31/12/2022, 16:37
Shio respondería con asentamientos a todo lo que Kimi le dijese. Miraba a todos lados y soltaba soniditos agudos cada vez que algo entraba en su rango de visión desde la niebla.
Pronto, las únicas personas en el mismo rango de visión serían Ren y Kimi, con Shio aferrada al brazo de la morena. Suzume se había vuelto a quedar atrás.
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Para Suzume no sería todo tan tranquilo. Había perdido a las chicas de vista de nuevo. Y de repente, algo la agarro de los tobillos y tiró de ella hacia abajo. La tierra cedió con facilidad, como si de arenas movedizas se tratase y sería enterrada rápidamente.
Su captor no se detendría ahí sino que seguiría arrastrándola a través del suelo hasta sacarla en una habitación oscura iluminada por un par de antorchas en las paredes.
— Sí que era la idol. ¿Cuanto crees que nos pagarán por esta, jefe? — preguntó ilusionado el hombre menudo que acababa de arrastrarla por un túnel improvisado que acababa de convertirse en tierra tras ella.
— Más que por la sirvienta seguro. Encargate de ella y trae a la niña rica de una vez. — le contestó el hombre que estaba de pie justo en la única salida de la estancia, junto a Mitsu, que estaba atada con cuerdas y amordazada con una tela que parecía haber sido rasgada de su propia vestido.
Ambos iban armados con katanas y el jefe parecía mucho más fuerte físicamente que ninguno de los presentes.
Pronto, las únicas personas en el mismo rango de visión serían Ren y Kimi, con Shio aferrada al brazo de la morena. Suzume se había vuelto a quedar atrás.
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Para Suzume no sería todo tan tranquilo. Había perdido a las chicas de vista de nuevo. Y de repente, algo la agarro de los tobillos y tiró de ella hacia abajo. La tierra cedió con facilidad, como si de arenas movedizas se tratase y sería enterrada rápidamente.
Su captor no se detendría ahí sino que seguiría arrastrándola a través del suelo hasta sacarla en una habitación oscura iluminada por un par de antorchas en las paredes.
— Sí que era la idol. ¿Cuanto crees que nos pagarán por esta, jefe? — preguntó ilusionado el hombre menudo que acababa de arrastrarla por un túnel improvisado que acababa de convertirse en tierra tras ella.
— Más que por la sirvienta seguro. Encargate de ella y trae a la niña rica de una vez. — le contestó el hombre que estaba de pie justo en la única salida de la estancia, junto a Mitsu, que estaba atada con cuerdas y amordazada con una tela que parecía haber sido rasgada de su propia vestido.
Ambos iban armados con katanas y el jefe parecía mucho más fuerte físicamente que ninguno de los presentes.