21/05/2022, 15:00
—Yo también me alegro de veros —soltó el Uzukage, mirándolos uno a uno—. La villa está en buenas manos. Uchiha Raito está haciéndose pasar por mí, Kurama no sabrá que Uzushiogakure no cuenta con su Kage hasta que sea demasiado tarde para él. Raito, Uzumaki Eri... son muchos los ninjas poderosos que velan por nuestro hogar. Confiemos en ellos. Sé que no es lo habitual que un Kage salga de la villa, pero el día de mi nombramiento, os hice una promesa. Una que no puedo cumplir sentado detrás de un escritorio.
«¿Pero y si le pasa algo? ¿Quién se hará cargo de la villa entonces?» Quiso preguntar Suzaku, llena de angustia. Pero la pregunta murió en su garganta, bajo el murmullo constante de todos los allí presentes.
—Os he entrevistado privadamente a muchos de vosotros —continuó, a raíz de las dudas de algunos de los presentes—. Podría... Bueno, no. Dudo que queráis que revele los detalles de nuestras conversaciones.
Entonces, Uchiha Datsue cerró los ojos por un instante. Una extraña energía comenzó a envolverle, junto a filamentos de arena que comenzaron a girar a su alrededor. Su cabello, desde la raíz a la punta, se aclaró notablemente. Y cuando volvió a abrir los ojos, su esclerótica se había vuelto negra, sus iris dorados y su pupila había adquirido la forma de una estrella de cuatro puntas. Suzaku no había llegado a ser testigo de la presencia de Shukaku, pero tampoco era una necia como para pensar que aquel era alguna nueva fase del Sharingan. Cualquier duda sobre su identidad, si es que aún quedaba alguna, había quedado completamente barrida.
—Ahora, a la misión. Sí, lo sé. La tormenta es más grande de lo que nadie había predicho. Os seré franco, si hay alguien que no se sienta capacitado para llegar a tierra... Si quiere, puede quedarse aquí. El barco necesita de alguien para protegerlo hasta nuestra vuelta, ¿hmm? No os lo echaré en cara. Al resto... seguidme.
El Uzukage a andar hacia la cubierta, pero Suzaku se mantuvo en su sitio, dubitativa. Maldita sea, quería seguirle, ¡claro que quería! Pero las olas no dejaban de zarandear el barco y el cielo no dejaba de descargar rayos contra ellos. Era como si todos los dioses habidos y por haber se hubiesen confabulado para hundirlos. Además... estaba el océano.
—¡Mis espadas! ¡Mis uzujines! ¡Y mis cerezos silvestres! —escuchó la voz de Datsue, pero como si hubiese sido amplificada varias decenas de veces—. ¡Es la hora! ¡Lleváis toda vuestra vida entrenando para esto sin daros cuenta! ¡Cada vez que jugabais entre las olas del Remolino, cada excursión de la Academia para luchar en las costas! ¡Habéis nacido para esto! ¡Cada paso en vuestra vida os ha conducido a este momento![/sub]
Sí, como Uzujin, Suzaku había entrenado para caminar sobre las aguas, y como uno más de ellos se le daba especialmente sortear los vaivenes de las olas y los remolinos. ¡Pero no estaban hablando de un mar revuelto típico de un día tormentoso! ¡Es que estaban en pleno huracán! Y ella no sabía nadar...
—¡Recordadlo bien, porque los bardos cantarán sobre esta noche sobre los siglos de los siglos! ¡La noche en que hicimos lo imposible! ¡La noche en que demostramos al mundo que el mar nos pertenece!
Aunque... Si el Uzukage les decía que podían hacerlo... Quizás había una posibilidad...
—¡No temáis a las tormentas y el océano, Susano'o está de nuestra parte! ¡¡¡UZUJIIINEEESSS!!! ¡¡¡ES LA HORA DE HACER HISTORIA!!! ¡¡¡VAAAMOOOOSSSS!!!
—¡¡VAMOS!!
Suzaku echó a correr hacia la cubierta, arrastrando prácticamente a Umi en el proceso, dispuesta a saltar por la borda. Como hermanas, ellas irían juntas en aquella misión suicida. Ya se había vestido el chaleco salvavidas y la cuerda ya la amarraba directamente a su hermana.
Tan sólo esperaba no terminar hundida en el proceso.
«¿Pero y si le pasa algo? ¿Quién se hará cargo de la villa entonces?» Quiso preguntar Suzaku, llena de angustia. Pero la pregunta murió en su garganta, bajo el murmullo constante de todos los allí presentes.
—Os he entrevistado privadamente a muchos de vosotros —continuó, a raíz de las dudas de algunos de los presentes—. Podría... Bueno, no. Dudo que queráis que revele los detalles de nuestras conversaciones.
Entonces, Uchiha Datsue cerró los ojos por un instante. Una extraña energía comenzó a envolverle, junto a filamentos de arena que comenzaron a girar a su alrededor. Su cabello, desde la raíz a la punta, se aclaró notablemente. Y cuando volvió a abrir los ojos, su esclerótica se había vuelto negra, sus iris dorados y su pupila había adquirido la forma de una estrella de cuatro puntas. Suzaku no había llegado a ser testigo de la presencia de Shukaku, pero tampoco era una necia como para pensar que aquel era alguna nueva fase del Sharingan. Cualquier duda sobre su identidad, si es que aún quedaba alguna, había quedado completamente barrida.
—Ahora, a la misión. Sí, lo sé. La tormenta es más grande de lo que nadie había predicho. Os seré franco, si hay alguien que no se sienta capacitado para llegar a tierra... Si quiere, puede quedarse aquí. El barco necesita de alguien para protegerlo hasta nuestra vuelta, ¿hmm? No os lo echaré en cara. Al resto... seguidme.
El Uzukage a andar hacia la cubierta, pero Suzaku se mantuvo en su sitio, dubitativa. Maldita sea, quería seguirle, ¡claro que quería! Pero las olas no dejaban de zarandear el barco y el cielo no dejaba de descargar rayos contra ellos. Era como si todos los dioses habidos y por haber se hubiesen confabulado para hundirlos. Además... estaba el océano.
—¡Mis espadas! ¡Mis uzujines! ¡Y mis cerezos silvestres! —escuchó la voz de Datsue, pero como si hubiese sido amplificada varias decenas de veces—. ¡Es la hora! ¡Lleváis toda vuestra vida entrenando para esto sin daros cuenta! ¡Cada vez que jugabais entre las olas del Remolino, cada excursión de la Academia para luchar en las costas! ¡Habéis nacido para esto! ¡Cada paso en vuestra vida os ha conducido a este momento![/sub]
Sí, como Uzujin, Suzaku había entrenado para caminar sobre las aguas, y como uno más de ellos se le daba especialmente sortear los vaivenes de las olas y los remolinos. ¡Pero no estaban hablando de un mar revuelto típico de un día tormentoso! ¡Es que estaban en pleno huracán! Y ella no sabía nadar...
—¡Recordadlo bien, porque los bardos cantarán sobre esta noche sobre los siglos de los siglos! ¡La noche en que hicimos lo imposible! ¡La noche en que demostramos al mundo que el mar nos pertenece!
Aunque... Si el Uzukage les decía que podían hacerlo... Quizás había una posibilidad...
—¡No temáis a las tormentas y el océano, Susano'o está de nuestra parte! ¡¡¡UZUJIIINEEESSS!!! ¡¡¡ES LA HORA DE HACER HISTORIA!!! ¡¡¡VAAAMOOOOSSSS!!!
—¡¡VAMOS!!
Suzaku echó a correr hacia la cubierta, arrastrando prácticamente a Umi en el proceso, dispuesta a saltar por la borda. Como hermanas, ellas irían juntas en aquella misión suicida. Ya se había vestido el chaleco salvavidas y la cuerda ya la amarraba directamente a su hermana.
Tan sólo esperaba no terminar hundida en el proceso.