19/06/2022, 19:54
Aquella noche había más gente en el restaurante que de costumbre. Cuando se asomó detrás de las cortinas, Murakisho Suzume no pudo evitar tragar saliva, emocionada y nerviosa a la vez. No sabía si ya había estado frente a tanta gente antes.
Era un restaurante familiar, no muy caro, pero sí popular. De vez en cuando, Suzume iba a cantar al escenario a cambio de una buena cena y las propinas que le dieran. Para ella era suficiente, pues no se había hecho tan conocida como para exigir más. La chica rotaba entre lugares así, escenarios pequeños y bares, cantando donde pudiese, y lentamente le reconocían cada vez más. Esa noche sólo quedaban algunas mesas vacías, y Suzume quería pensar que era gracias a ella.
Faltaban alrededor de quince minutos para su actuación. ¿Qué tipo de persona le escucharía?
Era un restaurante familiar, no muy caro, pero sí popular. De vez en cuando, Suzume iba a cantar al escenario a cambio de una buena cena y las propinas que le dieran. Para ella era suficiente, pues no se había hecho tan conocida como para exigir más. La chica rotaba entre lugares así, escenarios pequeños y bares, cantando donde pudiese, y lentamente le reconocían cada vez más. Esa noche sólo quedaban algunas mesas vacías, y Suzume quería pensar que era gracias a ella.
Faltaban alrededor de quince minutos para su actuación. ¿Qué tipo de persona le escucharía?