20/05/2022, 21:14
Los ojos de la kunoichi verían, mas bien no observarían, las inmediaciones del hospital. Aquel monumento a la salud que constituían una instalación edilicia del porte del hospital de la aldea, ciertamente escapaba un poco al entendimiento de una persona tan joven. Para ella era un hospital, con sus salas, pasillos y personas. Había nacido en una época más tranquila a la que estaban viviendo y por ello quizás no terminaba de comprender lo magnifico de aquel templo.
El obeso y enano recepcionista, vestido de blanco al igual que ella, se alzaría por encima del mostrador para recibirla, advirtiendo que la misión iba a tener inicio en cuanto su compañero de equipo se manifestase en el lugar.
—¡Esperaré por este lugar, gracias!
Exclamó con servicialidad para luego realizar una reverencia, acto seguido tomaría asiento. Realmente no estaba cansada ni mucho menos, pero una voz en su interior le decía que aprovechar ese instante de reflexión previo a iniciar las tareas del día sería una buena decisión.
Al cabo de un rato no muy largo, un muchacho ingresaría en la escena. No muy alto, ojos de un color similar al suyo y cabello tambien oscuro. Al contrario que ella, llevaba el pelo como sea que tuvo ganas de amanecer ese día aparentemente, lo cual le triggereaba algo en su interior, pero que no iba a admitir tan pronto.
Pareciera que no tuvo la mejor noche de su vida...
Se apresuró a juzgar por las pintas que cargaba.
Si algo le llamó la atención fue el particular lugar donde cargaba su bandana, pero más aún le llamó la atención el petate que llevaba en la espalda, era raro, ligeramente inquietante.
¿Qué es eso?
Se preguntaba mientras se levantaba de la silla y se aproximaba hasta la recepción.
Ichikawa Arata era el nombre de aquel joven, le sonaba, seguro que si. Las casualidades de la vida le habrían hecho coincidir en el pasado durante su paso de la academia probablemente, aunque no podía decir que llegasen a trabar alguna clase de amistad.
Ante la orden, la kunoichi siguió al calvo por aquella puerta lateral. Cruzando el portal solo apto para personal autorizado.
—Soy yo quien está encantada de conocerte, Ichikawa-san. Mi nombre es Yamanouchi Moguko. ¿Será posible que hayamos coincidido en nuestro paso por la Academia?
Correspondió su formal introducción con una reverencia y una amable sonrisa, siempre dispuesta a construir un nuevo puente y ofrecer su amistad.
Los guiaron hasta su estación de trabajo, un ala del hospital con al menos 20 salas por lo que cabía esperar y un checkpoint, la sala de limpieza, la consigna que se les dio era bastante sencilla. Dejar el lugar brillando de limpio y de esa forma salvar vidas de las infecciones de un espacio no esterilizado.
—Haremos nuestro mejor esfuerzo.
Dijo con una ligera sonrisa en el rostro.
Seguidamente examinaría el arsenal a su disposición, la protección disponible y finalmente a su compañero.
—¿Cómo te gustaría que procedamos, Ichikawa-san?
Una pregunta sencilla, que quizás no necesitaba hacer pero que tampoco quería dejar escapar la oportunidad de realizar.
El obeso y enano recepcionista, vestido de blanco al igual que ella, se alzaría por encima del mostrador para recibirla, advirtiendo que la misión iba a tener inicio en cuanto su compañero de equipo se manifestase en el lugar.
—¡Esperaré por este lugar, gracias!
Exclamó con servicialidad para luego realizar una reverencia, acto seguido tomaría asiento. Realmente no estaba cansada ni mucho menos, pero una voz en su interior le decía que aprovechar ese instante de reflexión previo a iniciar las tareas del día sería una buena decisión.
Al cabo de un rato no muy largo, un muchacho ingresaría en la escena. No muy alto, ojos de un color similar al suyo y cabello tambien oscuro. Al contrario que ella, llevaba el pelo como sea que tuvo ganas de amanecer ese día aparentemente, lo cual le triggereaba algo en su interior, pero que no iba a admitir tan pronto.
Pareciera que no tuvo la mejor noche de su vida...
Se apresuró a juzgar por las pintas que cargaba.
Si algo le llamó la atención fue el particular lugar donde cargaba su bandana, pero más aún le llamó la atención el petate que llevaba en la espalda, era raro, ligeramente inquietante.
¿Qué es eso?
Se preguntaba mientras se levantaba de la silla y se aproximaba hasta la recepción.
Ichikawa Arata era el nombre de aquel joven, le sonaba, seguro que si. Las casualidades de la vida le habrían hecho coincidir en el pasado durante su paso de la academia probablemente, aunque no podía decir que llegasen a trabar alguna clase de amistad.
Ante la orden, la kunoichi siguió al calvo por aquella puerta lateral. Cruzando el portal solo apto para personal autorizado.
—Soy yo quien está encantada de conocerte, Ichikawa-san. Mi nombre es Yamanouchi Moguko. ¿Será posible que hayamos coincidido en nuestro paso por la Academia?
Correspondió su formal introducción con una reverencia y una amable sonrisa, siempre dispuesta a construir un nuevo puente y ofrecer su amistad.
Los guiaron hasta su estación de trabajo, un ala del hospital con al menos 20 salas por lo que cabía esperar y un checkpoint, la sala de limpieza, la consigna que se les dio era bastante sencilla. Dejar el lugar brillando de limpio y de esa forma salvar vidas de las infecciones de un espacio no esterilizado.
—Haremos nuestro mejor esfuerzo.
Dijo con una ligera sonrisa en el rostro.
Seguidamente examinaría el arsenal a su disposición, la protección disponible y finalmente a su compañero.
—¿Cómo te gustaría que procedamos, Ichikawa-san?
Una pregunta sencilla, que quizás no necesitaba hacer pero que tampoco quería dejar escapar la oportunidad de realizar.