7/07/2022, 22:16
Como si de un péndulo se trataran, las dos hermanas Uchiha consiguieron regresar a la pared del acantilado, donde se pegaron gracias al uso de su chakra.
—¿Estás bien, Umi? —le preguntó a su hermana.
Afortunadamente, el ataque de aquellos láseres no parecía haber sido demasiado potente. Suzaku presentaba alguna que otra rasgadura, allí donde le habían impactado, pero nada que pudiera preocupar o presentar una mínima gravedad. Pero no podían confiarse. Ya contaban con una traidora entre sus filas, no sabían si podría haber más, y estaban comenzando a ver de lo que era capaz el enemigo.
—Tenemos que volver arriba.
Dicho y hecho, Suzaku escaló la pared del acantilado y en cuestión de segundos estuvo de nuevo en tierra firme. Su Sharingan rastreaba el campo de combate. Todo era un caos a su alrededor; pero, como dos soles en mitad de un cielo estrellado, no tardó en ubicar la posición del Uzukage luchando contra otra persona con un poder, que aunque nada tenía que hacer frente al resplandor de Uchiha Datsue, también brillaba con luz propia. Suzaku estaba convencida de que el Uzukage podría encargarse de un enemigo así, pero enseguida se dio cuenta de que alguien más estaba teniendo problemas:
—¡Cuidado, Hana! —gritó, cuando vio el brillo metálico de un shuriken volando directa hacia ella. Pero no era el único peligro al que se estaba enfrentando: había otro shinobi armado con una Uchigatana, y a su otro lado una kunoichi echó a correr hacia ella mientras que otros dos shinobi comenzaban a emerger desde la misma tierra, como si de zombies se tratasen. Suzaku no sabía lo que haría su hermana, pero no se lo pensó dos veces: echó a correr hacia Hana mientras entrelazaba las manos—: ¡Katon: Hōsenka no Jutsu!
Cinco bolas de fuego emergieron de sus labios, pero Suzaku movió la cabeza en el momento justo para desviarlas: una hacia el shinobi de la uchigatana, otra para cada shinobi que estaba emergiendo del suelo, y las dos restantes para la kunoichi que corría hacia ella (10 PV cada bola).
—¿Estás bien, Umi? —le preguntó a su hermana.
Afortunadamente, el ataque de aquellos láseres no parecía haber sido demasiado potente. Suzaku presentaba alguna que otra rasgadura, allí donde le habían impactado, pero nada que pudiera preocupar o presentar una mínima gravedad. Pero no podían confiarse. Ya contaban con una traidora entre sus filas, no sabían si podría haber más, y estaban comenzando a ver de lo que era capaz el enemigo.
—Tenemos que volver arriba.
Dicho y hecho, Suzaku escaló la pared del acantilado y en cuestión de segundos estuvo de nuevo en tierra firme. Su Sharingan rastreaba el campo de combate. Todo era un caos a su alrededor; pero, como dos soles en mitad de un cielo estrellado, no tardó en ubicar la posición del Uzukage luchando contra otra persona con un poder, que aunque nada tenía que hacer frente al resplandor de Uchiha Datsue, también brillaba con luz propia. Suzaku estaba convencida de que el Uzukage podría encargarse de un enemigo así, pero enseguida se dio cuenta de que alguien más estaba teniendo problemas:
—¡Cuidado, Hana! —gritó, cuando vio el brillo metálico de un shuriken volando directa hacia ella. Pero no era el único peligro al que se estaba enfrentando: había otro shinobi armado con una Uchigatana, y a su otro lado una kunoichi echó a correr hacia ella mientras que otros dos shinobi comenzaban a emerger desde la misma tierra, como si de zombies se tratasen. Suzaku no sabía lo que haría su hermana, pero no se lo pensó dos veces: echó a correr hacia Hana mientras entrelazaba las manos—: ¡Katon: Hōsenka no Jutsu!
Cinco bolas de fuego emergieron de sus labios, pero Suzaku movió la cabeza en el momento justo para desviarlas: una hacia el shinobi de la uchigatana, otra para cada shinobi que estaba emergiendo del suelo, y las dos restantes para la kunoichi que corría hacia ella (10 PV cada bola).