17/05/2022, 18:14
Umi suspiró.
—No pasa nada, Chica Patriota. Sucedió hace mucho tiempo —se limitó a contestar Umi. Cuando la muchacha se alejó, Suzaku comenzó a decir algo.
—Si salim... —Suzaku sacudió la cabeza, apartando aquellos pensamientos derrotistas, y se corrigió inmediatamente—: Cuando acabemos con esto, podemos comprarle un collar como el tuyo.
Umi resopló y miró para otro lado.
—El dinero es para la casa, ya lo sabes. No andamos precisamente sobradas —contestó. «¿Qué pasa, no puede comprárselo ella misma?»
«Voy a matarte, Uchiha Datsue.»
No podía hacer peor día. Las gigantescas olas del noreste de Oonindo chocaban contra el casco del barco, haciéndola tambalear mientras se dirigía al comedor. A estas alturas incluso se le quitaría el hambre.
Durante la comida, Uchiha Raito apareció para dar otro discurso, junto a otros dos perros de Hanabi. Umi torció el gesto en cuanto los vió: aquellos iban siempre con el Sarutobi antes de que sus padres muriesen. Llegó a pregutarse si tuvieron algo que ver.
Entonces sucedió.
Raito no era Raito. Era Uchiha Datsue. Todo alrededor de Umi se detuvo, y la Uchiha abrió la boca hasta clavar la barbilla en el suelo. ¿Cómo era posible? Era como si aquél hijo de puta le hubiese tomado la palabra y quisiera dejarla mal. ¡Era como si...!
...como si quisiera demostrar que estaba equivocada.
Quizás fue por eso que Umi se alteró tanto, y se levantó de golpe de la silla, señalándole.
—¡¡Tú!! —exclamó—. ¿¡Pero qué coño haces tú aquí!?
—No pasa nada, Chica Patriota. Sucedió hace mucho tiempo —se limitó a contestar Umi. Cuando la muchacha se alejó, Suzaku comenzó a decir algo.
—Si salim... —Suzaku sacudió la cabeza, apartando aquellos pensamientos derrotistas, y se corrigió inmediatamente—: Cuando acabemos con esto, podemos comprarle un collar como el tuyo.
Umi resopló y miró para otro lado.
—El dinero es para la casa, ya lo sabes. No andamos precisamente sobradas —contestó. «¿Qué pasa, no puede comprárselo ella misma?»
· · ·
«Voy a matarte, Uchiha Datsue.»
No podía hacer peor día. Las gigantescas olas del noreste de Oonindo chocaban contra el casco del barco, haciéndola tambalear mientras se dirigía al comedor. A estas alturas incluso se le quitaría el hambre.
Durante la comida, Uchiha Raito apareció para dar otro discurso, junto a otros dos perros de Hanabi. Umi torció el gesto en cuanto los vió: aquellos iban siempre con el Sarutobi antes de que sus padres muriesen. Llegó a pregutarse si tuvieron algo que ver.
Entonces sucedió.
Raito no era Raito. Era Uchiha Datsue. Todo alrededor de Umi se detuvo, y la Uchiha abrió la boca hasta clavar la barbilla en el suelo. ¿Cómo era posible? Era como si aquél hijo de puta le hubiese tomado la palabra y quisiera dejarla mal. ¡Era como si...!
...como si quisiera demostrar que estaba equivocada.
Quizás fue por eso que Umi se alteró tanto, y se levantó de golpe de la silla, señalándole.
—¡¡Tú!! —exclamó—. ¿¡Pero qué coño haces tú aquí!?