22/05/2022, 00:08
El mismísimo Uzukage en persona. El puto Datsue había sido incapaz de dejarlos a su suerte, había sido incapaz de dejar solos a tantos genins e inexperimentados shinobis como viajaban en ese buque. Sin duda alguna, estaba cumpliendo al 200 por ciento su palabra, dejando incluso la aldea en manos ajenas para ratificar que era el escudo que había prometido ser.
Aclaró ser quien parecía ser. Pero aún así, las dudas sobrevolaban las mentes más escépticas, haciendo al Uchiha verse obligado a hacer algo que sólo él podía hacer. La arena bañó sus cabellos, y numerosas partes de su cuerpo en lo que iba desvelando una forma que jamás había visto Hayato. Sin embargo, muchos creyeron más a esa horripilante forma que a sus propias palabras. Fuese como fuese, lo que importaba es que todos estaban unidos, y con un propósito claro: Asaltar esa puta villa.
Antes de movilizar a todas las fuerzas, Datsue dio pie a que quien quisiera se quedase en el barco. Pero... ¿Quién diantres iba a permanecer en el barco mientras ese carismático y poderoso Uchiha hacía todo el trabajo?. Era imposible que un solo alma se quedase allí. ¡Saltaría hasta el maldito comandante!. Ese puto Uchiha sabía muy bien como engatusar a la gente, cómo encandilarlos con sus palabras.
—Vamos allá, Natsu. —Inquirió a su compañero de baño.
Tras ello, todos salieron al exterior del barco, pudiendo ver cómo la tormenta poco a poco les iba devorando. ¡La madre que lo parió!. ¿Quién le había mandado a ese Senju a meterse en esos berenjenales?. No tardó en verlo, ese "algo" que le había impulsado era el mismo que se había clonado 25 veces, y vociferaba a todo pulmón que había llegado la hora de la verdad.
Solo le faltó llevar la mano al rostro, demolido... Pero. PERO. No, eso no era posible, no con ese gran líder incitando a saltar, animando hasta a los putos delfines para que asaltasen la costa. Ni los tiburones, ni el kraken, ni el mismísimo sabio iban a detener a esa panda de Uzujines. No señor.
Hayato comprobó que tenía bien puesto el chaleco salvavidas, comprobó que tenía bien atada la cuerda, y vociferaría a todo pulmón: —¡¡AL ASALTOOOOO!!.
Con ello trataría de saltar, arrastrando incluso a su compañero, si es que él no le ponía también sus mismas ganas. De lo contrario, pues el resultado sería muy distinto, pues en lo que a fuerza se refería, no iba a poder con él ni por asomo.
Aclaró ser quien parecía ser. Pero aún así, las dudas sobrevolaban las mentes más escépticas, haciendo al Uchiha verse obligado a hacer algo que sólo él podía hacer. La arena bañó sus cabellos, y numerosas partes de su cuerpo en lo que iba desvelando una forma que jamás había visto Hayato. Sin embargo, muchos creyeron más a esa horripilante forma que a sus propias palabras. Fuese como fuese, lo que importaba es que todos estaban unidos, y con un propósito claro: Asaltar esa puta villa.
Antes de movilizar a todas las fuerzas, Datsue dio pie a que quien quisiera se quedase en el barco. Pero... ¿Quién diantres iba a permanecer en el barco mientras ese carismático y poderoso Uchiha hacía todo el trabajo?. Era imposible que un solo alma se quedase allí. ¡Saltaría hasta el maldito comandante!. Ese puto Uchiha sabía muy bien como engatusar a la gente, cómo encandilarlos con sus palabras.
—Vamos allá, Natsu. —Inquirió a su compañero de baño.
Tras ello, todos salieron al exterior del barco, pudiendo ver cómo la tormenta poco a poco les iba devorando. ¡La madre que lo parió!. ¿Quién le había mandado a ese Senju a meterse en esos berenjenales?. No tardó en verlo, ese "algo" que le había impulsado era el mismo que se había clonado 25 veces, y vociferaba a todo pulmón que había llegado la hora de la verdad.
Solo le faltó llevar la mano al rostro, demolido... Pero. PERO. No, eso no era posible, no con ese gran líder incitando a saltar, animando hasta a los putos delfines para que asaltasen la costa. Ni los tiburones, ni el kraken, ni el mismísimo sabio iban a detener a esa panda de Uzujines. No señor.
Hayato comprobó que tenía bien puesto el chaleco salvavidas, comprobó que tenía bien atada la cuerda, y vociferaría a todo pulmón: —¡¡AL ASALTOOOOO!!.
Con ello trataría de saltar, arrastrando incluso a su compañero, si es que él no le ponía también sus mismas ganas. De lo contrario, pues el resultado sería muy distinto, pues en lo que a fuerza se refería, no iba a poder con él ni por asomo.