17/06/2022, 12:16
No todos parecieron entender las órdenes de la misma manera, sin embargo. Quizás fruto de la impaciencia, Hayato y Natsu arrancaron a escalar el acantilado justo detrás de Neiru y Hana. La Capitana no tardó ni un instante en detectar aquel movimiento, y de inmediato les ordenó volver a bajar a tierra firme y esperar la señal del Uzukage.
—El plan es no morirse —la voz de Umi le hizo volver a la realidad con su hermana—. Con los pies en la roca, ¿lo tendrás más fácil que con el agua?
—Ja. Ja. Muy graciosa. Me parto —masculló Suzaku, inflando los carrillos.
—Escucha. Yo no tengo hilo, pero tengo unos cuantos shuriken. No me gustaría dejarlos aquí. Si tienes un kunai, podemos atar un hilo e ir asegurando el camino. Luego lo recuperamos y seguimos avanzando. Como dijo la capitana.
—Tengo un kunai. Sólo uno. Tendremos que coordinarnos bien con él para no terminar cayendo. Puede que no sea agua, pero tampoco sé volar. Y creo que tú tampoco.
Pero Umi estaba mirando fijamente a Uchiha Datsue.
—Podría mandar a volar a ese capullo de una hostia. Otra vez.
—¿Otra v...? ¡Umi!
—Te veo de buen humor, Umi —rezongó el Uzukage, con una seca carcajada. Estaba claro que la había escuchado—. Y yo que pensaba que estabas preocupada por la misión.
Suzaku se volvió hacia él, llena de pavor y vergüenza. Pero el Uzukage le guiñó un ojo. Si estaba enfadado u ofendido por el comportamiento de su hermana mayor, no lo demostró. De hecho, comenzó a alejarse hacia el Escuadrón Veintidós y la pelirrosa aprovechó el momento para reñir a Umi:
—¡No deberías hablarle así, es nuestro Uzukage!
Poco después, Datsue dio la esperada orden de partir. Suzaku ató bien el hilo al kunai y lo arrojó todo lo arriba que pudo para clavarlo entre las rocas. Y, sólo después de asegurarse de que el hilo aguantaría su peso tirando varias veces de él con firmeza, comenzó a escalar la pared del acantilado acumulando el chakra en la planta de sus pies.
—¡No te vayas a quedar atrás, Umi!
—El plan es no morirse —la voz de Umi le hizo volver a la realidad con su hermana—. Con los pies en la roca, ¿lo tendrás más fácil que con el agua?
—Ja. Ja. Muy graciosa. Me parto —masculló Suzaku, inflando los carrillos.
—Escucha. Yo no tengo hilo, pero tengo unos cuantos shuriken. No me gustaría dejarlos aquí. Si tienes un kunai, podemos atar un hilo e ir asegurando el camino. Luego lo recuperamos y seguimos avanzando. Como dijo la capitana.
—Tengo un kunai. Sólo uno. Tendremos que coordinarnos bien con él para no terminar cayendo. Puede que no sea agua, pero tampoco sé volar. Y creo que tú tampoco.
Pero Umi estaba mirando fijamente a Uchiha Datsue.
—Podría mandar a volar a ese capullo de una hostia. Otra vez.
—¿Otra v...? ¡Umi!
—Te veo de buen humor, Umi —rezongó el Uzukage, con una seca carcajada. Estaba claro que la había escuchado—. Y yo que pensaba que estabas preocupada por la misión.
Suzaku se volvió hacia él, llena de pavor y vergüenza. Pero el Uzukage le guiñó un ojo. Si estaba enfadado u ofendido por el comportamiento de su hermana mayor, no lo demostró. De hecho, comenzó a alejarse hacia el Escuadrón Veintidós y la pelirrosa aprovechó el momento para reñir a Umi:
—¡No deberías hablarle así, es nuestro Uzukage!
Poco después, Datsue dio la esperada orden de partir. Suzaku ató bien el hilo al kunai y lo arrojó todo lo arriba que pudo para clavarlo entre las rocas. Y, sólo después de asegurarse de que el hilo aguantaría su peso tirando varias veces de él con firmeza, comenzó a escalar la pared del acantilado acumulando el chakra en la planta de sus pies.
—¡No te vayas a quedar atrás, Umi!