10/05/2022, 23:01
—Sí, bueno, nunca me gustó la idea de pelear con compañeros de aldea y en cuanto vi que Reiji iba más que en serio, preferí darle la victoria que hacernos más daño del que podíamos curarnos. Y por eso gané el resto de combates.
—Ya...
Hana hinchaba el pecho con profundo orgullo ante su actuación. Pero Suzaku no estaba segura de que ella hubiera podido otorgarle a otro la victoria, por mucho que fuera de su misma aldea. ¡Su orgullo como kunoichi estaba en juego! Pero no se sintió con ánimos de rebatirle nada. Al menos se había hecho con el tercer puesto, que ya era más de lo que ella había conseguido en su corta trayectoria como kunoichi.
«Si algún día participo en un torneo, daré lo máximo de mí.» Decidió. Claro que, para eso, primero tendría que salir de aquella guerra con vida, que ya era decir.
—Uchiha Umi —le voz de su hermana mayor, presentándose, la devolvió a la realidad. Suzaku no pudo evitar volverse hacia ella con sorpresa. Si era sincera, no esperaba que Umi se mostrara mínimamente cordial. Aún así, la notó incómoda. Se acariciaba los pinchos de su collar, y se empeñaba en mantener cierta distancia entre ella y el resto de compañeros de travesía. ¿Qué le pasaba?—. ¿Participaste en el Torneo, entonces? Wow.
—Sí, y quedé tercera. Y aún así, la gente me mira como si fuese una niña indefensa. Por eso había pensado en cambiar mi vestimenta a un estilo más... imponente. ¡Y he visto tu collar, Umi-chan! ¡Es perfecto! ¿Donde lo has comprado? ¿Me dejarías probármelo? —Tal era su expectación que, con aquella peculiar petición, los ojos de Hana resplandecían como piedras preciosas.
—Esto... —Suzaku trató de advertir a Hana, pero no llegó a tiempo:
—No —la cortó Umi, directa y seca como sólo ella podía ser—. Escucha, no sé dónde me lo compró, pero fue un regalo de mi padre. Una semana antes de morir. No es algo que vaya a prestarle a nadie. Lo siento.
Un tenso silencio se expandió por la cubierta del barco, como densa mantequilla. Incluso el mundo alrededor pareció enmudecer; aunque, por supuesto, no era así. Suzaku había agachado la cabeza, entristecida. Recordaba a la perfección el día que su padre le regaló aquel collar a Umi. Su hermana no se lo había quitado desde la muerte de sus padres. En ningún momento. Hana no lo sabía, pero acababa de traspasar una frontera.
—Oh. L-Lo entiendo, claro. Mi padre... Supongo que todos hemos perdido a alguien. Disculpa, he sido una insensible. Voy... voy a dormir un rato.
Suzaku no supo qué decirle. Simplemente, le dedicó una escueta despedida mientras la kunoichi se alejaba de ellas, derrotada.
—Si salim... —Suzaku sacudió la cabeza, apartando aquellos pensamientos derrotistas, y se corrigió inmediatamente—: Cuando acabemos con esto, podemos comprarle un collar como el tuyo.
—Ya...
Hana hinchaba el pecho con profundo orgullo ante su actuación. Pero Suzaku no estaba segura de que ella hubiera podido otorgarle a otro la victoria, por mucho que fuera de su misma aldea. ¡Su orgullo como kunoichi estaba en juego! Pero no se sintió con ánimos de rebatirle nada. Al menos se había hecho con el tercer puesto, que ya era más de lo que ella había conseguido en su corta trayectoria como kunoichi.
«Si algún día participo en un torneo, daré lo máximo de mí.» Decidió. Claro que, para eso, primero tendría que salir de aquella guerra con vida, que ya era decir.
—Uchiha Umi —le voz de su hermana mayor, presentándose, la devolvió a la realidad. Suzaku no pudo evitar volverse hacia ella con sorpresa. Si era sincera, no esperaba que Umi se mostrara mínimamente cordial. Aún así, la notó incómoda. Se acariciaba los pinchos de su collar, y se empeñaba en mantener cierta distancia entre ella y el resto de compañeros de travesía. ¿Qué le pasaba?—. ¿Participaste en el Torneo, entonces? Wow.
—Sí, y quedé tercera. Y aún así, la gente me mira como si fuese una niña indefensa. Por eso había pensado en cambiar mi vestimenta a un estilo más... imponente. ¡Y he visto tu collar, Umi-chan! ¡Es perfecto! ¿Donde lo has comprado? ¿Me dejarías probármelo? —Tal era su expectación que, con aquella peculiar petición, los ojos de Hana resplandecían como piedras preciosas.
—Esto... —Suzaku trató de advertir a Hana, pero no llegó a tiempo:
—No —la cortó Umi, directa y seca como sólo ella podía ser—. Escucha, no sé dónde me lo compró, pero fue un regalo de mi padre. Una semana antes de morir. No es algo que vaya a prestarle a nadie. Lo siento.
Un tenso silencio se expandió por la cubierta del barco, como densa mantequilla. Incluso el mundo alrededor pareció enmudecer; aunque, por supuesto, no era así. Suzaku había agachado la cabeza, entristecida. Recordaba a la perfección el día que su padre le regaló aquel collar a Umi. Su hermana no se lo había quitado desde la muerte de sus padres. En ningún momento. Hana no lo sabía, pero acababa de traspasar una frontera.
—Oh. L-Lo entiendo, claro. Mi padre... Supongo que todos hemos perdido a alguien. Disculpa, he sido una insensible. Voy... voy a dormir un rato.
Suzaku no supo qué decirle. Simplemente, le dedicó una escueta despedida mientras la kunoichi se alejaba de ellas, derrotada.
—Si salim... —Suzaku sacudió la cabeza, apartando aquellos pensamientos derrotistas, y se corrigió inmediatamente—: Cuando acabemos con esto, podemos comprarle un collar como el tuyo.