12/04/2022, 09:21
— ¿Eh? Oh, no es nada, m-mas tarde te lo contaré
— Oh, está bien. — decidió no insistir pero eso no quería decir que no estuviese dándole vueltas a qué podía ser.
¿Habría pasado algo en Amegakure? Bueno, lo de Yui aún era reciente, tal vez era eso. O su padre le había dicho algo antes de salir. Tal vez acababa de leer alguna noticia de la inevitable guerra, al fin y al cabo, el país de la tormenta era uno de los más afectados.
Fuese como fuere, cuando Ren estuviese preparada para contárselo, la consolaria. Ahora no podía hacer nada más que seguir.
— ¿Llevas mucho rato esperándome? Lo siento si es así... ¿Donde vamos a ir? ¿Tienes algo en mente?
— Por supuesto que tengo algo en mente, aguanta. — le pasó el palo del algodón de azúcar y sacó un pergamino, Ren podría ver que había una lista enorme de cosas que hacer. — Encontrar a Ren, hecho. Ahora... ¡Vamos al mercado de armas! Hay de todo, a lo mejor ves una espada que te guste. Yo he estado pensando en coger también un arma, pero no quiero más espadas. Ya tengo la Kodachi que me regalaron mis padres y es suficiente para apañarme. Quiero un arma grande y poderosa.
Mientras hablaba guardó el pergamino y agarró de la mano libre a Ren, dejándole el algodón de azúcar a ella.
— ¿Un hacha? ¿Tú qué crees?
— Oh, está bien. — decidió no insistir pero eso no quería decir que no estuviese dándole vueltas a qué podía ser.
¿Habría pasado algo en Amegakure? Bueno, lo de Yui aún era reciente, tal vez era eso. O su padre le había dicho algo antes de salir. Tal vez acababa de leer alguna noticia de la inevitable guerra, al fin y al cabo, el país de la tormenta era uno de los más afectados.
Fuese como fuere, cuando Ren estuviese preparada para contárselo, la consolaria. Ahora no podía hacer nada más que seguir.
— ¿Llevas mucho rato esperándome? Lo siento si es así... ¿Donde vamos a ir? ¿Tienes algo en mente?
— Por supuesto que tengo algo en mente, aguanta. — le pasó el palo del algodón de azúcar y sacó un pergamino, Ren podría ver que había una lista enorme de cosas que hacer. — Encontrar a Ren, hecho. Ahora... ¡Vamos al mercado de armas! Hay de todo, a lo mejor ves una espada que te guste. Yo he estado pensando en coger también un arma, pero no quiero más espadas. Ya tengo la Kodachi que me regalaron mis padres y es suficiente para apañarme. Quiero un arma grande y poderosa.
Mientras hablaba guardó el pergamino y agarró de la mano libre a Ren, dejándole el algodón de azúcar a ella.
— ¿Un hacha? ¿Tú qué crees?