2/07/2022, 23:26
El Uzukage se envolvió con el monstruoso manto de la bestia que albergaba en su interior. Sus orejas, convertidas en cuernos negros, su piel marcada con intrincadas marcas de sellado, el final de su espalda con una cola de arena que oscilaba peligrosamente en el aire. Suzaku jamás le había visto así, y la impresión que la embargó fue abrumadora. Dos simples agujas imbuidas de electricidad brillaron para los ojos de la pelirrosa como dos meteoritos en la oscuridad de la noche. Y esas simples agujas bastaron para desbaratar aquellas enormes bolas de lava como si fueran simples pompas de jabón. Los restos fueron rápidamente asfixiados bajo las técnicas combinadas de los shinobi que se defendían allí abajo, y Umi incluso consiguió con su Suiton aflojar ligeramente la atadura de aquella trampa de lodo.
—¡¡¡NINJAS DE KURAMA!!! ¡¡¡UN MINUTO!!! —bramó Datsue, apoyándose en la cima del muro de Doton creado por Hana, y su voz reverberó y se vio entremezclada con el rugido gutural del Shukaku vibrando en su tráquea—¡¡¡UN MINUTO PARA RENDIRSE!!! ¡¡¡UN MINUTO PARA HUIR!!!
Suzaku ni siquiera era el objetivo de esas advertencias, y aún así se quedó petrificada en el sitio, muda de horror.
—»U os mandaré al mismo lugar al que envié a vuestro General Bakudan. ¡¡¡OS COLGARÉ DEL PUTOÁRBOL MÁS ALTO CON VUESTRAS PROPIAS ENTRAÑAS MIENTRAS TODAVÍA RESPIRÁIS!!! ¡¡¡Y OS SELLARÉ EL ALMA PARA QUE SUFRÁIS TODA UNA ETERNIDAD!!! ¿¡No me creéis!? ¡Pensadlo otra vez! ¡SABÉIS QUIEN SOY! ¡Y HEMOS HECHO COSAS PEORES!
Todo pareció paralizarse alrededor. Parecía que el deslumbrante carisma del Uzukage había conseguido cegar incluso a los shinobi de Kurama. Pero el muro de Hana se derrumbó de repente, perforado por una serie de láseres azules que buscaron también los cuerpos de los shinobi atrapados en la trampa de lodo. Y los encontraron, claro que los encontraron.
Suzaku gimió dolorida cuando sintió aquel electrizante impacto en el pecho que la arrancó del suelo que la aprisionaba y la lanzó por los aires. Por debajo de ella, el suelo pasó se convirtió en vacío cuando pasaron por encima del acantilado. Y el estómago se le subió a la garganta al darse cuenta de lo que eso significaba: Si no hacía nada, iba a caer todas esas decenas de metros que tanto les había costado escalar.
Fue la voz de Umi la que la devolvió a la realidad:
—¡¡Suzaku, el kunai!!
Ella reaccionó de inmediato. Ambas seguían unidas por el cordón, así que, como un péndulo, Umi la impulsó contra la pared del acantilado. Aún conservaba el kunai atado al hilo shinobi, y lo utilizó para clavarlo con fuerza entre las rocas en cuanto se estampó contra ellas. Acumuló también el chakra en la planta de los pies, aunque seguramente ni siquiera eso la salvaría de resbalar aún ligeramente hacia abajo. Sea como fuera, esperaba conservar el equilibrio lo suficiente para que Umi pudiera regresar hasta su posición.
—¡¡¡NINJAS DE KURAMA!!! ¡¡¡UN MINUTO!!! —bramó Datsue, apoyándose en la cima del muro de Doton creado por Hana, y su voz reverberó y se vio entremezclada con el rugido gutural del Shukaku vibrando en su tráquea—¡¡¡UN MINUTO PARA RENDIRSE!!! ¡¡¡UN MINUTO PARA HUIR!!!
Suzaku ni siquiera era el objetivo de esas advertencias, y aún así se quedó petrificada en el sitio, muda de horror.
—»U os mandaré al mismo lugar al que envié a vuestro General Bakudan. ¡¡¡OS COLGARÉ DEL PUTOÁRBOL MÁS ALTO CON VUESTRAS PROPIAS ENTRAÑAS MIENTRAS TODAVÍA RESPIRÁIS!!! ¡¡¡Y OS SELLARÉ EL ALMA PARA QUE SUFRÁIS TODA UNA ETERNIDAD!!! ¿¡No me creéis!? ¡Pensadlo otra vez! ¡SABÉIS QUIEN SOY! ¡Y HEMOS HECHO COSAS PEORES!
Todo pareció paralizarse alrededor. Parecía que el deslumbrante carisma del Uzukage había conseguido cegar incluso a los shinobi de Kurama. Pero el muro de Hana se derrumbó de repente, perforado por una serie de láseres azules que buscaron también los cuerpos de los shinobi atrapados en la trampa de lodo. Y los encontraron, claro que los encontraron.
Suzaku gimió dolorida cuando sintió aquel electrizante impacto en el pecho que la arrancó del suelo que la aprisionaba y la lanzó por los aires. Por debajo de ella, el suelo pasó se convirtió en vacío cuando pasaron por encima del acantilado. Y el estómago se le subió a la garganta al darse cuenta de lo que eso significaba: Si no hacía nada, iba a caer todas esas decenas de metros que tanto les había costado escalar.
Fue la voz de Umi la que la devolvió a la realidad:
—¡¡Suzaku, el kunai!!
Ella reaccionó de inmediato. Ambas seguían unidas por el cordón, así que, como un péndulo, Umi la impulsó contra la pared del acantilado. Aún conservaba el kunai atado al hilo shinobi, y lo utilizó para clavarlo con fuerza entre las rocas en cuanto se estampó contra ellas. Acumuló también el chakra en la planta de los pies, aunque seguramente ni siquiera eso la salvaría de resbalar aún ligeramente hacia abajo. Sea como fuera, esperaba conservar el equilibrio lo suficiente para que Umi pudiera regresar hasta su posición.