31/07/2022, 22:41
Por un instante, la efímera y rimbombante vida del Senju pasó por sus ojos, como si de una vieja película destartalada se tratase. Una de esas películas feas y sin sonido, en blanco y negro. Una de esas cuyo director es tan desconocido que ni su propia madre recuerda el apellido.
Tantos problemas, tantas desventuras, tanto odio, y tan poca felicidad... Que vida la del Senju. Era toda una suerte, y un honor que en éstos últimos meses su superior le hubiese tratado casi como a parte de la familia. Era una suerte realmente mala, pues todo parecía terminar allí. Caía a peso muerto, sin opción alguna a evitar un poderoso batacazo. Podía sonreír, en ésta ocasión la diosa Fortuna no estaba de su lado.
¿Terminaba todo así?.
La diosa Fortuna parecía estar bromista, o quizás solo quiso darle un susto a tan envalentonado Senju. Casi cuando el chico podía palpar el sabor del golpe contra el suelo, un tipo amortiguó su trompazo, agarrándolo al vuelo. El corazón del albino latía tan rápido que ni comprendía lo que sucedía. Ese cielo al que había ido se veía... raro. ¿El cielo eran los bazos de un tipo fornido?. El chico sacudió un par de veces la cabeza, confuso aún. La polvareda quedaba tras de ellos, afianzando la hazaña del hombre atrapando al genin.
—Es-está... —Intentó informar, pero su mirada se desvió hacia su compañero de inmediato al escuchar a los otros shinobis hablar sobre su estado.
»¿Él está bien?
El hombre rápidamente lanzó la orden de que lo llevasen con los médicos, dentro de lo que cabía era la mejor solución. Y tras ello sentenció que debían volver arriba, por un camino creado con unos kunais. Apenas se había recuperado, pero en ésta situación no había tiempo para quejarse. Debían moverse, debían avanzar de nuevo.
—Si, vamos.
Pero una voz femenina retuvo las emociones. Parecía una konoichi más que segura de sus habilidades, a la cuál le importaba bien poco enfrentar a varios Uzujines a la vez. De hecho, daba por sentado que iba a destrozar el puesto médico y el punto de acceso. El genin miró al hombre, y éste salió corriendo en dirección contraria, afirmando que daría la voz de alarma. Quizás era lo más inteligente, pero... ¿dejar solo a un genin contra una kunoichi que pretendía borrar del mapa todo un campamento?. Sonaba poco lógico, o muy cobarde.
El chico soltó un suspiro, era como si le hubiesen vuelto a dejar caer por ese tremendo precipicio.
Alzó la diestra, haciendo una señal de detenimiento a la chica. Si tenía todas las de perder, al menos haría lo debido: ganar un poco de tiempo a ese tipo. Y en lo que hacía el gesto con la diestra, sacaba del bolsillo de la sudadera el paquete de cigarrillos, aplastado, arrugado y mojado. —Vaya asco de vida... —Escupió el chico, con una amarga sonrisa. —¿Puedo?.
»¿O vas a hacerme perseguirte en lo que intentas detener a ese tipo?. —Preguntó, intentando ganar tiempo.
Tantos problemas, tantas desventuras, tanto odio, y tan poca felicidad... Que vida la del Senju. Era toda una suerte, y un honor que en éstos últimos meses su superior le hubiese tratado casi como a parte de la familia. Era una suerte realmente mala, pues todo parecía terminar allí. Caía a peso muerto, sin opción alguna a evitar un poderoso batacazo. Podía sonreír, en ésta ocasión la diosa Fortuna no estaba de su lado.
¿Terminaba todo así?.
La diosa Fortuna parecía estar bromista, o quizás solo quiso darle un susto a tan envalentonado Senju. Casi cuando el chico podía palpar el sabor del golpe contra el suelo, un tipo amortiguó su trompazo, agarrándolo al vuelo. El corazón del albino latía tan rápido que ni comprendía lo que sucedía. Ese cielo al que había ido se veía... raro. ¿El cielo eran los bazos de un tipo fornido?. El chico sacudió un par de veces la cabeza, confuso aún. La polvareda quedaba tras de ellos, afianzando la hazaña del hombre atrapando al genin.
—Es-está... —Intentó informar, pero su mirada se desvió hacia su compañero de inmediato al escuchar a los otros shinobis hablar sobre su estado.
»¿Él está bien?
El hombre rápidamente lanzó la orden de que lo llevasen con los médicos, dentro de lo que cabía era la mejor solución. Y tras ello sentenció que debían volver arriba, por un camino creado con unos kunais. Apenas se había recuperado, pero en ésta situación no había tiempo para quejarse. Debían moverse, debían avanzar de nuevo.
—Si, vamos.
Pero una voz femenina retuvo las emociones. Parecía una konoichi más que segura de sus habilidades, a la cuál le importaba bien poco enfrentar a varios Uzujines a la vez. De hecho, daba por sentado que iba a destrozar el puesto médico y el punto de acceso. El genin miró al hombre, y éste salió corriendo en dirección contraria, afirmando que daría la voz de alarma. Quizás era lo más inteligente, pero... ¿dejar solo a un genin contra una kunoichi que pretendía borrar del mapa todo un campamento?. Sonaba poco lógico, o muy cobarde.
El chico soltó un suspiro, era como si le hubiesen vuelto a dejar caer por ese tremendo precipicio.
Alzó la diestra, haciendo una señal de detenimiento a la chica. Si tenía todas las de perder, al menos haría lo debido: ganar un poco de tiempo a ese tipo. Y en lo que hacía el gesto con la diestra, sacaba del bolsillo de la sudadera el paquete de cigarrillos, aplastado, arrugado y mojado. —Vaya asco de vida... —Escupió el chico, con una amarga sonrisa. —¿Puedo?.
»¿O vas a hacerme perseguirte en lo que intentas detener a ese tipo?. —Preguntó, intentando ganar tiempo.