamos más por curarla, entre todos, ¡o Kurama va a tenerlo muy fácil!
Suzaku se envaró, con las mejillas arreboladas y muerta de la vergüenza. Lo último que había querido era llamar la atención de aquella manera, ¡o estropear el acto de coronación del nuevo Uzukage! Como si le estuviese leyendo el pensamiento, Datsue concentró su atención en ella.
—No tengas miedo —le dijo, con un tono más conciliador—. Dije que iba a ser tu escudo, ¿recuerdas? También el de… ¿Umi? La única misión de un escudo es proteger, sin importar ser gustado o no por el que tiene tras él.
Suzaku se sonrojó con más intensidad.
—No... ¡No tengo miedo, Uzukage-sama! —bramó, volviendo a desenvainar su katana. Su filo silbó con la suavidad de un fuego tomando fuerza—. ¡Me hice kunoichi para proteger a mi hermana, y también al resto de la aldea! ¡Confío en usted y por eso no tengo miedo! Pero Umi... Por favor, no la tome en serio. S... seguro que no siente de verdad lo que ha dicho. E... ella... a veces puede ser un poco... difícil...