11/07/2022, 05:30
(Última modificación: 11/07/2022, 21:58 por Tsukiyama Daigo. Editado 1 vez en total.)
Hana consiguió defenderse hábilmente de su atacante, anteponiendo su arma justo a tiempo para bloquear la patada de la kunoichi sin recibir daño alguno, antes de contestar con su propia patada, que también fue bloqueada por la kunoichi, quien se vio forzada a recular. Fue en ese momento en el que Suzaku, llevando a su hermana arrastrada con una cuerda, escupió múltiples bolas de fuego que volaron raudas hacia los ninjas del copo de nieve. Dos de ellas impactaron de lleno en la ninja que había atacado a Hana, quien acabó por caer al suelo por el impacto; otra le impactó en el pecho a uno de los ninjas que emergían de la tierra, mientras su compañero, que fue más rápido, se echó al suelo para esquivarla. El espadachín simplemente ladeó la cabeza, dejando que la pequeña bola de fuego prácticamente pasase rozándole la mejilla.
— No permitiremos que interrumpáis el combate de Raiden-sama. —Declaró el espadachín, apuntándolas con su Uchigatana—. Moriréis aquí.
Uno de los jóvenes que había surgido del suelo, un chico alto y de cabello azul, entrelazó las manos en una serie de sellos mientras el otro, un joven bajo y de cabello castaño, echó a correr hacia Hana. Justo cuando Suzaku consiguió alcanzar a su compañera, la tierra se separó en dos y empezó a elevarse en un ángulo de 45º, dejándolas a las tres en una incómoda posición entre los cubos de tierra que se habían alzado.
Desde arriba, tapando la luz de la luna, el espadachín de mediana edad caía enarbolando su espada, dispuesto a partir a Suzaku por la mitad, de arriba a abajo (30 PV corte, 22 PV superficial). Quizás Umi se vería tentada a ayudarla entonces, pero probablemente estaría ocupada con la chica que había atacado antes a Hana, pues fue a intentar encajarle una patada baja a las piernas, o a la cabeza si todavía no había conseguido levantarse (17 PV). El joven bajito que había corrido hacia ellas empuñaba ahora dos kunai, que no dudó en utilizar lanzándole uno al pecho a Hana, antes de saltar para intentar apuñalarla con el otro (18 PV penetración cada uno).
No hizo falta nada más que una mirada para que el joven ninja que estaba surcando los cielos se sumergiese en un profundo sueño del que no iba a salir. Su cuerpo, inmóvil, empezó a caer sin control mientras su consciencia se iba de vacaciones a otro mundo. Todo a su alrededor se volvía gris y oscuro, con una única luz que poco a poco desaparecía al verse tapada por una enorme roca.
Le dolía. Cada centímetro de su cuerpo le dolía tanto que era casi insoportable.
— ¿Qué cojones...? —Gusanos. Habían gusanos comiéndose su piel, su carne y sus músculos.
¿Cómo había llegado a aquella situación?
Entonces, el Uchiha apareció frente a él y lo agarró del cuello, apretando con una fuerza tan descomunal que podría acabar por partirle el cuello en cualquier momento. Entonces el Uzukage se lo explicó. Le explicó que había cometido un error fatal e imperdonable, uno que simplemente no se puede cometer y le podría costar la vida.
Se había atrevido a ver a un Uchiha a los ojos.
No forcejeó, probablemente porque sabía que no tenía sentido pelear en su posición, pero tampoco había dejado de mantenerle la mirada en ningún, hasta que Datsue decidió hundirle los ojos, claro está. El dolor que sintió fue descomunal, suficiente como para hacer que los más débiles de mente se desmayasen, y que incluso los más fuertes gritasen de dolor. En cambio, él estaba sonriendo. Por algún motivo Raiden estaba sonriendo.
Un sello y nada más fue lo que hizo falta para que aquella falsa dimensión que Uchiha Datsue había creado en sus mentes se rompiese como el cristal y desapareciese, dejando nada más que la realidad frente a sus ojos. La realidad y Raiden, que durante esa efímera ilusión había caído lo suficiente como para estar justo a su altura. No tardó ni un suspiro en lanzarle otra onda de choque a la cara con un puñetazo recto (25 PV).
De impactar, la onda de chakra lo volvería a mandar por los aires apenas dos metros atrás, antes de ser bruscamente detenido por una persona que le había cogido la nuca con una mano, lo que era extraño, pues Datsue podría jurar que antes no había nadie allí.
— Las ilusiones no funcionarán contra Raiden. —Escucharía la voz grave y calmada de aquella persona, justo antes de estamparlo contra una pared de roca que se había levantado a su lado (18 PV)—. Puede que sea un gilipollas, pero es un maestro del Genjutsu.
— ¡Oye! —Protestó Raiden.
La persona que había atacado a Datsue se trataba de un joven adulto corpulento de piel oscura y cabello blanco rapado que se había retirado al lado de Raiden tan pronto como ejecutó su ataque.
— Joder, como quema... —Se quejó, agitando la mano con la que había tocado al Uchiha.
Al otro lado de Raiden, un chico blanco como la leche, redondo como un mochi y con un puntiagudo mohicano pelirrojo apareció.
— ¡Eso es! ¡Kurama-sama lo tuvo estudiando sin descanso día sí y día también para eliminar sus debilidades! ¡No hay manera de que un ninja de tercera lo atrape en ningún Genjutsu!
Al contrario que Raiden, los nuevos no cometían el error de mirar a Datsue a los ojos.
— ¡Ushi, Mochi! ¡No deberíais estar aquí!
— Hmpf. No te sorprendas de que vengamos a ayudarte. Somos tus amigos, después de todo. —Diría antes de ponerse en guardia. Datsue podría ver electricidad salir de sus brazos.
— ¡Vamos!
— No permitiremos que interrumpáis el combate de Raiden-sama. —Declaró el espadachín, apuntándolas con su Uchigatana—. Moriréis aquí.
Uno de los jóvenes que había surgido del suelo, un chico alto y de cabello azul, entrelazó las manos en una serie de sellos mientras el otro, un joven bajo y de cabello castaño, echó a correr hacia Hana. Justo cuando Suzaku consiguió alcanzar a su compañera, la tierra se separó en dos y empezó a elevarse en un ángulo de 45º, dejándolas a las tres en una incómoda posición entre los cubos de tierra que se habían alzado.
Desde arriba, tapando la luz de la luna, el espadachín de mediana edad caía enarbolando su espada, dispuesto a partir a Suzaku por la mitad, de arriba a abajo (30 PV corte, 22 PV superficial). Quizás Umi se vería tentada a ayudarla entonces, pero probablemente estaría ocupada con la chica que había atacado antes a Hana, pues fue a intentar encajarle una patada baja a las piernas, o a la cabeza si todavía no había conseguido levantarse (17 PV). El joven bajito que había corrido hacia ellas empuñaba ahora dos kunai, que no dudó en utilizar lanzándole uno al pecho a Hana, antes de saltar para intentar apuñalarla con el otro (18 PV penetración cada uno).
. . .
No hizo falta nada más que una mirada para que el joven ninja que estaba surcando los cielos se sumergiese en un profundo sueño del que no iba a salir. Su cuerpo, inmóvil, empezó a caer sin control mientras su consciencia se iba de vacaciones a otro mundo. Todo a su alrededor se volvía gris y oscuro, con una única luz que poco a poco desaparecía al verse tapada por una enorme roca.
Le dolía. Cada centímetro de su cuerpo le dolía tanto que era casi insoportable.
— ¿Qué cojones...? —Gusanos. Habían gusanos comiéndose su piel, su carne y sus músculos.
¿Cómo había llegado a aquella situación?
Entonces, el Uchiha apareció frente a él y lo agarró del cuello, apretando con una fuerza tan descomunal que podría acabar por partirle el cuello en cualquier momento. Entonces el Uzukage se lo explicó. Le explicó que había cometido un error fatal e imperdonable, uno que simplemente no se puede cometer y le podría costar la vida.
Se había atrevido a ver a un Uchiha a los ojos.
No forcejeó, probablemente porque sabía que no tenía sentido pelear en su posición, pero tampoco había dejado de mantenerle la mirada en ningún, hasta que Datsue decidió hundirle los ojos, claro está. El dolor que sintió fue descomunal, suficiente como para hacer que los más débiles de mente se desmayasen, y que incluso los más fuertes gritasen de dolor. En cambio, él estaba sonriendo. Por algún motivo Raiden estaba sonriendo.
Un sello y nada más fue lo que hizo falta para que aquella falsa dimensión que Uchiha Datsue había creado en sus mentes se rompiese como el cristal y desapareciese, dejando nada más que la realidad frente a sus ojos. La realidad y Raiden, que durante esa efímera ilusión había caído lo suficiente como para estar justo a su altura. No tardó ni un suspiro en lanzarle otra onda de choque a la cara con un puñetazo recto (25 PV).
De impactar, la onda de chakra lo volvería a mandar por los aires apenas dos metros atrás, antes de ser bruscamente detenido por una persona que le había cogido la nuca con una mano, lo que era extraño, pues Datsue podría jurar que antes no había nadie allí.
— Las ilusiones no funcionarán contra Raiden. —Escucharía la voz grave y calmada de aquella persona, justo antes de estamparlo contra una pared de roca que se había levantado a su lado (18 PV)—. Puede que sea un gilipollas, pero es un maestro del Genjutsu.
— ¡Oye! —Protestó Raiden.
La persona que había atacado a Datsue se trataba de un joven adulto corpulento de piel oscura y cabello blanco rapado que se había retirado al lado de Raiden tan pronto como ejecutó su ataque.
— Joder, como quema... —Se quejó, agitando la mano con la que había tocado al Uchiha.
Al otro lado de Raiden, un chico blanco como la leche, redondo como un mochi y con un puntiagudo mohicano pelirrojo apareció.
— ¡Eso es! ¡Kurama-sama lo tuvo estudiando sin descanso día sí y día también para eliminar sus debilidades! ¡No hay manera de que un ninja de tercera lo atrape en ningún Genjutsu!
Al contrario que Raiden, los nuevos no cometían el error de mirar a Datsue a los ojos.
— ¡Ushi, Mochi! ¡No deberíais estar aquí!
— Hmpf. No te sorprendas de que vengamos a ayudarte. Somos tus amigos, después de todo. —Diría antes de ponerse en guardia. Datsue podría ver electricidad salir de sus brazos.
— ¡Vamos!