6/08/2022, 23:46
Suzaku pronto se daría cuenta de lo grave que había sido provocar de esa manera al espadachín.
El fuego prendió una mirada llena de ira, y el hombre se acercó a toda velocidad a ella. El chakra acompañó a ese fuego en el interior de su cuerpo, pero ni siquiera el Sharingan podía salvarla. Pues, aunque pudiera ver venir el ataque, sus músculos no respondían de manera tan eficiente como para evitarlo. Fue un visto y no visto. Al impacto en sus piernas le acompañó un desagradable crac y un dolor punzante que la hizo derrumbarse con un desgarrador aullido de dolor.
«Va a matarme...» Comprendió, con lágrimas de dolor y rabia en los ojos. Se retorcía en el suelo, agarrándose ambas pantorrillas entre gimoteos. «¡Y no he podido hacer nada por la aldea!» Por hacer, apenas había comenzado a caminar como una kunoichi. No hacía tanto que le habían dado la bandana. Apenas había completado unas pocas misiones de rango bajo.
—¿Un peluche con aires a megalómano? ¡¿Porque crees que le seguimos exactamente?!
La voz del espadachín retumbó en sus tímpanos con la fuerza de un trueno.
—¡Luchamos por un nuevo mundo! ¡Por el mundo que debía haber sido desde un principio!
Pero ella apenas le estaba prestando atención.
Quizás...
—¡Estáis enfrentando la palabra de Dios!
Quizás su hermana tenía razón.
«Umi... espero que a ti te esté yendo mejor que a mí...»
El espadachín la apuntaba directamente con la punta de su katana, al cuello. Pero los incesantes aullidos de otra kunoichi parecieron desconcentrarle durante una breve fracción de tiempo que Suzaku no dudó en utilizar a su favor. Aún desde el suelo, entrelazó las manos en tres sencillos sellos y exhaló un chorro de llamas directamente hacia el rostro de su oponente (40 PV). Pero era un ataque a la desesperada, y ella misma era consciente de ello. Estaba herida, no sabía si le había roto las piernas con aquella patada pero le dolían a rabiar; y sentía que sus reservas de chakra estaban ya bajo mínimos.
Fue entonces cuando lo vio. Como si de una macabra broma del destino empeñado en convencerles de que las cosas siempre podían ir a peor. Una enorme roca volaba directamente hacia ellos en el cielo, como si de un meteorito se tratase. Suzaku no pudo hacer otra cosa que alzar su dedo, señalándola.
—¡¡¡LA ROCA!!! —advirtió, desesperada, a quien fuera que pudiera escucharla. A quien fuera que pudiera hacer algo para evitar que los aplastaran a todos.
Porque estaba claro que, de impactar contra ellos, ella moriría.
El fuego prendió una mirada llena de ira, y el hombre se acercó a toda velocidad a ella. El chakra acompañó a ese fuego en el interior de su cuerpo, pero ni siquiera el Sharingan podía salvarla. Pues, aunque pudiera ver venir el ataque, sus músculos no respondían de manera tan eficiente como para evitarlo. Fue un visto y no visto. Al impacto en sus piernas le acompañó un desagradable crac y un dolor punzante que la hizo derrumbarse con un desgarrador aullido de dolor.
Resistencia de Suzaku: 60 PV
Umbral de dolor: 40 PV
Estado alterado de contusión
Umbral de dolor: 40 PV
Estado alterado de contusión
«Va a matarme...» Comprendió, con lágrimas de dolor y rabia en los ojos. Se retorcía en el suelo, agarrándose ambas pantorrillas entre gimoteos. «¡Y no he podido hacer nada por la aldea!» Por hacer, apenas había comenzado a caminar como una kunoichi. No hacía tanto que le habían dado la bandana. Apenas había completado unas pocas misiones de rango bajo.
—¿Un peluche con aires a megalómano? ¡¿Porque crees que le seguimos exactamente?!
La voz del espadachín retumbó en sus tímpanos con la fuerza de un trueno.
—¡Luchamos por un nuevo mundo! ¡Por el mundo que debía haber sido desde un principio!
Pero ella apenas le estaba prestando atención.
Quizás...
—¡Estáis enfrentando la palabra de Dios!
Quizás su hermana tenía razón.
«Umi... espero que a ti te esté yendo mejor que a mí...»
El espadachín la apuntaba directamente con la punta de su katana, al cuello. Pero los incesantes aullidos de otra kunoichi parecieron desconcentrarle durante una breve fracción de tiempo que Suzaku no dudó en utilizar a su favor. Aún desde el suelo, entrelazó las manos en tres sencillos sellos y exhaló un chorro de llamas directamente hacia el rostro de su oponente (40 PV). Pero era un ataque a la desesperada, y ella misma era consciente de ello. Estaba herida, no sabía si le había roto las piernas con aquella patada pero le dolían a rabiar; y sentía que sus reservas de chakra estaban ya bajo mínimos.
Fue entonces cuando lo vio. Como si de una macabra broma del destino empeñado en convencerles de que las cosas siempre podían ir a peor. Una enorme roca volaba directamente hacia ellos en el cielo, como si de un meteorito se tratase. Suzaku no pudo hacer otra cosa que alzar su dedo, señalándola.
—¡¡¡LA ROCA!!! —advirtió, desesperada, a quien fuera que pudiera escucharla. A quien fuera que pudiera hacer algo para evitar que los aplastaran a todos.
Porque estaba claro que, de impactar contra ellos, ella moriría.