20/09/2022, 09:22
— ¿Que lo lleve a...? — pero antes de que pudiera terminar la frase, la persona enmascarada hizo un simple sello que fue capaz de reconocer. — ¡Oye no, espera!
Pero para entonces solo quedaban un par de hojas mecidas por una suave brisa. Ren se puso de los nervios, y pateó un cubo de basura al perder los estribos. Otra vez se le había escapado.
— ¡Joder! ¿¡Donde estás, a donde te has ido puto bastardo!?· — protestó alzando la mirada, mirando a los alrededores, a su espalda y a todos los lugares posibles que se imaginaba, pero no encontró nada.
Su mirada se posó inconscientemente sobre el hombre que había perdido el conocimiento. Otra vez le había tocado terminar de su trabajo y limpiar todo el estropicio que había formado. Agarró al tipo con uno de sus brazos, y haciendo uso de ambos y arrodillándose se lo puso a la espalda. Después, caminaría cargándolo, con su cara de mala hostia habitual, por lo que seguramente la gente se alejaría de ella. Solo hablaría para pedir direcciones sobre donde podía llegar a encontrar a la autoridad policial o edificio más cercano posible donde llevarlo.
Explicaría lo acontecido sin que su entrecejo dejara de mantenerse arrugada a la fuerza que le atendiera. Seguía algo enfadada, pero ahora que se había quitado ese peso de encima contando lo sucedido, y la carga que llevaba a la espalda, se sentía algo más relajada.
Pero para entonces solo quedaban un par de hojas mecidas por una suave brisa. Ren se puso de los nervios, y pateó un cubo de basura al perder los estribos. Otra vez se le había escapado.
— ¡Joder! ¿¡Donde estás, a donde te has ido puto bastardo!?· — protestó alzando la mirada, mirando a los alrededores, a su espalda y a todos los lugares posibles que se imaginaba, pero no encontró nada.
Su mirada se posó inconscientemente sobre el hombre que había perdido el conocimiento. Otra vez le había tocado terminar de su trabajo y limpiar todo el estropicio que había formado. Agarró al tipo con uno de sus brazos, y haciendo uso de ambos y arrodillándose se lo puso a la espalda. Después, caminaría cargándolo, con su cara de mala hostia habitual, por lo que seguramente la gente se alejaría de ella. Solo hablaría para pedir direcciones sobre donde podía llegar a encontrar a la autoridad policial o edificio más cercano posible donde llevarlo.
Explicaría lo acontecido sin que su entrecejo dejara de mantenerse arrugada a la fuerza que le atendiera. Seguía algo enfadada, pero ahora que se había quitado ese peso de encima contando lo sucedido, y la carga que llevaba a la espalda, se sentía algo más relajada.