31/01/2025, 18:19
La semana había pasado con total tranquilidad. No total tranquilidad, pero para unas kunoichis tan traumadas como Ren y Hana, cualquier alboroto de pueblo era una simple riña entre niños en comparación a las grandes catastrofes shinobis. El mercader que esperaban llegó y hubo riña sobre unas especias que traía. Llovió con fuerza un día y hubo riña a la mañana siguiente porque el suelo se había congelado y un carro volcó en la via principal. Eran cosas del día a día que se iban solucionando sobre la marcha, aunque siempre duraban un par de días en la boca de todos.
— Uno de los pueblos al otro lado del acantilado ardió hace unos días y nadie sabe cómo ni por qué. — dijo distraidamente Yukiko mientras hablaban de los problemas mundanos de los otros días.
Todas estaban en la mesa. Hacía un par de noches que Yukiko cenaba con ellas desde que habían empezado el proyecto del huerto detrás del orfanato. Ella era la que se encargaba del trabajo físico, mientras que Saori se encargaba de la logistica y los cuidados de las plantas. Había insistido en que no se involucraran ni Ren ni Hana porque tarde o temprano se irían y entonces nadie se ocuparía del huerto.
— ¿Al otro lado? No he visto ninguna columna de humo. — comentó Saori sin preocuparse demasiado.
— Me enteré por una compañera que pasó por aquí hacia una de las ciudades a vender mercancía. Al parecer fue tan precipitado que ni siquiera se sabe quien es el responsable. Bandidos, los propios pueblerinos o uno de esos bichos, un gebijuu. — siguió explicando bebiendo de su copa de sake.
— Gebijuu, desde que se descubrieron todo el mundo los culpa de cualquier cosa que ocurre. Seguro que se ha exagerado la historia. Un pueblo no puede quemarse entero tan rápido.
Por suerte, Lily estaba distraida lamiendo y relamiendo todo el plato en el que Hana le había puesto el postre. Una tarta de tres chocolates que había conseguido hacer gracias a aquel misterioso mercader, que, al parecer, llevaba todo tipo de ingredientes para la reposteria.
— ¡Muy rico! Quiero otro. — dijo levantando el plato con la boca llena de chocolate por los bordes.
— Uno de los pueblos al otro lado del acantilado ardió hace unos días y nadie sabe cómo ni por qué. — dijo distraidamente Yukiko mientras hablaban de los problemas mundanos de los otros días.
Todas estaban en la mesa. Hacía un par de noches que Yukiko cenaba con ellas desde que habían empezado el proyecto del huerto detrás del orfanato. Ella era la que se encargaba del trabajo físico, mientras que Saori se encargaba de la logistica y los cuidados de las plantas. Había insistido en que no se involucraran ni Ren ni Hana porque tarde o temprano se irían y entonces nadie se ocuparía del huerto.
— ¿Al otro lado? No he visto ninguna columna de humo. — comentó Saori sin preocuparse demasiado.
— Me enteré por una compañera que pasó por aquí hacia una de las ciudades a vender mercancía. Al parecer fue tan precipitado que ni siquiera se sabe quien es el responsable. Bandidos, los propios pueblerinos o uno de esos bichos, un gebijuu. — siguió explicando bebiendo de su copa de sake.
— Gebijuu, desde que se descubrieron todo el mundo los culpa de cualquier cosa que ocurre. Seguro que se ha exagerado la historia. Un pueblo no puede quemarse entero tan rápido.
Por suerte, Lily estaba distraida lamiendo y relamiendo todo el plato en el que Hana le había puesto el postre. Una tarta de tres chocolates que había conseguido hacer gracias a aquel misterioso mercader, que, al parecer, llevaba todo tipo de ingredientes para la reposteria.
— ¡Muy rico! Quiero otro. — dijo levantando el plato con la boca llena de chocolate por los bordes.