24/04/2022, 19:42
Uchiha Suzaku fue inspeccionando, uno a uno a todos los shinobi que iban subiendo al barco después de ella. Por una razón u otra, y a veces sin ninguna en especial, algunos de ellos le llamaron especialmente la atención: el primero fue un chico de cabellos blancos y de apariencia tan escuálida y enclenque como una ramita a punto de quebrarse que se tomó la confianza como para chocar el puño del Uzukage, como si fueran amigos de toda la vida. ¡Menuda falta de decoro! ¿Quién se creía que era? La segunda que le llamó la atención fue una kunoichi de cabellos rubios, de la que Suzaku no recordaba su nombre pero sí se acordaba de haberla visto en el fatídico Torneo de los Dojos. «Qué extraño... Me parecía haber oído algo de que se había retirado.» Al tercero sí que lo conocía. Uchiha Natsu, con el que había compartido una pequeña aventura en la Aldea de las Aguas Termales hacía relativamente poco. Qué caprichoso era el destino, meditó. ¡Y también se había atrevido a entrechocar el puño con el Uzukage!
—Desde luego somos un grupo... variopinto —le comentó a su hermana, en un intento de romper el hielo. Umi aún seguía malhumorada, y no podía culparla, pero ya que se dirigían a una misión tan peligrosa, ¡al menos podían hacerlo de una forma más animada!
Cuando el último shinobi subió al barco, se recogió el puente de madera. El navío osciló ligeramente cuando las velas se desplegaron con estruendo, y entonces Suzaku sintió como si le hubiesen golpeado en la cabeza con una sartén. ¡Maldita sea! Apenas habían empezado a alejarse del muelle y ya estaba terriblemente mareada. Lo primero que hizo fue apartarse todo lo que pudo de la barandilla. Y del mar. Apoyándose con una mano, la pelirrosa se quedó por el centro de la cubierta, con la espalda apoyada en uno de los mástiles respirando hondo varias veces.
Una voz la sobresaltó:
—¡Escuchad! ¡¡ESCUCHAD!! —Las voces a su alrededor se acallaron entre varios chistidos. Suzaku giró la cabeza lentamente a su alrededor, intentando no marearse más pero también buscando el origen de aquella voz. No tardó en encontrarla, cuando un hombre bajó con un ágil salto sobre la barandilla que rodeaba la cubierta. Tenía el cabello negro y despeinado, y sus ojos eran igual de oscuros. Lo más destacable de su rostro era su mentón torcido, como si hubiese recibido un contundente golpe. Uchiha Raito era el general encargado en aquella misión. Suzaku nunca había hablado con él cara a cara, pero había oído de él (concretamente, palabras textuales de otras personas) que era un borde de mierda. Pero si había sido el mentor del Uzukage, ¡tenía que ser una persona alucinante!—. Soy Uchiha Raito, y tengo algo que deciros. Llegaremos a nuestro destino mañana por la noche. Se estiman precipitaciones, probabilidad baja de tormenta —Suzaku no pudo evitar dirigir una nerviosa mirada al cielo. Lo que le faltaba, turbulencias en un viaje en barco. Magnífico. Y seguro que, con la suerte que estaba teniendo, caería la tormenta del siglo y después les atacaría un kraken—. Deberéis permanecer con el Escuadrón que se os ha asignado durante todo el viaje. Haremos turnos de vigilancia permanentemente. No podemos descartar que nos intercepten por el camino. Vuestros Capitanes de Escuadrón os explicarán en detalle el plan para recuperar la Villa de las Aguas Termales. Cualquier duda se la trasladaréis a ellos.
»Ah, y otra cosa. ¡Nada de combatitos amistosos en este barco, golfos! Sabéis como es Datsue, ¡es capaz de hacernos pagar a todos por los desperfectos! Eso es todo. ¡Descansen!
—¿Quién en su sano juicio se pondría a combatir aquí y ahora? —Se preguntó Suzaku en un murmullo. No sólo era una locura hacerlo en un barco, ¡arriesgarse a lesionarse justo antes de que llegara el verdadero enfrentamiento era una auténtica temeridad!
Uchiha Raito se dirigió hacia los puestos de mando, y de manera inmediata los Capitanes de los Escuadrones comenzaron a llamar a sus miembros.
—¡Escuadrón número cuarochquincentaseidostro!
Entre tanto caos de voces y el propio mareo contra el que estaba intentando luchar, a Suzaku se le hizo muy difícil distinguir la voz que la llamaba por el Escuadrón 42. Por eso decidió seguir a su hermana hasta la posición de la jōnin que les estaba llamando. Si no recordaba mal, su nombre era Tsuta Neiru.
—¡Uchiha Suzaku, a su disposición! —se presentó, cuadrándose para saludar. Aunque dio algunos torpes traspiés en el proceso.
—Desde luego somos un grupo... variopinto —le comentó a su hermana, en un intento de romper el hielo. Umi aún seguía malhumorada, y no podía culparla, pero ya que se dirigían a una misión tan peligrosa, ¡al menos podían hacerlo de una forma más animada!
Cuando el último shinobi subió al barco, se recogió el puente de madera. El navío osciló ligeramente cuando las velas se desplegaron con estruendo, y entonces Suzaku sintió como si le hubiesen golpeado en la cabeza con una sartén. ¡Maldita sea! Apenas habían empezado a alejarse del muelle y ya estaba terriblemente mareada. Lo primero que hizo fue apartarse todo lo que pudo de la barandilla. Y del mar. Apoyándose con una mano, la pelirrosa se quedó por el centro de la cubierta, con la espalda apoyada en uno de los mástiles respirando hondo varias veces.
Una voz la sobresaltó:
—¡Escuchad! ¡¡ESCUCHAD!! —Las voces a su alrededor se acallaron entre varios chistidos. Suzaku giró la cabeza lentamente a su alrededor, intentando no marearse más pero también buscando el origen de aquella voz. No tardó en encontrarla, cuando un hombre bajó con un ágil salto sobre la barandilla que rodeaba la cubierta. Tenía el cabello negro y despeinado, y sus ojos eran igual de oscuros. Lo más destacable de su rostro era su mentón torcido, como si hubiese recibido un contundente golpe. Uchiha Raito era el general encargado en aquella misión. Suzaku nunca había hablado con él cara a cara, pero había oído de él (concretamente, palabras textuales de otras personas) que era un borde de mierda. Pero si había sido el mentor del Uzukage, ¡tenía que ser una persona alucinante!—. Soy Uchiha Raito, y tengo algo que deciros. Llegaremos a nuestro destino mañana por la noche. Se estiman precipitaciones, probabilidad baja de tormenta —Suzaku no pudo evitar dirigir una nerviosa mirada al cielo. Lo que le faltaba, turbulencias en un viaje en barco. Magnífico. Y seguro que, con la suerte que estaba teniendo, caería la tormenta del siglo y después les atacaría un kraken—. Deberéis permanecer con el Escuadrón que se os ha asignado durante todo el viaje. Haremos turnos de vigilancia permanentemente. No podemos descartar que nos intercepten por el camino. Vuestros Capitanes de Escuadrón os explicarán en detalle el plan para recuperar la Villa de las Aguas Termales. Cualquier duda se la trasladaréis a ellos.
»Ah, y otra cosa. ¡Nada de combatitos amistosos en este barco, golfos! Sabéis como es Datsue, ¡es capaz de hacernos pagar a todos por los desperfectos! Eso es todo. ¡Descansen!
—¿Quién en su sano juicio se pondría a combatir aquí y ahora? —Se preguntó Suzaku en un murmullo. No sólo era una locura hacerlo en un barco, ¡arriesgarse a lesionarse justo antes de que llegara el verdadero enfrentamiento era una auténtica temeridad!
Uchiha Raito se dirigió hacia los puestos de mando, y de manera inmediata los Capitanes de los Escuadrones comenzaron a llamar a sus miembros.
—¡Escuadrón número cuarochquincentaseidostro!
Entre tanto caos de voces y el propio mareo contra el que estaba intentando luchar, a Suzaku se le hizo muy difícil distinguir la voz que la llamaba por el Escuadrón 42. Por eso decidió seguir a su hermana hasta la posición de la jōnin que les estaba llamando. Si no recordaba mal, su nombre era Tsuta Neiru.
—¡Uchiha Suzaku, a su disposición! —se presentó, cuadrándose para saludar. Aunque dio algunos torpes traspiés en el proceso.