26/09/2022, 21:50
Umi pareció reaccionar por fin. Aunque no de la manera que había esperado Suzaku. Como si acabara de despertar de un trance, su hermana mayor se lanzó sobre ella y la abrazó con tal fuerza que le cortó la respiración.
—¡Suzaku! ¡Suzaku! ¡He sido una estúpida...! ¡PERDÓNAME! ¡Perdóname por haberte me...!
Suzaku no tuvo tiempo de preguntarle qué estaba diciendo. Ni siquiera tuvo tiempo de entender qué era lo que estaba pasando. Un nuevo estruendo las separó. Umi comenzó a acercarse a Datsue con un gesto preocupado que jamás le había visto. Y Suzaku la siguió. Pronto se arrepintió de haberlo hecho.
Otro estallido del color de la sangre brotó del enemigo que había reducido el Uzukage, derribándolo con la fuerza de la onda de choque. Ahora libre, el shinobi volvió a alzarse, temblando de los pies a la cabeza. Pero en sus ojos brillaban unas pupilas afiladas que distaban mucho de ser siquiera humanas. Entonces, antes los sorprendidos y aterrados ojos de los allí presentes, aquella suerte de marioneta humana sujetó una katana y se la clavó en el estómago.
Suzaku tuvo que apartar la mirada cuando el hombre se rajó el abdomen.
—Te mataré, Uchiha Datsue. Te mataré, acabaré con todo lo que amas —Pronunció, con una voz que no parecía ser la suya—. Es más. Iba a hacerlo hoy mismo. Sólo me has dado... más ganas de hacerlo.
Del cuerpo del hombre brotó entonces una súbita corriente de energía anaranjada. Como una catarata desafiando las leyes de la gravedad, se alzó hacia el cielo y comenzó a dirigirse hacia el sur con una última amenaza que le puso los pelos de punta.
Un tenso silencio inundó el ambiente durante unos pocos pero interminables segundos. Entonces, el pánico cundió. Uchiha Datsue, el Uzukage, perdió aquella confianza y aquella calma que había blandido hasta el momento y comenzó a llamar a varias personas y a dar órdenes a la desesperada. Pronto quedó claro el por qué de aquel súbito ataque de pánico: Kurama se dirigía hacia Uzushiogakure, hacia su hogar. Y ellos estaban a días de distancia para defenderlo.
—No sé qué planeas, pero quiero ayudarte.
Suzaku frunció los labios, sin saber qué decir. ¿Qué podían hacer ellos, desde el País del Rayo, para acudir al auxilio de su aldea y de su gente? ¿Qué podía hacer ella, apenas una genin recién graduada de la academia, para ayudar al hombre que llevaba el Sombrero de Kage? Incluso él había perdido los nervios, ¿cómo podía ella hacer algo de utilidad? Ni siquiera era capaz de comunicarse a distancia como hacían ellos...
—Denos la orden, Uzukage-sama, y la cumpliremos —habló, sin embargo, alzándose orgullosa en la medida que sus propias heridas le permitían.
Porque tiempo atrás había prometido ser su espada. Y aunque ahora mismo era una espada malherida y desafilada, quería seguir siendo de ayuda en todo lo posible.
—¡Suzaku! ¡Suzaku! ¡He sido una estúpida...! ¡PERDÓNAME! ¡Perdóname por haberte me...!
Suzaku no tuvo tiempo de preguntarle qué estaba diciendo. Ni siquiera tuvo tiempo de entender qué era lo que estaba pasando. Un nuevo estruendo las separó. Umi comenzó a acercarse a Datsue con un gesto preocupado que jamás le había visto. Y Suzaku la siguió. Pronto se arrepintió de haberlo hecho.
Otro estallido del color de la sangre brotó del enemigo que había reducido el Uzukage, derribándolo con la fuerza de la onda de choque. Ahora libre, el shinobi volvió a alzarse, temblando de los pies a la cabeza. Pero en sus ojos brillaban unas pupilas afiladas que distaban mucho de ser siquiera humanas. Entonces, antes los sorprendidos y aterrados ojos de los allí presentes, aquella suerte de marioneta humana sujetó una katana y se la clavó en el estómago.
Suzaku tuvo que apartar la mirada cuando el hombre se rajó el abdomen.
—Te mataré, Uchiha Datsue. Te mataré, acabaré con todo lo que amas —Pronunció, con una voz que no parecía ser la suya—. Es más. Iba a hacerlo hoy mismo. Sólo me has dado... más ganas de hacerlo.
Del cuerpo del hombre brotó entonces una súbita corriente de energía anaranjada. Como una catarata desafiando las leyes de la gravedad, se alzó hacia el cielo y comenzó a dirigirse hacia el sur con una última amenaza que le puso los pelos de punta.
ESPERO QUE DISFRUTES DE LAS VISTAS.
Un tenso silencio inundó el ambiente durante unos pocos pero interminables segundos. Entonces, el pánico cundió. Uchiha Datsue, el Uzukage, perdió aquella confianza y aquella calma que había blandido hasta el momento y comenzó a llamar a varias personas y a dar órdenes a la desesperada. Pronto quedó claro el por qué de aquel súbito ataque de pánico: Kurama se dirigía hacia Uzushiogakure, hacia su hogar. Y ellos estaban a días de distancia para defenderlo.
—No sé qué planeas, pero quiero ayudarte.
Suzaku frunció los labios, sin saber qué decir. ¿Qué podían hacer ellos, desde el País del Rayo, para acudir al auxilio de su aldea y de su gente? ¿Qué podía hacer ella, apenas una genin recién graduada de la academia, para ayudar al hombre que llevaba el Sombrero de Kage? Incluso él había perdido los nervios, ¿cómo podía ella hacer algo de utilidad? Ni siquiera era capaz de comunicarse a distancia como hacían ellos...
—Denos la orden, Uzukage-sama, y la cumpliremos —habló, sin embargo, alzándose orgullosa en la medida que sus propias heridas le permitían.
Porque tiempo atrás había prometido ser su espada. Y aunque ahora mismo era una espada malherida y desafilada, quería seguir siendo de ayuda en todo lo posible.