29/05/2022, 15:47
Su intimo momento de reflexión se vio interrumpido por el sonido de una puerta abrirse, puerta que ella se iba a dar a la tarea de abrir. La situación le haría levantar la guardia sin duda alguna, retrocediendo un pie y deslizando su su mano por su cinturón pero sin llegar a posarse en su espada, tanto así no había llegado a ser la cosa.
—¿Ichikawa-san?
Contestó la pregunta con otra pregunta. La persona que estaba detrás de aquella barrera no era otra que el propio marionetista que había conocido en el hospital. La kunoichi relajó un poco su postura al ver que se trataba de un aliado y no un completo desconocido, mucho menos un oponente.
El chico había llegado hacía apenas unos minutos, ya incluso se había presentado al solicitante de la misión. De hecho, ahora justo iba a salir por ello mismo, tenía un encargo por parte de Takeshi. Aunque eso obviamente era algo que aún no sabía su antagonista.
Moguko se cruzó de brazos y con una mano se ajustó los lentes en su rostro, asintiendo con la cabeza. El muchacho había llegado más temprano y ya había iniciado el trabajo, de hecho estaba yendo a cumplir con un recado.
—Parece que vamos a trabajar juntos el día de hoy, Ichikawa-san.
Confirmaría con una ligera sonrisa en el rostro, si tenía que tener un compañero aquel día, estaba bastante bien para ella que este fuese Arata.
—¡Encantada de verte, Ichikawa-san! No te retengo, nos vemos en un momento.
Diría entonces abriéndole el paso al muchacho para que pudiese salir a hacer su trabajo.
La médica se aventuraría hacía el interior del negocio, cruzando por el pasillo de ladrillo y muros blancos, se cruzó a su paso con un par de entradas selladas y una de la cual provenía tanto luz como un golpeteo de metal contra metal, incluso la temperatura aumentaba a medida que se acercaba a esta, como si fuese el corazón del propio lugar.
Un escalofrió bajó por su espalda cuando escuchó el grito de aquel hombre. Pero aun así enfrentó el segundo susto del día y se aventuró hacía el interior de la sala. La impresionante exhibición de armamento y protección sin duda alguna cautivó su espiritu, el setup del herrero a su vez hizo lo mismo. Aquel sujeto sin duda alguna sabía como hacer su trabajo.
—¡Buenos días, Hirohito-san!
Exclamaría la chica que se había descubierto el rostro al ingresar al edificio. El herrero canoso y barbudo vestía para la ocasión, no estaba de traje ni nada por el estilo, vestía como debía vestir un trabajador del metal.
—Me llamo Yamanouchi Moguko, me reporto para llevar a cabo la misión que me fue encomendada. ¡Encantada de conocerlo!
Y tras introducirse, procedería a realizar una marcada reverencia, digna de un manual de etiqueta.
—¿Ichikawa-san?
Contestó la pregunta con otra pregunta. La persona que estaba detrás de aquella barrera no era otra que el propio marionetista que había conocido en el hospital. La kunoichi relajó un poco su postura al ver que se trataba de un aliado y no un completo desconocido, mucho menos un oponente.
El chico había llegado hacía apenas unos minutos, ya incluso se había presentado al solicitante de la misión. De hecho, ahora justo iba a salir por ello mismo, tenía un encargo por parte de Takeshi. Aunque eso obviamente era algo que aún no sabía su antagonista.
Moguko se cruzó de brazos y con una mano se ajustó los lentes en su rostro, asintiendo con la cabeza. El muchacho había llegado más temprano y ya había iniciado el trabajo, de hecho estaba yendo a cumplir con un recado.
—Parece que vamos a trabajar juntos el día de hoy, Ichikawa-san.
Confirmaría con una ligera sonrisa en el rostro, si tenía que tener un compañero aquel día, estaba bastante bien para ella que este fuese Arata.
—¡Encantada de verte, Ichikawa-san! No te retengo, nos vemos en un momento.
Diría entonces abriéndole el paso al muchacho para que pudiese salir a hacer su trabajo.
La médica se aventuraría hacía el interior del negocio, cruzando por el pasillo de ladrillo y muros blancos, se cruzó a su paso con un par de entradas selladas y una de la cual provenía tanto luz como un golpeteo de metal contra metal, incluso la temperatura aumentaba a medida que se acercaba a esta, como si fuese el corazón del propio lugar.
Un escalofrió bajó por su espalda cuando escuchó el grito de aquel hombre. Pero aun así enfrentó el segundo susto del día y se aventuró hacía el interior de la sala. La impresionante exhibición de armamento y protección sin duda alguna cautivó su espiritu, el setup del herrero a su vez hizo lo mismo. Aquel sujeto sin duda alguna sabía como hacer su trabajo.
—¡Buenos días, Hirohito-san!
Exclamaría la chica que se había descubierto el rostro al ingresar al edificio. El herrero canoso y barbudo vestía para la ocasión, no estaba de traje ni nada por el estilo, vestía como debía vestir un trabajador del metal.
—Me llamo Yamanouchi Moguko, me reporto para llevar a cabo la misión que me fue encomendada. ¡Encantada de conocerlo!
Y tras introducirse, procedería a realizar una marcada reverencia, digna de un manual de etiqueta.