18/05/2022, 12:09
Pasamos la noche como buenamente pudimos. Nos dispusieron una serie de hamacas para los distintos escuadrones que íbamos a utilizar para pasar la noche. La brisa del mar, tranquilo como cuando se prepara para el inevitable frenesí de la batalla era tranquilizadora y, sin lugar a dudas, ayudó a conciliar el sueño en un barco que era un manojo de nervios. Entre los novatos y los que noc reían en nuestras opciones de victoria, luegoe staban los pesimistas que creían que íbamos a morir todos y cada uno de los 97 gilipollas que íbamos a aquella misión suicida. Yo... bueno, simplemente acataba ordenes. A fin de cuentas, eso era lo que debía hacer dar el máximo de mi por el Remolino, era mi deber después de todo lo que Uzushiogakure había hecho por mi desde el fallecimiento de mis padres.
Al día siguiente nos reunieron a todos en una gran sala que hacía sus funciones de comedor. Todo el mundo estaba callado, llevándose algún que otro trozo de pan a la boca para saciar el rugir del estómago y también para pasar el rato. Un método más para pasar los nervios ante el día de mierda que estaba azotando aquel barco. Tan solo esperábamos la orden. La Dichosa orden que nos enviaría a cumplir con nuestro deber. Fue entonces cuando llegó el generalisimo, el que había servido a la patria mejor que cualquiera de los presentes. Uchiha raito en persona una vez más. Sin embargo, pronto comprobaríamos de primerísima mano que noe ra Uchiha raito sino..
— Uchiha D-datsue-sama... — alcancé a balbucear desde mi silla.
El resto de compañeros de escuadrón reaccionó de lo forma más escandalosa posible. Especialmente la rubia y bueno, por qué no decirlo, Uchiha Suzaku. Quizás el único que reaccionó de forma más bien calmada o comedida fue Hayato. No descartaba que fuera cosa del color de cabellos, pues los dos peliblancos fuimos los más relajados.
— ¿De verdad creeis que Datsue-sama es tan gilipollas para dejar la aldea descuidada solo por venir en este barco de mala muerte? — dije, mirando a todos y cada uno de los compañeros de escuadrón mientras el comedor seguía alborotandose — Ni que le hayan nombrado Rokudaime Uzukage por descarte...
Pero lo cierto es que la simple presencia del Escudo de Uzushio me reconfortaba y tuvo un efecto anímico positivo en mí.
Al día siguiente nos reunieron a todos en una gran sala que hacía sus funciones de comedor. Todo el mundo estaba callado, llevándose algún que otro trozo de pan a la boca para saciar el rugir del estómago y también para pasar el rato. Un método más para pasar los nervios ante el día de mierda que estaba azotando aquel barco. Tan solo esperábamos la orden. La Dichosa orden que nos enviaría a cumplir con nuestro deber. Fue entonces cuando llegó el generalisimo, el que había servido a la patria mejor que cualquiera de los presentes. Uchiha raito en persona una vez más. Sin embargo, pronto comprobaríamos de primerísima mano que noe ra Uchiha raito sino..
— Uchiha D-datsue-sama... — alcancé a balbucear desde mi silla.
El resto de compañeros de escuadrón reaccionó de lo forma más escandalosa posible. Especialmente la rubia y bueno, por qué no decirlo, Uchiha Suzaku. Quizás el único que reaccionó de forma más bien calmada o comedida fue Hayato. No descartaba que fuera cosa del color de cabellos, pues los dos peliblancos fuimos los más relajados.
— ¿De verdad creeis que Datsue-sama es tan gilipollas para dejar la aldea descuidada solo por venir en este barco de mala muerte? — dije, mirando a todos y cada uno de los compañeros de escuadrón mientras el comedor seguía alborotandose — Ni que le hayan nombrado Rokudaime Uzukage por descarte...
Pero lo cierto es que la simple presencia del Escudo de Uzushio me reconfortaba y tuvo un efecto anímico positivo en mí.