1/07/2022, 02:10
Por unos segundos, creyó que los tenía. Por unos segundos, creyó realmente que con tan solo su lengua —su arma más poderosa, bien era cierto— podría ganar aquella batalla sin lucharla. La puesta en escena con los senbonbs había sido buena; el discurso posterior había tenido garra. Entonces vio cuatro láseres viajar en su dirección, y el muro sobre el que se sostenía y sus ilusiones se vieron cortadas como mantequillas.
Datsue cayó, no de manera tan elegante como hubiese querido, casi perdiendo el equilibrio al apoyarse encima de un trozo del muro derruido para no verse ralentizado por el barro. Frunció el ceño, extrañado. Su cuerpo no terminaba de responderle bien.
Le habían envenenado, de eso estaba convencido. Pero un ninja se le había presentado de golpe y tenía cosas más urgentes de las que preocuparse. O eso pensaba, hasta que el chico se puso hablar. Aprovechó el momento para llevarse un par de píldoras a la boca. Una estimuladora de sangre y un antídoto.
«¡JAAAJIAJIAJIA! ¡Otro Generalucho! ¡Mi hermano debe estar desesperado, ya contrata a cualquiera! ¡JIA JIA JIA! ¡A este ritmo vamos a coleccionarlos!»
Datsue no estaba tan alegre. No, un General era un problema, y en sus condiciones, uno de los gordos. No obstante, no podía dejar que la preocupación asomase a su rostro. Debía seguir mostrándose fuerte, incluso cuando seguía sintiéndose enfermo y débil por el veneno. Debía seguir mostrándose majestuoso e irreductible, incluso cuando la vida le había enseñado a golpes que él no era, ni mucho menos, invencible.
Por sus enemigos.
Por sus ninjas. Sus ninjas eran lo más importante. Sin ellos, estaría perdido.
—¿Mi rival? —Datsue masticó aquellas palabras como si supiesen a mierda—. Veo que tu señor no te lo ha contado. Lo que significa enfrentarte a mí.
Iba a mostrárselo: las aspas de sus ojos giraron y giraron en un remolino hipnótico hasta convertirse en cuatro tréboles dorados alrededor de una estrella, donde el único carmesí existente provenía de la sangre derramada por ambos orbes. El Mangekyō Sharingan, la técnica ninja más aterradora de todo el puto universo. Con él, sería capaz de subyugar al mismísimo Kurama en su verdadera forma con una sola mirada.
—Verás, Raiden —dijo mientras el manto de Susano’o, la protección de un verdadero Dios, empezaba a formarse a su alrededor—. Tú hubieses sido un digno rival para mí hace años. Un buen rival, incluso —le concedió, cuando la última placa de la armadura terminó por recubrir su torso. Al contrario que el Susano’o de cualquier otro Uchiha, aquel no era un ente gigantesco, sino una armadura turquesa perfectamente ornamentada que cubría todo su cuerpo—. Si me hubieses pillado cuando salí del vientre de mi madre, quizá incluso hubieses tenido una oportunidad.
Colocó con una mano la máscara Tengu sobre su rostro, ocultando su cara monstruosa con otra demoníaca.
—¿Ahora? Ahora me servirás para limpiarme los dientes y dar ejemplo a los tuyos.
Datsue cayó, no de manera tan elegante como hubiese querido, casi perdiendo el equilibrio al apoyarse encima de un trozo del muro derruido para no verse ralentizado por el barro. Frunció el ceño, extrañado. Su cuerpo no terminaba de responderle bien.
Le habían envenenado, de eso estaba convencido. Pero un ninja se le había presentado de golpe y tenía cosas más urgentes de las que preocuparse. O eso pensaba, hasta que el chico se puso hablar. Aprovechó el momento para llevarse un par de píldoras a la boca. Una estimuladora de sangre y un antídoto.
«¡JAAAJIAJIAJIA! ¡Otro Generalucho! ¡Mi hermano debe estar desesperado, ya contrata a cualquiera! ¡JIA JIA JIA! ¡A este ritmo vamos a coleccionarlos!»
Datsue no estaba tan alegre. No, un General era un problema, y en sus condiciones, uno de los gordos. No obstante, no podía dejar que la preocupación asomase a su rostro. Debía seguir mostrándose fuerte, incluso cuando seguía sintiéndose enfermo y débil por el veneno. Debía seguir mostrándose majestuoso e irreductible, incluso cuando la vida le había enseñado a golpes que él no era, ni mucho menos, invencible.
Por sus enemigos.
Por sus ninjas. Sus ninjas eran lo más importante. Sin ellos, estaría perdido.
—¿Mi rival? —Datsue masticó aquellas palabras como si supiesen a mierda—. Veo que tu señor no te lo ha contado. Lo que significa enfrentarte a mí.
Iba a mostrárselo: las aspas de sus ojos giraron y giraron en un remolino hipnótico hasta convertirse en cuatro tréboles dorados alrededor de una estrella, donde el único carmesí existente provenía de la sangre derramada por ambos orbes. El Mangekyō Sharingan, la técnica ninja más aterradora de todo el puto universo. Con él, sería capaz de subyugar al mismísimo Kurama en su verdadera forma con una sola mirada.
—Verás, Raiden —dijo mientras el manto de Susano’o, la protección de un verdadero Dios, empezaba a formarse a su alrededor—. Tú hubieses sido un digno rival para mí hace años. Un buen rival, incluso —le concedió, cuando la última placa de la armadura terminó por recubrir su torso. Al contrario que el Susano’o de cualquier otro Uchiha, aquel no era un ente gigantesco, sino una armadura turquesa perfectamente ornamentada que cubría todo su cuerpo—. Si me hubieses pillado cuando salí del vientre de mi madre, quizá incluso hubieses tenido una oportunidad.
Colocó con una mano la máscara Tengu sobre su rostro, ocultando su cara monstruosa con otra demoníaca.
—¿Ahora? Ahora me servirás para limpiarme los dientes y dar ejemplo a los tuyos.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado