25/02/2022, 00:12
Datsue blasfemó de una manera singular, la verdad es que el chico pocas veces había escuchado una frase hecha como esa. Y no era para menos, la historia de Hayato era peculiar, y para nada recomendable. Sin lugar a dudas, el Uzukage había entendido levemente la situación del chico, levemente pues eso era solo una de sus muchas historias para no dormir. Y aún así, su ceño se frunció y preguntó dónde vivía su padrastro.
—Tiene una mansión en el centro de Yamira, una que tiene las paredes rojizas y el techo color ceniza. Esa es la casa donde suele vivir, pero si escucha problemas, suele irse a su otra casa, la que está justo al lado del cuartel de adiestramiento de guardias de Yamira. Esa otra casa es algo más pequeña, pero tiene grandes muros y puertas blindadas. Casi parece parte de las instalaciones de adiestramiento.
»Como puede imaginarse, señor Uzukage, tiene muchos contactos allí, y la propia guardia de la ciudad le defiende cuando hay problemas. Eso por no hablar de sus dos mejores aliados, unos mercenarios de cuidado.
El Senju le propinó un trago de nuevo al refresco, en lo que se quejaba mentalmente de no poder encender un pitillo.
—Si lo mato... ¿me echarían de la villa?.
La verdad, jamás se había preguntado sobre las consecuencias. Le importaba poco en realidad siempre y cuando su madre estuviese en paz, pero en realidad tampoco había que ir como pollo sin cabeza.
—Tiene una mansión en el centro de Yamira, una que tiene las paredes rojizas y el techo color ceniza. Esa es la casa donde suele vivir, pero si escucha problemas, suele irse a su otra casa, la que está justo al lado del cuartel de adiestramiento de guardias de Yamira. Esa otra casa es algo más pequeña, pero tiene grandes muros y puertas blindadas. Casi parece parte de las instalaciones de adiestramiento.
»Como puede imaginarse, señor Uzukage, tiene muchos contactos allí, y la propia guardia de la ciudad le defiende cuando hay problemas. Eso por no hablar de sus dos mejores aliados, unos mercenarios de cuidado.
El Senju le propinó un trago de nuevo al refresco, en lo que se quejaba mentalmente de no poder encender un pitillo.
—Si lo mato... ¿me echarían de la villa?.
La verdad, jamás se había preguntado sobre las consecuencias. Le importaba poco en realidad siempre y cuando su madre estuviese en paz, pero en realidad tampoco había que ir como pollo sin cabeza.