22/05/2022, 14:03
A la cansada kunoichi le gustaba el Bukijutsu, puntualmente el Kenjutsu. Una ligera sonrisa se dibujó en el rostro de Moguko cuando escuchó ese comentario. Le agradaba conocer a más gente adepta a esa rama de combate, pues ella misma era una aficionada al Kenjutsu por su padre.
Sayori le enseñaría su espada, una sencilla Kodachi, humilde arma que por más que uno se dedicase a usar armas mas grandes, nunca estaba de más tenerla en el arsenal.
—¡Me gusta!
Comentaría en respuesta a la exhibición de la muchacha. Esta le preguntaría después si podía echarle un ojo a su wakizashi, lo cuál realmente no era ningún problema salvo por el hecho de que Moguko no cargaba en ese momento con la hoja y de todas maneras ambas tenían compromisos que atender.
—Por supuesto, pero tendrá que ser en otra ocasión.
Realmente la kunoichi no tenía ningún inconveniente de pavonearse de aquella hermosa espada que le habían regalado al graduarse de la academia. La cargaba en su cinturón con cierto orgullo, era la hija de un samurái después de todo.
—¿Sueles pasar por esta ruta al hacer tus cosas?
Consultaría queriendo saber un poquito más de la muchacha.
—A lo mejor la próxima puedo pasar con la espada... o podríamos entrenar juntas un día.
Terminaría por sugerir encogiendose ligeramente de hombros.
Sayori le enseñaría su espada, una sencilla Kodachi, humilde arma que por más que uno se dedicase a usar armas mas grandes, nunca estaba de más tenerla en el arsenal.
—¡Me gusta!
Comentaría en respuesta a la exhibición de la muchacha. Esta le preguntaría después si podía echarle un ojo a su wakizashi, lo cuál realmente no era ningún problema salvo por el hecho de que Moguko no cargaba en ese momento con la hoja y de todas maneras ambas tenían compromisos que atender.
—Por supuesto, pero tendrá que ser en otra ocasión.
Realmente la kunoichi no tenía ningún inconveniente de pavonearse de aquella hermosa espada que le habían regalado al graduarse de la academia. La cargaba en su cinturón con cierto orgullo, era la hija de un samurái después de todo.
—¿Sueles pasar por esta ruta al hacer tus cosas?
Consultaría queriendo saber un poquito más de la muchacha.
—A lo mejor la próxima puedo pasar con la espada... o podríamos entrenar juntas un día.
Terminaría por sugerir encogiendose ligeramente de hombros.