3/08/2022, 19:00
— ¿Perseguirme? ¡Jajaja! Los muertos no pueden perseguir a los vivos — un aura celeste comenzó a envolverla y poco después una pierna espectral salió de su pierna, como si algo estuviera andando. No tardó más de unos segundos hasta que una figura espectral muy parecida a la chica avanzara un par de metros de esta. Era ligeramente borrosa, brillante y rezumaba chakra por todo su cuerpo. — Y yo puedo perseguirte incluso más allá del Yomi
La figura avanzó hacia delante corriendo, recortando los pocos metros de distancia que los separaban para darle un puñetazo en la cara a Hayato ( 20 PV).
El comentario de Suzaku fue más que desafortunado, provocando la ira del espadachín, quien corrió con velocidad contra ella para atacarla. Pero cuando el espadachín estuvo frente a ella, este se agazapó con velocidad para darle una patada en las piernas a la chica de cabellos rosados (60 PV).
— ¿Un peluche con aires a megalómano? ¡¿Porque crees que le seguimos exactamente?! — un sonoro trueno cayó en la distancia, volviendo a iluminar todo el paisaje momentáneamente; sus ojos estaban prácticamente blancos de no ser por un pequeño punto oscuro que era su pupila. — ¡Luchamos por un nuevo mundo! ¡Por el mundo que debía haber sido desde un principio! ¡Estáis enfrentando la palabra de Dios!
Mantuvo su espada cerca del cuello de Suzaku, mirándola a los ojos sin pestañear.
Pero algo hizo le hizo titubear perdiendo su oportunidad. Los gritos de una chica la cual conocía desde que nació y que no estaba a muchos metros de ambos.
La luchadora abrió inconscientemente los ojos de sorpresa, al ver aquel característico color rojizo. Sabía lo que significaba, habían sido alertados de las capacidades del Uzukage, pero no conocían si había más uchiha entre los efectivos. Sabía que no debía mirarlos y sabía que lo había hecho inconscientemente y que aquel error le supondría muy caro. Dos serpientes escalaron sus tobillos y no pudo evitar dejar escapar un agudo quejido al verlas que se convirtió en un grito cuando los colmillos atravesaron su carne.
No estaba preparada, no debía estar allí.
— ¡No, no, no! ¡Papa, mama! ¡Ayudadme! ¡Que alguien me ayude! ¡Por favor, no quiero morir! ¡No quiero morir! — comenzó a gimotear, y su rostro empezó a arrugarse a la vez que algunas lagrimas empezaban a escapar de sus ojos. — ¡No me mates, no me mates!
Tanto el timbre de su voz y sus suplicas, eran tan reales como sus lagrimas. Y de la misma forma sabía que la traición le saldrían caras, pero no era un pensamiento que cubriera ahora su mente; pues lo único en lo que podía pensar, era en la sonrisa de su madre antes de partir junto a su padre a la guerra.
Un nuevo faro se encendió en el combate, y lo hizo hasta tres veces en una rápida sucesión entre los truenos, queriendo luchar por su vida. El chico pudo evadir una de aquellas esferas ardientes, que rozó la espada que tenía en la mano mientras que las otras le golpearon en uno de los brazos, uno en su mano y otro más arriba. El gritó que exhalo fue inhumano. La carne le ardía y prácticamente había perdido una gran cantidad de esta cuando intentó apartarse rápidamente los restos aún incandescentes.
— ¡Maldita cría! ¡Te voy a matar! — soltó la espada finalmente, para hacer algunos sellos con una de sus manos extremadamente dolorida. Era similar al frío que atravesaba la carne y acariciaba los huesos, solo que este era un calor completamente infernal. — ¡Suiton: Teppōdama!
— ¡Hermano, sal de ahí! ¡No aguantarás más! ¡Deja que yo me ocupe! — respondió alzándose de su posición, para correr en aquella misma dirección mientras ejecutaba algunos sellos. Durante el trayecto, los restos de las rocas empezaron a acumularse en uno de sus brazos, para formar una cuchilla que cubria todo el brazo. — ¡Doton: Shōnyūseki no ken!
La figura avanzó hacia delante corriendo, recortando los pocos metros de distancia que los separaban para darle un puñetazo en la cara a Hayato ( 20 PV).
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El comentario de Suzaku fue más que desafortunado, provocando la ira del espadachín, quien corrió con velocidad contra ella para atacarla. Pero cuando el espadachín estuvo frente a ella, este se agazapó con velocidad para darle una patada en las piernas a la chica de cabellos rosados (60 PV).
— ¿Un peluche con aires a megalómano? ¡¿Porque crees que le seguimos exactamente?! — un sonoro trueno cayó en la distancia, volviendo a iluminar todo el paisaje momentáneamente; sus ojos estaban prácticamente blancos de no ser por un pequeño punto oscuro que era su pupila. — ¡Luchamos por un nuevo mundo! ¡Por el mundo que debía haber sido desde un principio! ¡Estáis enfrentando la palabra de Dios!
Mantuvo su espada cerca del cuello de Suzaku, mirándola a los ojos sin pestañear.
Pero algo hizo le hizo titubear perdiendo su oportunidad. Los gritos de una chica la cual conocía desde que nació y que no estaba a muchos metros de ambos.
La luchadora abrió inconscientemente los ojos de sorpresa, al ver aquel característico color rojizo. Sabía lo que significaba, habían sido alertados de las capacidades del Uzukage, pero no conocían si había más uchiha entre los efectivos. Sabía que no debía mirarlos y sabía que lo había hecho inconscientemente y que aquel error le supondría muy caro. Dos serpientes escalaron sus tobillos y no pudo evitar dejar escapar un agudo quejido al verlas que se convirtió en un grito cuando los colmillos atravesaron su carne.
No estaba preparada, no debía estar allí.
— ¡No, no, no! ¡Papa, mama! ¡Ayudadme! ¡Que alguien me ayude! ¡Por favor, no quiero morir! ¡No quiero morir! — comenzó a gimotear, y su rostro empezó a arrugarse a la vez que algunas lagrimas empezaban a escapar de sus ojos. — ¡No me mates, no me mates!
Tanto el timbre de su voz y sus suplicas, eran tan reales como sus lagrimas. Y de la misma forma sabía que la traición le saldrían caras, pero no era un pensamiento que cubriera ahora su mente; pues lo único en lo que podía pensar, era en la sonrisa de su madre antes de partir junto a su padre a la guerra.
Un nuevo faro se encendió en el combate, y lo hizo hasta tres veces en una rápida sucesión entre los truenos, queriendo luchar por su vida. El chico pudo evadir una de aquellas esferas ardientes, que rozó la espada que tenía en la mano mientras que las otras le golpearon en uno de los brazos, uno en su mano y otro más arriba. El gritó que exhalo fue inhumano. La carne le ardía y prácticamente había perdido una gran cantidad de esta cuando intentó apartarse rápidamente los restos aún incandescentes.
— ¡Maldita cría! ¡Te voy a matar! — soltó la espada finalmente, para hacer algunos sellos con una de sus manos extremadamente dolorida. Era similar al frío que atravesaba la carne y acariciaba los huesos, solo que este era un calor completamente infernal. — ¡Suiton: Teppōdama!
— ¡Hermano, sal de ahí! ¡No aguantarás más! ¡Deja que yo me ocupe! — respondió alzándose de su posición, para correr en aquella misma dirección mientras ejecutaba algunos sellos. Durante el trayecto, los restos de las rocas empezaron a acumularse en uno de sus brazos, para formar una cuchilla que cubria todo el brazo. — ¡Doton: Shōnyūseki no ken!