2/09/2022, 13:22
La tormenta que azotaba las costas del país del rayo tuvieron un nuevo dirigente. Un nuevo maestro de funciones, un nuevo director de orquesta. Con la misma velocidad con la que los rayos caían sobre la tierra para en ese mismo momento pasar a ser truenos, una fugaz luz recorrió el campo de batalla, arrasando con la mayor parte de sus objetivos. A cada paso agigantado que daba, le seguía la luz y casi en el instante el estruendo que solo las fuerzas de la naturaleza eran capaces de crear.
No fue un único ataque, sino casi una decena de estos sobre la mortal flecha explosiva de electricidad que solo un ojo entrenado podría distinguir lo que realmente se aconteció. No fue el hecho de que se hubiera multiplicado para atacar a conjunto, sino que se movía a una velocidad tan alta que su propia imagen todavía no se había desvanecido antes de que hubiera atacado de nuevo. Aquello desestabilizó y destruyó por completo aquella esfera de energía, pero para todos los presentes tan solo había caído un gigantesco trueno en aquella estancia.
De la misma forma, más rayos de estos cayeron a lo largo del terreno en distintas localizaciones, pasando a hacer un ensordecedor trueno y tan solo dejando atrás en la mayoría de los casos un cadáver o un cuerpo el cual la vida no tardaría en abandonar.
A los pies de Hana, solo quedaba un cuerpo completamente inmóvil y descabezado que podría llegar a suponerle un fuerte impacto emocional si lo miraba. Al lado de este, con una mano en el cuello completamente ensangrentada y la otra extendida, incapaz de pedir la cabeza de Hana.
La ilusión de Umi se rompió de la misma forma que una piedra siendo lanzada contra un cristal, y frente a ella la chica con la que estaba compartiendo un momento aislado cayó hacia atrás, llevándose ambas manos a su cuello. La herida era profunda, pero todavía no era mortal del todo. Sus labios se movieron pidiendo ser salvada y ayudada, pero de su boca no salía ningún sonido que no fuera un ahogado quejido, pese a estar más que segura de haber intentado hablar mientras sus ojos apenas la dejaban ver por su mar de lágrimas.
El espadachín al que Suzaku enfrentaba, se dispuso a preparar su arma nuevamente después de que esta lo hubiera evitado otra vez, pero su cuerpo de repente se sintió tan rígido como el acero que portaba. Temblaba ligeramente ante la imposibilidad de hacer ningún gesto, y fue entonces cuando un fuerte dolor ardía en su pecho. Datsue había sido tan rápido, que siquiera el cuerpo de aquel soldado de Kurama había tenido tiempo a procesar lo acontecido antes de que este pudiera darse cuenta. Aquel enorme agujero en su pecho no le dejaría avanzar más; pero su mirada, que reflejaban la ambición de la Bestia, nunca se vio alterada ni siquiera cuando este se desplomó.
Todo culminó en menos de un segundo, generando un ensordecedor ruido a todos los presentes, independientemente de la distancia que se encontraban de cualquiera de los objetivos. Parecía que el mismo cielo se hubiera caido en aquel instante. Y lo que había bajado de estos era el mismísimo Raijin.
El chico se escurrió con maestría entre los golpes de tanto aquella chica como aquel extraño clon que la acompañaba tras bloquearlos. Y a la par, una pequeña esfera se formó en su mano golpeando a la kunoichi que salió disparada por varios metros. La presencia azulada desapareció por un instante, pero cuando la ninja se levantó tras haber formado un pequeño camino con sus piernas en la arena, el clon volvió a hacer acto de presencia parpadeando momentáneamente.
— Parece que ya ha hecho acto de presencia mi señor Kurama — respondió sonriente pese a sostener una mano sobre su pecho dolorida, mientras algo de sangre brotaba de sus labios. — El sonido de esa bijudama ha sido más fuerte de lo que esperaba. ¡No saldreís de aquí ninguno con vida! — añadió pasando la mano por su labio y pasando a hacer con velocidad unos sellos. — ¡Suiton: Teppōdama!
Aquella reminiscencia copió sus movimientos de forma sistemática, copiando la técnica que ella misma estaba ejecutando y lanzando un segundo flujo de agua desde su posición contra Siete (40 PV x 2).
No fue un único ataque, sino casi una decena de estos sobre la mortal flecha explosiva de electricidad que solo un ojo entrenado podría distinguir lo que realmente se aconteció. No fue el hecho de que se hubiera multiplicado para atacar a conjunto, sino que se movía a una velocidad tan alta que su propia imagen todavía no se había desvanecido antes de que hubiera atacado de nuevo. Aquello desestabilizó y destruyó por completo aquella esfera de energía, pero para todos los presentes tan solo había caído un gigantesco trueno en aquella estancia.
De la misma forma, más rayos de estos cayeron a lo largo del terreno en distintas localizaciones, pasando a hacer un ensordecedor trueno y tan solo dejando atrás en la mayoría de los casos un cadáver o un cuerpo el cual la vida no tardaría en abandonar.
A los pies de Hana, solo quedaba un cuerpo completamente inmóvil y descabezado que podría llegar a suponerle un fuerte impacto emocional si lo miraba. Al lado de este, con una mano en el cuello completamente ensangrentada y la otra extendida, incapaz de pedir la cabeza de Hana.
La ilusión de Umi se rompió de la misma forma que una piedra siendo lanzada contra un cristal, y frente a ella la chica con la que estaba compartiendo un momento aislado cayó hacia atrás, llevándose ambas manos a su cuello. La herida era profunda, pero todavía no era mortal del todo. Sus labios se movieron pidiendo ser salvada y ayudada, pero de su boca no salía ningún sonido que no fuera un ahogado quejido, pese a estar más que segura de haber intentado hablar mientras sus ojos apenas la dejaban ver por su mar de lágrimas.
El espadachín al que Suzaku enfrentaba, se dispuso a preparar su arma nuevamente después de que esta lo hubiera evitado otra vez, pero su cuerpo de repente se sintió tan rígido como el acero que portaba. Temblaba ligeramente ante la imposibilidad de hacer ningún gesto, y fue entonces cuando un fuerte dolor ardía en su pecho. Datsue había sido tan rápido, que siquiera el cuerpo de aquel soldado de Kurama había tenido tiempo a procesar lo acontecido antes de que este pudiera darse cuenta. Aquel enorme agujero en su pecho no le dejaría avanzar más; pero su mirada, que reflejaban la ambición de la Bestia, nunca se vio alterada ni siquiera cuando este se desplomó.
Todo culminó en menos de un segundo, generando un ensordecedor ruido a todos los presentes, independientemente de la distancia que se encontraban de cualquiera de los objetivos. Parecía que el mismo cielo se hubiera caido en aquel instante. Y lo que había bajado de estos era el mismísimo Raijin.
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El chico se escurrió con maestría entre los golpes de tanto aquella chica como aquel extraño clon que la acompañaba tras bloquearlos. Y a la par, una pequeña esfera se formó en su mano golpeando a la kunoichi que salió disparada por varios metros. La presencia azulada desapareció por un instante, pero cuando la ninja se levantó tras haber formado un pequeño camino con sus piernas en la arena, el clon volvió a hacer acto de presencia parpadeando momentáneamente.
— Parece que ya ha hecho acto de presencia mi señor Kurama — respondió sonriente pese a sostener una mano sobre su pecho dolorida, mientras algo de sangre brotaba de sus labios. — El sonido de esa bijudama ha sido más fuerte de lo que esperaba. ¡No saldreís de aquí ninguno con vida! — añadió pasando la mano por su labio y pasando a hacer con velocidad unos sellos. — ¡Suiton: Teppōdama!
Aquella reminiscencia copió sus movimientos de forma sistemática, copiando la técnica que ella misma estaba ejecutando y lanzando un segundo flujo de agua desde su posición contra Siete (40 PV x 2).