10/08/2022, 21:04
(Última modificación: 11/08/2022, 00:08 por Tsukiyama Daigo. Editado 1 vez en total.)
Aquel fantasmal clon recortó la distancia sin problemas, y fue golpeado por un simple paquete de cigarros a modo de distracción, y acto seguido una llama golpearia su torso de lleno. La chica se quejó arrugando el rostro pese a no haber sido ella la que fue golpeada directamente mientras que aquella azulada hizo el mismo gesto que ella. ¿Que había sido aquella técnica de fuego? Era la primera vez que veía algo así. Era simple, pero era algo que no esperaba en lo más absoluto.
La chica gruñio a la vez que esbozó una sonrisa y el fantasmal clon le dirigió una rápida patada al estomago a Hayato (20PV), mientras la chica seguía en la misma posición. Cuando esta conectara, ella lo acompañaría con un puñetazo (14 PV). Aquel estilo de combate era simple, igual que el de cualquier shinobi, pero era una clara inferioridad numérica que además eran capaces de coordinarse a la perfección como si fueran una única persona.
Posteriormente, un desolador ruido ensordecería parcialmente tanto a Hayato como a la kunoichi de la nieve. Era casi como si un trueno hubiera caído por encima de sus cabezas.
Las brasas de un fenix que parecía estar apunto de extinguir su fuego, dio un violento y fuerte chispazo al cual el espadachín pudo reaccionar protegiendo su rostro a costa de recibir las llamas en uno de sus brazos y parte de su torso.
— ¡Maldita cría, te mataré! — vocifereó tomando de vuelta su espada, e ignorando el posterior grito de la pelirrosa mientras se dirigia a apuñalarla.
La Muerte pareció haberse reflejado por un instante en la enorme piedra que se vió interceptada por un destello amarillo que le costaría reconocer por su mal estado. Pero esta pareció volver en el filo de la espada reflejandose, mientras aquella macabra silueta parecía tocar su barbilla con una de sus huesudas manos. Ya no era una espada lo que amenazaba con quitarle la vida, sino una guadaña que baja lentamente hacia ella. Demasiado lentamente. ¿Por que se estaba tomando tanto su tiempo? La ira y furia cegaban a aquel espadachín y le hacía errar pese a la clara diferencia de experiencia que había entre ambos. Pero no era solo eso, era como si pudiera ver más claramente el trayecto de la espada.
Y estaba a tiempo de esquivarlo, podía evitarlo. En sus ojos rojizos ahora no estaba tan solo una mota que reflejaba la luz de la luna, ahora había una segunda que simbolizaba la esperanza de ver un nuevo amanecer.
Era mas que evidente para ambos que se trataba de un Genjutsu, pero la asustadiza chica era incapaz de asimilarlo todavía. Se acariciaba las piernas, donde todavía sentía el dolor de aquellos mordiscos entre sollozos mientras Umi la miraba de forma impasible, juzgándola seguramente. ¿Su nombre? La miró en silencio sin apartar las manos de sus tobillos confusa, encogiéndose un poco más.
— M-Me llamo Rin... ¡P-Por favor no me mates, te lo suplico! — fue entonces cuando un fugaz pensamiento cruzó su cabeza.
Tal vez aquella chica de cabellos oscuros y detalles azules se trataba de alguien experto en tortura, y posiblemente fuera a interrogarla allí mismo en el campo de batalla. Sabía que no podía hablar, que algo mucho más superior a ella se lo impedía y no sabía que era más aterrador en aquel momento; si de lo que podía llegar a ser capaz aquella desconocida o lo aterrador que podía llegar a ser la ira de Kurama.
Por parte de Hana, la esfera acuática fue evadida en un salto que cumplió un doble cometido, evadir un ataque para interceptar otro. La roca se deshizo en casi su totalidad, recibiendo Hana los restos de rocas ligeramente grandes que la golpearon en el resto mientras caía (20 PV). Pero dos copos de nieve la esperaban al caer, uno de ellos con una afilada cuchilla en una de sus manos con la que simplemente tuvo que extender el brazo para interceptarla (50 PV).
— Jé, ahora no eres tan dura — replicó el mas magullado de los dos mientras pasaba una mano por la comisura de sus labios, mientras se debatía en como finalizar el trabajo.
El más alto, aprovechó para agarrarla del cuello, y buscar así la imposibilidad de que reaccionara.
El escudo que combatía a varios metros de los más inexperimentados, cayó por el vacío. Y con él, una protección intangible de la que ellos mismos no sabían que estaban gozando.
Y entonces, un pequeño destello se vio en el horizonte. Ni si quiera duró un par de segundos, y acto seguido lo acompañó un silbante zumbido que cualquiera de los presentes pudo ver a la perfección pese a su desmesurada velocidad.
Se trataba de una mortal esfera de metro y medio de ancho que surcó el campo de batalla sin chocar contra nadie, hasta el punto de colocarse casi en el epicentro del combate. Tras ella, una brillante flecha hecha en su totalidad de una chispeante electricidad la seguía muy de cerca y a velocidad vertiginosa. Para muchos ninguna de estas técnicas era reconocible, pero los soldados de Kurama y alguna que otra flor de cerezo del remolino sabían que lo que traía cualquiera de esas dos técnicas por separado no era otra cosa que Muerte. ¿Qué clase de poder tendrían ambas técnicas en conjunto? Nadie podía llegar a imaginárselo, pero no tendrían que intentarlo por mucho tiempo.
Antes del final, todos pudieron escuchar en sus oídos momentáneamente la voz de s ejecutor, como un eco que anunciaba su final.
Aquella explosión (300 PV) sucedería en menos de un parpadeo, golpeando indiscriminadamente tanto a ninjas de la nieve como a ninjas del remolino. En un devastador radio de casi cien metros del que apenas quedó algo en pie. Las paredes inclinadas que se habían elevado parcialmente quedarían completamente destruidas así como los restos de lo poco que quedaba en pie del escudo con el emblema del remolino. Solo un gran agujero lleno de cuerpos malheridos con más de un muerto adornaría ahora el campo de batalla.
Todas las partes pudieron ser testigos de una fracción de poder que portaba el Cuarto General de Kurama. Todos sabían ahora lo que suponía desafiar la voluntad de Dios.
La chica gruñio a la vez que esbozó una sonrisa y el fantasmal clon le dirigió una rápida patada al estomago a Hayato (20PV), mientras la chica seguía en la misma posición. Cuando esta conectara, ella lo acompañaría con un puñetazo (14 PV). Aquel estilo de combate era simple, igual que el de cualquier shinobi, pero era una clara inferioridad numérica que además eran capaces de coordinarse a la perfección como si fueran una única persona.
Posteriormente, un desolador ruido ensordecería parcialmente tanto a Hayato como a la kunoichi de la nieve. Era casi como si un trueno hubiera caído por encima de sus cabezas.
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Las brasas de un fenix que parecía estar apunto de extinguir su fuego, dio un violento y fuerte chispazo al cual el espadachín pudo reaccionar protegiendo su rostro a costa de recibir las llamas en uno de sus brazos y parte de su torso.
— ¡Maldita cría, te mataré! — vocifereó tomando de vuelta su espada, e ignorando el posterior grito de la pelirrosa mientras se dirigia a apuñalarla.
La Muerte pareció haberse reflejado por un instante en la enorme piedra que se vió interceptada por un destello amarillo que le costaría reconocer por su mal estado. Pero esta pareció volver en el filo de la espada reflejandose, mientras aquella macabra silueta parecía tocar su barbilla con una de sus huesudas manos. Ya no era una espada lo que amenazaba con quitarle la vida, sino una guadaña que baja lentamente hacia ella. Demasiado lentamente. ¿Por que se estaba tomando tanto su tiempo? La ira y furia cegaban a aquel espadachín y le hacía errar pese a la clara diferencia de experiencia que había entre ambos. Pero no era solo eso, era como si pudiera ver más claramente el trayecto de la espada.
Y estaba a tiempo de esquivarlo, podía evitarlo. En sus ojos rojizos ahora no estaba tan solo una mota que reflejaba la luz de la luna, ahora había una segunda que simbolizaba la esperanza de ver un nuevo amanecer.
Era mas que evidente para ambos que se trataba de un Genjutsu, pero la asustadiza chica era incapaz de asimilarlo todavía. Se acariciaba las piernas, donde todavía sentía el dolor de aquellos mordiscos entre sollozos mientras Umi la miraba de forma impasible, juzgándola seguramente. ¿Su nombre? La miró en silencio sin apartar las manos de sus tobillos confusa, encogiéndose un poco más.
— M-Me llamo Rin... ¡P-Por favor no me mates, te lo suplico! — fue entonces cuando un fugaz pensamiento cruzó su cabeza.
Tal vez aquella chica de cabellos oscuros y detalles azules se trataba de alguien experto en tortura, y posiblemente fuera a interrogarla allí mismo en el campo de batalla. Sabía que no podía hablar, que algo mucho más superior a ella se lo impedía y no sabía que era más aterrador en aquel momento; si de lo que podía llegar a ser capaz aquella desconocida o lo aterrador que podía llegar a ser la ira de Kurama.
Por parte de Hana, la esfera acuática fue evadida en un salto que cumplió un doble cometido, evadir un ataque para interceptar otro. La roca se deshizo en casi su totalidad, recibiendo Hana los restos de rocas ligeramente grandes que la golpearon en el resto mientras caía (20 PV). Pero dos copos de nieve la esperaban al caer, uno de ellos con una afilada cuchilla en una de sus manos con la que simplemente tuvo que extender el brazo para interceptarla (50 PV).
— Jé, ahora no eres tan dura — replicó el mas magullado de los dos mientras pasaba una mano por la comisura de sus labios, mientras se debatía en como finalizar el trabajo.
El más alto, aprovechó para agarrarla del cuello, y buscar así la imposibilidad de que reaccionara.
El escudo que combatía a varios metros de los más inexperimentados, cayó por el vacío. Y con él, una protección intangible de la que ellos mismos no sabían que estaban gozando.
Y entonces, un pequeño destello se vio en el horizonte. Ni si quiera duró un par de segundos, y acto seguido lo acompañó un silbante zumbido que cualquiera de los presentes pudo ver a la perfección pese a su desmesurada velocidad.
Se trataba de una mortal esfera de metro y medio de ancho que surcó el campo de batalla sin chocar contra nadie, hasta el punto de colocarse casi en el epicentro del combate. Tras ella, una brillante flecha hecha en su totalidad de una chispeante electricidad la seguía muy de cerca y a velocidad vertiginosa. Para muchos ninguna de estas técnicas era reconocible, pero los soldados de Kurama y alguna que otra flor de cerezo del remolino sabían que lo que traía cualquiera de esas dos técnicas por separado no era otra cosa que Muerte. ¿Qué clase de poder tendrían ambas técnicas en conjunto? Nadie podía llegar a imaginárselo, pero no tendrían que intentarlo por mucho tiempo.
Antes del final, todos pudieron escuchar en sus oídos momentáneamente la voz de s ejecutor, como un eco que anunciaba su final.
Kinjutsu: Hoshi no Kaimetsu-tekina
Aquella explosión (300 PV) sucedería en menos de un parpadeo, golpeando indiscriminadamente tanto a ninjas de la nieve como a ninjas del remolino. En un devastador radio de casi cien metros del que apenas quedó algo en pie. Las paredes inclinadas que se habían elevado parcialmente quedarían completamente destruidas así como los restos de lo poco que quedaba en pie del escudo con el emblema del remolino. Solo un gran agujero lleno de cuerpos malheridos con más de un muerto adornaría ahora el campo de batalla.
Todas las partes pudieron ser testigos de una fracción de poder que portaba el Cuarto General de Kurama. Todos sabían ahora lo que suponía desafiar la voluntad de Dios.